El Papa recuerda en la audiencia general que "un cristiano triste y resentido no es creíble" Francisco: "El Evangelio no es una ideología, las ideologías no saben sonreír"
"Un cristiano infeliz, triste, insatisfecho o, peor todavía, resentido y rencoroso no es creíble. 'Son cristianos con cara de bacalao'". El papa Francisco reiteró esta mañana, durante su catequesis en la audiencia, una reflexión que le es muy querida, la importancia de la alegría a la hora de evangelizar, tanto que la plasmó, hace ahora diez años, en su carta programática para el inicio de su pontificado, en la exhortación apostólica Evangelii gaudium
"El Evangelio no es una ideología, las ideologías no saben sonreír, son frías, el Evangelio te hace sonreír con la buena noticia", improvisó el Papa, abundando en que "el testigo creíble y autorizado se reconoce por su alma feliz y mansa, por el rasgo sereno y gentil que proviene de haber encontrado a Jesús"
"Recemos por los refugiados de la martirizada Ucrania", les dijo a los peregrinos polacos presentes, país que, desde el inicio de la guerra, en febrero de 2022, abrió sus puertas a los que huían de la "atormentada Ucrania", por cuya paz volvió a invitar a rezar, así como "por Tierra Santa, Palestina, Israel, no nos olvidemos de Sudán, que tanto sufre, y recemos cada día por la paz, queremos la paz", exhortó
"Recemos por los refugiados de la martirizada Ucrania", les dijo a los peregrinos polacos presentes, país que, desde el inicio de la guerra, en febrero de 2022, abrió sus puertas a los que huían de la "atormentada Ucrania", por cuya paz volvió a invitar a rezar, así como "por Tierra Santa, Palestina, Israel, no nos olvidemos de Sudán, que tanto sufre, y recemos cada día por la paz, queremos la paz", exhortó
"Un cristiano infeliz, triste, insatisfecho o, peor todavía, resentido y rencoroso no es creíble. 'Son cristianos con cara de bacalao'". El papa Francisco reiteró esta mañana, durante su catequesis en la audiencia, una reflexión que le es muy querida, la importancia de la alegría a la hora de evangelizar, tanto que la plasmó, hace ahora diez años, en su carta programática para el inicio de su pontificado, en la exhortación apostólica Evangelii gaudium.
Y lo hizo para sintetizar su ciclo de catequesis sobre el celo apostólico de las semanas precedentes en cuatro puntos, iniciando hoy con el primero, el de la alegría, porque "la cuestión, queridos hermanos y hermanas, no es por tanto si anunciarlo [a Jesús], sino cómo anunciarlo, y este 'cómo' es la alegría", señaló Francisco en su alocución.
"El Evangelio no es una ideología, las ideologías no saben sonreír, son frías, todas; el Evangelio te hace sonreír porque te toca el alma con la buena noticia", improvisó, saltándose de nuevo los párrafos de su discurso escrito, el Papa, abundando en que "el testigo creíble y autorizado se reconoce por su alma feliz y mansa, por el rasgo sereno y gentil que proviene de haber encontrado a Jesús, por la pasión sincera con la que ofrece a todos lo que ha recibido sin mérito".
En todo caso, advirtió de que "los primeros en tener que ser evangelizados somos nosotros los cristianos. Inmersos en el clima veloz y confuso de hoy, también nosotros, de hecho, podríamos encontrarnos viviendo la fe con un sutil sentido de renuncia, persuadidos que para el Evangelio no haya más escucha y que ya no valga la pena comprometerse para anunciarlo"
Pero frente a esa tentación, Francisco afirmó rotundo: "Sí, el Evangelio es esperado también hoy: el hombre de todo tiempo lo necesita, también la civilización de la incredulidad programada y de la secularidad institucionalizada; es más, sobre todo la sociedad que deja desierto los espacios del sentido religioso. Este es el momento favorable al anuncio de Jesús", porque "¡Él es el inicio de la evangelización, la fuente de la alegría!", enfatizó al final de su reflexión.
"Recemos por los refugiados de la martirizada Ucrania", les dijo a los peregrinos polacos presentes, país que, desde el inicio de la guerra, en febrero de 2022, abrió sus puertas a los que huían de la "atormentada Ucrania", por cuya paz volvió a invitar a rezar, así como "por Tierra Santa, Palestina, Israel, no nos olvidemos de Sudán, que tanto sufre, y recemos cada día por la paz, queremos la paz", exhortó.
Finalmente, y dirigiéndose a los peregrinos italianos, tuvo palabras para los jóvenes, a quienes exhortó "a ser testigos alegres del Evangelio, constructores de puentes y nunca de muros, nunca".
Texto de la catequesis en la audiencia general
Queridos hermanos y hermanas,
Después de haber encontrado diferentes testigos del anuncio del Evangelio, quiero sintetizar este ciclo sobre el celo apostólico en cuatro puntos, inspirados en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, que este mes cumple diez años. El primer punto, que vemos hoy, se refiere a la actitud de la que depende la sustancia del gesto evangelizador: la alegría. El mensaje cristiano, como hemos escuchado de las palabras que el ángel dirige a los pastores, es el anuncio de «una gran alegría» (Lc 2,10). ¿Y cuál es la razón de esta gran alegría? ¿Una buena noticia, una sorpresa, un bonito suceso? Mucho más, una persona: ¡Jesús! ¡Es Él el Dios hecho hombre que nos ama siempre, que ha dado la vida por nosotros y que desea donarnos la vida eterna! ¡Es Él nuestro Evangelio, fuente de una alegría que no pasa! La cuestión, queridos hermanos y hermanas, no es por tanto si anunciarlo, sino cómo anunciarlo, y este “cómo” es la alegría.
Es por eso que un cristiano infeliz, triste, insatisfecho o, peor todavía, resentido y rencoroso no es creíble. 'Son cristianos con cara de bacalao', me dijo una vez una persona. Es esencial vigilar sobre nuestros sentimientos. Especialmente en aquellos contextos en los que la Iglesia ya no goza de ciertos reconocimientos sociales, se corre el riesgo de adoptar actitudes de desánimo o de venganza, y esto no es bueno. En la evangelización obra la gratuidad que viene de una plenitud, no la presión que viene de una falta. El testigo creíble y autorizado se reconoce por su alma feliz y mansa, por el rasgo sereno y gentil que proviene de haber encontrado a Jesús, por la pasión sincera con la que ofrece a todos lo que ha recibido sin mérito. (...)
Por tanto, los primeros en tener que ser evangelizados somos nosotros los cristianos. Inmersos en el clima veloz y confuso de hoy, también nosotros, de hecho, podríamos encontrarnos viviendo la fe con un sutil sentido de renuncia, persuadidos que para el Evangelio no haya más escucha y que ya no valga la pena comprometerse para anunciarlo. Podríamos incluso ser tentados por la idea de dejar que “los otros” vayan por su camino. Sin embargo, precisamente este es el momento de volver al Evangelio para descubrir que Cristo «es siempre joven y fuente constante de novedad» (Evangelii gaudium, 11). Cuando el corazón está cansado y el horizonte es oscuro, es la hora del encuentro con Jesús, con su deslumbrante belleza, tan luminosa y entusiasmaste; y entonces, como por instinto, deseamos comunicarlo a quien tenemos a nuestro alrededor, porque «toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión» (ibid., 9).
Así, como los dos de Emaús, se vuelve a la vida cotidiana con el impulso de quien ha encontrado un tesoro. Y se descubre que la humanidad abunda de hermanos y hermanas que esperan una palabra de esperanza. Sí, el Evangelio es esperado también hoy: el hombre de todo tiempo lo necesita, también la civilización de la incredulidad programada y de la secularidad institucionalizada; es más, sobre todo la sociedad que deja desierto los espacios del sentido religioso. Este es el momento favorable al anuncio de Jesús. Por eso quisiera decir nuevamente a todos: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. [...] Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo» (ibid.,1.3). ¡Él es el inicio de la evangelización, la fuente de la alegría!
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