El Vaticano, con el respaldo del Papa, asume que "los migrantes son una bendición" "Todos los católicos tienen derecho a que se les reconozca su 'ciudadanía activa' en la Iglesia"
"En los momentos de mayor crisis, como ahora por la pandemia y las guerras que estamos presenciando, los nacionalismos cerrados y agresivos y el individualismo radical resquebrajan o dividen el nosotros, tanto en el mundo como dentro de la Iglesia", advierte el Papa
El Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral invita a “ver la presencia de muchos migrantes y refugiados no cristianos o no creyentes, como una oportunidad providencial para cumplir la misión evangelizadora de la Iglesia a través del testimonio y la caridad”
"Para los miembros de la Iglesia católica este llamamiento se traduce en un compromiso por ser cada vez más fieles a su ser católicos (…). Su Espíritu nos hace capaces de abrazar a todos para crear comunión en la diversidad, armonizando las diferencias sin nunca imponer una uniformidad que despersonaliza"
"Para los miembros de la Iglesia católica este llamamiento se traduce en un compromiso por ser cada vez más fieles a su ser católicos (…). Su Espíritu nos hace capaces de abrazar a todos para crear comunión en la diversidad, armonizando las diferencias sin nunca imponer una uniformidad que despersonaliza"
“Los migrantes son una bendición”. No son malditos, no son extranjeros que vienen a robarnos, a violar a nuestras mujeres, a quitarnos el trabajo. El Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral ha publicado unas ‘Orientaciones pastorales’ para una “cultura del encuentro” con los migrantes, con un prefacio del Papa Francisco, en el que vuelve a reivindicar la figura del poliedro, porque “de todos se puede aprender algo”:
En sus palabras iniciales, Bergoglio señala cómo “en los momentos de mayor crisis, como ahora por la pandemia y las guerras que estamos presenciando, los nacionalismos cerrados y agresivos y el individualismo radical resquebrajan o dividen el nosotros, tanto en el mundo como dentro de la Iglesia”. “Y el precio más elevado lo pagan quienes más fácilmente pueden convertirse en los otros: los extranjeros, los migrantes, los marginados, que habitan las periferias existenciales”, señala el Papa.
Por una Iglesia inclusiva
“Los fieles católicos estamos llamados a comprometernos, cada uno a partir de la comunidad en la que vive, para que la Iglesia sea siempre más inclusiva”, sostiene Bergoglio, quien insiste en que “estas Orientaciones Pastorales nos invitan a ampliar la forma en que experimentamos ser Iglesia. Nos impulsan a ver la tragedia del desarraigo prolongado y a acoger, proteger, integrar y promover a nuestros hermanos y hermanas y a crear oportunidades para cooperar hacia la comunión”.
“Se trata también de una oportunidad para vivir una Iglesia auténticamente sinodal, en camino, no asentada, nunca satisfecha, sino de una Iglesia que no hace distinción entre autóctonos y extranjeros, entre residentes y huéspedes, pues todos somos peregrinos en esta tierra”, subraya el Papa, quien concluye con un llamamiento: “Estamos llamados a soñar juntos. No debemos tener miedo de “soñar juntos como una sola humanidad, como compañeros del mismo viaje, como hijos e hijas de esta misma tierra que es nuestra casa común, todos hermanos y hermanas”
Las ‘Orientaciones’ apuntan en esta línea, animando a “tomar cada vez mayor conciencia del reto que supone para el mundo trabajar conjuntamente para responder a las necesidades y defender los derechos humanos fundamentales de las personas afectadas por el desplazamiento forzado, tanto internamente, como a través de las propias fronteras”. Siempre, bajo el mismo punto de partida: “Somos todos hermanos y hermanas”.
Retos hacia dentro y hacia afuera
Con dos retos. El primero, hacia el interior de la Iglesia, para que “sea capaz de incluir a todos y reconocer que cada persona bautizada en la Iglesia católica es miembro de pleno derecho, dondequiera que esté”. Porque “todos los católicos tienen derecho a que se les reconozca su plena pertenencia a la Iglesia, que debe entenderse como una ciudadanía activa”.
El segundo reto, hacia el exterior, busca “una Iglesia verdaderamente misionera”, capaz de “salir al encuentro de los necesitados, los descartados, los marginados, los oprimidos.”.
Las Orientaciones sobre la Pastoral Migratoria Intercultural tienen como objetivo “ofrecer sugerencias y orientaciones concretas para una acción que puede articularse mediante cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar”. Con estos verbos, apunta el documento, “el Santo Padre sintetizó el compromiso de la Iglesia Católica hacia todos los que viven en las periferias existenciales, pues “no se trata de dejar caer desde arriba programas de asistencia social sino de recorrer juntos un camino a través de estas cuatro acciones, para construir ciudades y países que, al tiempo que conservan sus respectivas identidades culturales y religiosas, estén abiertos a las diferencias y sepan cómo valorarlas en nombre de la fraternidad humana”.
En sus conclusiones, el documento aboga por que “las comunidades católicas, cada vez más libres de todo miedo, especialmente de los miedos que se basan en percepciones equivocadas, están llamadas a tender puentes con los recién llegados, promoviendo una auténtica cultura del encuentro”, y convertirse “realmente en constructores de puentes, deseosos de profundizar su conciencia, a través de la experiencia, de la riqueza que la presencia de migrantes y refugiados aporta a nuestras comunidades”.
Liturgias vibrantes y respetuosas
“Se invita a las comunidades católicas a comprender y valorar las oportunidades que los migrantes ofrecen para llevar una vida nueva a sus comunidades, y crecer en el aprecio por el otro, celebrando liturgias vibrantes y respetuosas de las diferentes tradiciones culturales”, al tiempo que se invita a “ver la presencia de muchos migrantes y refugiados no cristianos o no creyentes, como una oportunidad providencial para cumplir la misión evangelizadora de la Iglesia a través del testimonio y la caridad”.
Gracias a la conciencia de la presencia de los migrantes y refugiados que, “por gracia de Dios”, está creciendo en las comunidades católicas,” la Iglesia seguirá poniendo de relieve la multiplicidad de sus miembros como una riqueza que hay que apreciar, y las aportaciones de los desplazados como una oportunidad para expresar, con mayor firmeza y visibilidad, la catolicidad de nuestra fe”, finaliza el texto, que insiste en que “para los miembros de la Iglesia católica este llamamiento se traduce en un compromiso por ser cada vez más fieles a su ser católicos (…). Su Espíritu nos hace capaces de abrazar a todos para crear comunión en la diversidad, armonizando las diferencias sin nunca imponer una uniformidad que despersonaliza”.