En Roma se especula con que podrían anunciarse ante la visita de Francisco a L’Aquila ¿Está preparando el Vaticano unos estatutos sobre la función del Papa emérito?
Un grupo de expertos canonistas de la Universidad de Bolonia ha redactado ya un borrador a modo de constitución apostólica en donde se dan unas pautas para favorecer la cohabitación y comunión entre el Papa reinante y el Papa emérito
Según el texto, el Papa emérito “debería tener especial cuidado en no interferir directa ni indirectamente en las actividades propias del gobierno de la Iglesia universal” y abstenerse de aparecer en los medios de comunicación
En los últimos meses se han multiplicado las informaciones (algunas con una clara intencionalidad de socavar la autoridad del Papa) sobre la más o menos inminente renuncia de Francisco, quien, con toda naturalidad se ha pronunciado también sobre esa catarata de rumores. La última, y también más clara, al regreso de su reciente viaje a Canadá, la última semana de julio:
“No creo que pueda ir al mismo ritmo que antes. Pienso que a mi edad y con esta limitación [la lesión de rodilla] tengo que reservar algo de fuerzas para poder servir a la Iglesia. O también podría plantearme la posibilidad de hacerme a un lado, lo que sinceramente no sería una catástrofe, pues se puede cambiar al Papa sin problema”, dijo en el vuelo de regreso.
La nueva constitución apostólica Praedicate evangelium no contempla ninguna medida para tales casos. Tampoco parecía ese el lugar, ciertamente. La “transición” se hizo con relativa normalidad tras la renuncia de Benedicto XVI en 2013, pero es cierto que, aunque hay un respeto y admiración mutua entre Bergoglio y el Papa emérito Ratzinger, esta coexistencia, a pocos metros físicamente ambas residencias, no ha dejado, sin embargo, de provocar ciertas estridencias, y manipulaciones del emérito, que fueron interpretadas como apoyo a los sectores críticos con el pontificado de Francisco.
Y aunque esos malentendidos fueron aclarados convenientemente, observadores y especialistas no han dejado de analizar los inconvenientes que esta “cohabitación” traía, lo que ha llevado incluso a que un grupo de expertos canonistas de la Universidad de Bolonia a elaborar una especie de borrador de “estatutos” para la figura del Papa emérito.
La visita el 28 de agosto a la basílica de L'Aquila, a la tumba de San Celestino V (que también visitó el papa Ratzinger), quien a finales del siglo XII emitió un decreto declarando el derecho de un Papa a renunciar voluntariamente, han desatado de nuevos las especulaciones de que Francisco pueda hacer alguna declaración sobre la conveniencia de regular, siete siglos después, esta cuestión y, sobre todo, articular normas sobre lo que podría ser la convivencia entre dos o más papas eméritos, lo mismo que sucede ahora con algunas diócesis, donde conviven titulares con eméritos.
En este sentido, el borrador a modo de constitución apostólica de estos canonistas de la prestigiosa universidad de Bolonia, y que se encuentra en progettocanonicosederomana.com, contiene normas muy precisas, escuetas y perfectamente inteligibles, poco propicias por tanto a buscarles los recovecos interpretativos.
Así, en una cuestión que ha provocado roces durante la “cohabitación” entre Bergoglio y Ratzinger, como es sus apariciones públicas (contadas, eso sí), el borrador, “a causa de la especial posición de retiro y oración que asume, y en vista del bien común, la Iglesia pide al Obispo emérito de Roma:
- a) tener especial cuidado en no interferir directa ni indirectamente en las actividades propias del gobierno de la Iglesia universal;
- b) fomentar un estrecho vínculo de comunión y obediencia fraterna con el Romano Pontífice;
- c) evitar hacerse presente en los medios de comunicación;
- d) consultar con el Romano Pontífice la publicación de cualesquiera escritos sobre la doctrina y la vida de la Iglesia, sobre cuestiones sociales, o que puedan entenderse como opiniones en concurrencia con el magisterio pontificio;
- e) ayudar a la misión evangelizadora con su vida de oración y penitencia, alimentadas con la experiencia y el conocimiento de las necesidades espirituales y apostólicas de la Iglesia en todo el mundo”
También se dice que solo el Romano Pontífice “tiene el derecho exclusivo de juzgar al Obispo emérito de Roma”, quien “puede seguir utilizando en sus apariciones públicas la vestidura talar blanca” y residir “en el lugar de su elección, incluidos la ciudad de Roma y el Estado de la Ciudad del Vaticano”, previa comunicación al Papa. En este sentido, Francisco ha dicho en una reciente entrevista en Televisa que, en caso de dimitir “no regresaré a Argentina. Soy el obispo de Roma, y ese caso, seré el obispo emérito de Roma” y que se iría a vivir a San Juan Laterano.
Esto casa bien con las disposiciones del citado borrador, pues contempla que que “una vez que la renuncia haya surtido efecto, el renunciante no asume ni recupera la dignidad cardenalicia, ni las funciones que van unidas a ella”, lo que no quita para que el Papa “puede solicitar libremente la colaboración y el consejo del Obispo emérito de Roma en cuestiones que afectan al bien de la Iglesia universal”.
Particular importancia dan los canonistas de la Universidad de Bolonia al aspecto de las relaciones personales y públicas entre el nuevo Romano Pontífice y su predecesor. De ahí que se señale que “se ve necesario establecer algunas disposiciones que organicen tales relaciones, pero es indudable que el contenido humano y espiritual de la convivencia no debe ni puede disciplinarse por ley. En cualquier caso, la fraternidad y el espíritu de comunión, que deben inspirar aquellas relaciones, son compatibles con la obediencia debida siempre al único Sucesor de Pedro”.
Y en una reflexión evangélica para fundamentar ese espíritu de obediencia, el texto apunta que “el Romano Pontífice que renuncia a su oficio es llamado a vivir de una manera muy especial la máxima del Bautista referida a Jesucristo: «Conviene que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3, 30). De este modo, procurará vivir la humildad de ser «el grano de trigo que muere y así resulta fecundo» (Jn 12, 24). La situación nueva del renunciante aconseja claramente un retiro de la vida pública eclesiástica y civil que facilite el trabajo del Romano Pontífice” con la finalidad de “evitar situaciones confusas, malentendidos o posibles incomprensiones”.
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