En su discurso de apertura, el cardenal Ángel subrayó que el objetivo del Sínodo va mucho más allá de los juegos y las canciones. Recordó a la asamblea que esta reunión es una oportunidad única para trabajar juntos, escucharse atentamente unos a otros y entablar un diálogo significativo sobre los sueños y aspiraciones de los jóvenes de hoy. Las palabras del cardenal resonaron profundamente, estableciendo un tono de seria reflexión y compromiso para el trabajo que tenemos por delante.
Durante su homilía, el cardenal Ángel llamó la atención sobre el poderoso mensaje de la primera lectura, en la que un ángel habla al profeta Elías, instándole a "levantarse y comer" (1 Reyes 19, 5) cuando se enfrenta a una desesperación abrumadora. El Cardenal utilizó este pasaje para animar a los jóvenes a no rendirse ante los desafíos. Les recordó que Dios llama a cada persona a cumplir una misión única, y que sólo Dios señalará cuándo se ha completado la misión.
A partir de su propia experiencia como salesiano, el Cardenal Ángel compartió una reflexión. Habló de cómo la gente se pregunta a menudo si es posible vivir sin Dios. Reconoció que, aunque es posible, una vida así no es satisfactoria. Lo comparó con la pérdida del amor de una madre: los que han conocido el amor de una madre nunca pueden sentirse realmente completos sin él, mientras que los que nunca han conocido ese amor no pueden comprender plenamente lo que les falta. Esto, sugirió el Cardenal, es similar a la experiencia de los judíos del Evangelio que dudaban de Jesús como Hijo de Dios y pan de vida. Los que creen en la verdadera presencia de Cristo en la Eucaristía deben alimentarse continuamente de su cuerpo y de su sangre, manteniendo viva y vibrante su fe.
Un momento especialmente emotivo de la misa fue la procesión del ofertorio, en la que se presentó una reproducción de un globo aerostático. Este globo aerostático llevaba simbólicamente al cielo los sueños de todos los participantes, representación tangible de las esperanzas y aspiraciones que les han reunido para este Sínodo.
Al final de la misa, una breve dramatización dio vida a las icónicas figuras de María Auxiliadora y del joven Juan Bosco a la edad de nueve años. Esta dramatización sirvió para recordar a los presentes que ellos son los jóvenes soñados por Don Bosco hace doscientos años. En este espacio sagrado, rodeados por el legado de su fundador, los participantes fueron llamados a reconocer su lugar en el sueño de Don Bosco y a llevarlo adelante con fe y determinación renovadas.
La misa inaugural del Sínodo de los Jóvenes Salesianos 2024 no fue sólo una celebración litúrgica, sino una fuerte expresión de unidad, fe y compromiso con los sueños que siguen inspirando a la familia salesiana en todo el mundo. Durante el Sínodo, los participantes llevarán consigo la enseñanza de esta Misa, dispuestos a escuchar, dialogar y soñar juntos en el espíritu de Don Bosco.