El ex rector mayor de los salesianos llama a los religiosos a "desclericalizar" unas estructuras marcadas por el clericalismo Pascual Chávez aboga por una vida consagrada "menos visible pero más profética, menos clerical pero más evangélica"

Pascual Chávez, en la asamblea de CONFER
Pascual Chávez, en la asamblea de CONFER

"Nunca antes como hoy la vida consagrada se ha sentido tan amenazada y ‘condenada a la extinción'" “Cada año dejan la vida religiosa 3.000 personas. Es una hemorragia”

"La vida consagrada está llamada a hacer un esfuerzo para recobrar su voz en la sociedad europea, no tanto y no sólo para volver a ocupar un espacio social, sino para seguir fiel a su vocación"

"La vida consagrada es un bosque que representa una reserva y un sostén de la ecología espiritual y social de toda la Iglesia y del Mundo, donde la vida nace, se desarrolla y fecunda con frescura, dinamismo, creatividad y luminosidad"

“Hoy, a pesar de tener un Papa que goza de gran popularidad, asistimos a un declive de la Iglesia, al menos en ciertas zonas del mundo, especialmente por los abusos de autoridad, de conciencia, sexuales, de gestión patrimonial, y por la falta de una renovación que le permita responder al nuevo escenario cultural y social que está emergiendo"

“Jesús está vivo, dejemos de buscarlo entre los recuerdos, dejemos de buscarlo entre los muertos del pasado, está vivo, está aquí, se hace el encontradizo. Jesús está vivo, pero a los discípulos, como sabemos, les cuesta reconocerlo, todos siguen atados a su propio dolor, a la desilusión por sus expectativas no realizadas”. Quien fuera sucesor de Don Bosco, Pascual Chávez, pronunció la ponencia marco de la Asamblea de la CONFER con un llamamiento a la alegría frente a los "profetas de desgracias" y frente a un mundo que, especialmente en Europa, parece condenar al ostracismo a la vida religiosa. 

“¡Es hora de ir a Galilea! Ahí está nuestro pasado y nuestro futuro, nuestra memoria y nuestra profecía, nuestras raíces y nuestra fecundidad”, glosó Chávez, quien admitió que “nunca antes como hoy la vida consagrada se ha sentido tan amenazada y ‘condenada a la extinción’”, hasta el punto, señaló, de que “hay congregaciones e institutos que han decidido no sólo no hacer más ningún tipo de promoción vocacional, sino también cerrar las puertas a quienes llaman pidiendo entrar”.

Pascual Chávez, durante su intervención
Pascual Chávez, durante su intervención

“Según los responsables de estos institutos, no sería ni humano ni responsable admitir nuevos reclutas de religiosos o religiosas destinados a administrar estructuras, atender a ancianos y quizá hacer algún servicio social o ministerial. ¿Qué futuro podemos ofrecerles?”, incidió, en un marco que “refleja sobre todo el mundo occidental europeo”, no así Asia o África. “Cada año dejan la vida religiosa 3.000 personas. Es una hemorragia”, destacó, citando al Papa Francisco.

Pese a todo, añadió, “la situación actual de la vida consagrada en Europa no debe ser vivida en sentido solamente o sobre todo negativo; puede volverse por el contrario una oportunidad, un paso en el cual aquello que muere debe morir para dar lugar al nacimiento de algo nuevo”. Frente a ello, apostó por “una vida consagrada, a lo mejor más pobre y débil, menos visible, pero más profética y más centrada en lo esencial suyo que es la gloria de Dios y no su mismo sobrevivir, que es representar a Dios y  no defender sus propias obras; una vida consagrada menos clerical pero más evangélica, más «ligera» y cercana a la gente, más capaz de leer las necesidades de nuestro tiempo y de captar las preguntas que él pone, de ofrecer, con el testimonio de la vida gozosamente y libremente donada, respuestas gracias a un lenguaje que todos puedan comprender”.

Una apostasía que intenta exiliar a Dios

“Reconocer la debilidad y fragilidad de la vida consagrada puede ser realmente una experiencia de gracia y de nuevo nacimiento de la fe”, apuntó el salesiano, quien invitó a “aceptar la realidad y ser transparentes entre nosotros”, y reconocer “la falta de fe, una apostasía que intenta exiliar a Dios, volverlo insignificante, sacarlo del mapa”. En segundo lugar, “la cultura individualista y el ‘derecho a pasarlo bien’” que “han entrado en el ritmo de vida de muchos religiosos; algunos de nuestros hermanos viven un bien asumido e indiscutido ‘ateísmo práctico’”. En tercer lugar, la “inestabilidad de las personas” en mitad de “una sociedad que no ofrece certezas” y donde todas las decisiones pueden ser reversibles”. La “fragmentación” de la sociedad o “el miedo a lo que es nuevo y desconocido”.

¿Qué hacer frente a esta realidad? “Lo que importa es lo que debemos ser en la Iglesia y en el mundo, importa ser como nos ve Dios y no como nos recibe el mundo: testigos del amor de Dios, una provocación evangélica en contracorriente con los valores de esta sociedad, una hermandad posible de los diversos, un testimonio creíble de una cultura alternativa a la cultura imperante de la indiferencia, una esperanza para los más pobres”.

Porque, añadió Chávez, “no importa en el fondo ser muchos o pocos, importa ser plena y gozosamente nosotros mismos” y “volver a Jesús y al seguimiento radical de Él”. Con todo, admitió, “la vida consagrada está llamada a hacer un esfuerzo para recobrar su voz en la sociedad europea, no tanto y no sólo para volver a ocupar un espacio social, sino para seguir fiel a su vocación”.

Precisamente por eso, “el mayor desafío que la vida consagrada debe enfrentar lo constituye ella misma (las actitudes de resignación, de pesimismo, de nostalgia del pasado o de cerrazón en estructuras etc.)  recomenzando por tener plena confianza que el Señor”. Al tiempo, “el desafío del lenguaje, de la capacidad de hacer comprender la vida consagrada”, y “afirmar nuevamente valores que nos distinguen y que tal vez ya no son comprendidos”, como la consagración, la castidad, la obediencia o la pobreza.

Dejar que los pobres sean nuestros maestros

“Estamos hoy desafiados a vivir el voto de pobreza como estilo de vida, pero también como capacidad para colocarnos en la frontera de la marginación”, señaló el salesiano. “Dejar que los pobres sean nuestros maestros”, insistió, frente a unas “estructuras que no responden ya a las necesidades de hoy”.

En este sentido, señaló cómo “parece necesario ‘desclericalizar’ la vida consagrada en una Iglesia que se presenta con frecuencia muy clerical”.

Otro desafío, subrayó, “es el uso adecuado de las nuevas tecnologías, para que nos ayuden a incrementar nuestro servicio y no constituyan un obstáculo, sobre todo por lo que se refiere a la tendencia de refugiarse en la virtualidad”.

En lo tocante al envejecimiento de la vida religiosa, Pascual Chávez llamó a afrontar “el desafío de valorizar a los ancianos que se hallan entre nosotros”, a la vez que el de “una adecuada integración de los religiosos más jóvenes, porque frecuentemente falta una generación intermedia que facilite esta integración”.

Tras las preguntas, las posibles respuestas, que hay que buscar entre los jóvenes, en la vida comunitaria, en el trabajo social, en el diálogo ecuménico e interreligioso y, también, en la secularización. Todo esto, añadió Chávez, implica “construir comunidades donde se vive con alegría el don de la fraternidad”, así como “ofrecer itinerarios serios de camino espiritual a las personas que buscan respuestas a sus inquietudes religiosas y tienen una cierta nostalgia de Dios”. “Recobrar la centralidad de la misión” o poner en valor la participación de los laicos son otros de los aspectos a mejorar en las congregaciones religiosas. También, “vivir profundamente la experiencia de la interculturalidad, en la perspectiva del enriquecimiento mutuo, sin sentidos de superioridad”.

Ponencia de Pascual Chávez
Ponencia de Pascual Chávez

Con todo, el ex rector mayor invitó a “mirar al futuro con esperanza”, aceptando “la debilidad como oportunidad” y “situarse en las fronteras geográficas, sociales y culturales”. Y, también afrontar “el nacer de nuevas formas de vida religiosa y de nuevas comunidades, que tratan de responder en forma diversa a las nuevas necesidades de nuestra sociedad”.

La vida consagrada nunca dejará de existir

“Personalmente, estoy convencido de que la vida consagrada, entendida y vivida como seguimiento radical y fiel imitación de Jesús, nunca dejará de existir, porque siempre habrá hombres y mujeres que, fascinados por la persona de Cristo, iluminados por el Evangelio, guiados por la fuerza del Espíritu, y comprometidos con la plena humanización del mundo, se reunirán en comunidad compartiendo la misma experiencia espiritual, sostenidos por el mismo espíritu para apoyarse unos a otros, realizar una misión compartida, y convertirse en un modelo social alternativo y una levadura de transformación cultural” enfatizó Chávez, quien calificó la vida consagrada como “un bosque que representa una reserva y un sostén de la ecología espiritual y social de toda la Iglesia y del Mundo, donde la vida nace, se desarrolla y fecunda con frescura, dinamismo, creatividad y luminosidad”.

“Sin la vida consagrada, el cuerpo de la Iglesia se vería privado de aquellos miembros que por vocación y profesión expresan públicamente mejor el modo de ser y de actuar de Cristo, y perdería también su relevancia social”, constató, reivindicando “la acción misionera de la Iglesia en los lugares más lejanos e inaccesibles, donde son los religiosos los únicos presentes, de tal manera que sin su presencia la de la Iglesia faltaría”.

Asistentes al congreso de CONFER
Asistentes al congreso de CONFER

Una crisis surgida del Vaticano II

“Hoy, a pesar de tener un Papa que goza de gran popularidad, asistimos a un declive de la Iglesia, al menos en ciertas zonas del mundo, especialmente por los abusos de autoridad, de conciencia, sexuales, de gestión patrimonial, y por la falta de una renovación que le permita responder al nuevo escenario cultural y social que está emergiendo. Y no es de extrañar que este hecho coincida precisamente con la crisis de la vida consagrada, como consecuencia del envejecimiento del personal, del peso de las estructuras a gestionar, del escaso o nulo flujo vocacional, de una sociedad cada vez más secularizada e indiferente al hecho religioso y más desinteresada y crítica de la Iglesia y sus instituciones”, admitió Chávez, quien calificó el momento actual como “una crisis de identidad, credibilidad y visibilidad” que, en su opinión, surgió “después del Concilio Vaticano II”.

“Entonces se intentó actualizar la vida consagrada a la nueva sensibilidad del mundo, particularmente de los países pobres o en vías de desarrollo, caracterizados por la lucha de liberación, por la euforia del proceso de transformación social, por la desvalorización de la religiosidad popular, expresiones todas de una estigmatización del capitalismo liberal y una canonización del socialismo y el marxismo”, apuntó.

“Debemos hacer frente a esta nueva situación, es decir, que en Europa y en el mundo occidental en general, la vida consagrada podrá contar con un número inferior de miembros, en comparación con los que ha podido contar en el último siglo, y con nuevas configuraciones; y esto se debe a la convergencia de los factores señalados anteriormente, al menos hasta que se produzca un cambio de tendencia”, resaltó el religioso, quien reclamó que “lo que se espera de nosotros es la resistencia profética a la insensata ideología del progreso, llevada al extremo de la autosuficiencia, la de pretender prescindir de Dios”.

Mesa presidencial de CONFER
Mesa presidencial de CONFER

“No se trata, pues, de supervivencia de la vida consagrada y de los Institutos, sino de profecía”, clamó Chávez. “Somos válidos no porque seamos útiles, sino porque somos significativos y relevantes, capaces de suscitar interrogantes e involucrar a las personas que quieren compartir la pasión por el Reino, encarnando la profecía de Cristo con una vida paradójica, la del Evangelio”. 

Dejar morir, dejar crecer

Esto implica “la tarea ineludible de recolocarse, de dejar morir lo que tiene que morir (obras, estructuras, formas de organización y acción) para que la vida consagrada pueda resurgir con una fidelidad dinámica, que le permita privilegiar las opciones esenciales ( el primado de Jesucristo, el Evangelio sin glosa, la comunión con la Iglesia, el compromiso por el Reino, el servicio a los hombres), aquellas que le dan identidad, dinamismo y fecundidad propios, y le permiten adaptar sus estructuras a la misión, de tal forma que respondan a ella”.

Por ello, destacó, “hoy las Congregaciones, al menos en Europa Occidental pero no sólo, deben necesariamente reestructurarse”. Por tanto, “no se trata sólo y sobre todo de cerrar o entregar obras, sino de transformarlas en presencias, de abrir otras nuevas para responder a las nuevas necesidades y nuevos desafíos, y de situarnos allí donde podamos ser más significativos socialmente y más fecundos pastoral y vocacionalmente, aprender a trabajar en red y crear sinergia con los laicos”.

“Debemos ser ‘minorías creativas’, si de verdad queremos convertirnos en levadura transformadora”, finalizó, resaltando que “lo que a Dios le falta ciertamente no es poder; lo que le falta a Dios es nuestra libertad que permite realizar lo imposible”.

“Para ser presencia profética en la Iglesia y en el mundo, la vida consagrada debe evitar la tentación de amoldarse a la mentalidad secularizada, hedonista y consumista de este mundo y debe dejarse guiar por el Espíritu que la originó. como forma privilegiada de seguimiento e imitación de Cristo. Así podremos conocer y asumir la voluntad de Dios sobre nosotros, en esta etapa de la historia, y llevarla a nuestra vida con alegría, convicción y entusiasmo”.

Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME

Volver arriba