Monja del monasterio cisterciense a la vera del Órbigo La hermana Caridad de Carrizo cumple 100 años
A los 19 años dejó la labranza y entró al convento y hoy "transparenta en sus ojos la bondad de las bienaventuranzas"
"Aunque vive en la enfermería del monasterio, con pasos lentos pero seguros, ayudada de la hermana Guadalupe, todavía asiste a la oración litúrgica en el coro y aún baja a la cocina a barrerla"
Hoy 3 de enero, con el inicio del año 2020, la hermana Caridad de Carrizo cumple 100 años.
Conocí a esta monja del monasterio cisterciense de Carrizo de la Ribera el pasado mes de octubre, cuando acompañé a estas hermanas en los ejercicios espirituales.
Durante los seis días que compartí los ejercicios y la oración con ellas, las monjas de Carrizo me acogieron con extrema solicitud. Vi en estas monjas del Císter, a unas mujeres de oración contemplativa que hacen de sus vidas una oblación y una donación a Dios, desde el amor fraterno y el servicio abnegado al Evangelio y a los hermanos.
De entre todas ellas, la hermana Caridad (de nombre y de vida), es la joya de la comunidad. De nombre, porque así se le dio cuando entró en el monasterio. Y de vida, porque toda su existencia ha sido amar. Amar al Señor, que la llamó a la vida monástica y amar a la Iglesia y al mundo.
Y es hoy día 3 de enero, cuando la hermana Caridad cumple 100 años. 100 años de fidelidad al Señor en este bellísimo monasterio, situado a la vera del río Órbigo. 100 años de su vida, que han sido como una lámpara que ilumina en la noche y orienta, con su oración, la vida de la comunidad y de la Iglesia. 100 años que han sido como el perfume con el que María ungió los pies de Jesús en Betania (Jn 12:3).
"En la zona del río Órbigo, la hermana Caridad “es más conocida que el Diario de León”, como también me ha dicho sor Blanca"
Cuando yo conocí a la hermana Caridad el mes de octubre, tenía 99 años largos. Pues bien, a pesar de su edad, continúa activa, dentro de sus posibilidades, fiel a la oración y al trabajo, en el Ora et labora que se desprende de la Regla de San Benito. Aunque vive en la enfermería del monasterio, con pasos lentos pero seguros, ayudada de la hermana Guadalupe, todavía asiste a la oración litúrgica en el coro y aún baja a la cocina a barrerla, a recoger cacharros y a pelar patatas. Con una mente lúcida, la cabeza de la “hermana Caridad da cien vueltas a cualquiera que quiera confundirla”, como me ha dicho sor Blanca. Además, en la zona del río Órbigo, la hermana Caridad “es más conocida que el Diario de León”, como también me ha dicho sor Blanca.
La hermana Caridad entró en el monasterio de Carrizo el 1939, como me recordaba cuando fui a verla: “Mi madre era pobre y yo tenía la vocación de monja, pero no podía pagarme la dote”. Eran tiempos en que las monjas habían de traer la dote al convento para ser admitidas. Pero, recordaba sor Caridad, “cuando hicieron la lechería necesitaban más hermanas para el trabajo”. Así, con 19 años, “se lo dije a mi madre y se puso… Yo era la que llevaba la labranza y el jaleo de la casa con cuatro hermanos pequeños, pero me dijo: nada hija, lo que quiero es que sigas la vocación”. Y así fue como entró en el monasterio cisterciense de Carrizo de la Ribera, donde después de 81 años, sigue con el mismo entusiasmo de siempre, siguiendo al Señor como el primer día.
La hermana Caridad, de nombre y de obras, es una mujer entrañable y humilde, pequeña y sencilla, pero con el vigor y la fuerza que nacen del Evangelio, y que ella vive con confianza y alegría.
La hermana Caridad, a lo largo de su vida, ha sido, junto a sus hermanas de Carrizo, centinela de esperanza y de fe, ya que, con su mirada limpia y sencilla y con la dulzura de su sabiduría, sabe transmitir el gozo de la comunión y de la paz, de la reconciliación y de la alegría. La hermana Caridad transparenta en sus ojos la bondad de las bienaventuranzas y la alegría de la fe.
En su reciente Carta Apostólica: “Admirabile signum”, sobre el significado y el valor del belén, el papa Francisco nos dice que el belén que ponemos en nuestras casas, es como “un Evangelio vivo”, ya que la contemplación de la escena de Navidad, “nos invita a ponernos espiritualmente en camino”. Creo que la hermana Caridad, con sus 100 años de vida y de fidelidad al Señor, es también (como el belén) un signo admirable de las gracias que Dios ha derramado en ella a lo largo de su vida. El papa Francisco en su Carta Apostólica, también nos dice que el belén “manifiesta la ternura de Dios”, ya que nos invita a “sentir, a tocar la pobreza que el Hijo de Dios escogió para sí mismo en su encarnación”. Creo que la hermana Caridad, por el amor que ha recibido del Señor y que ella ha sabido compartir generosamente, también manifiesta la ternura de Dios. Todavía más: es la misma ternura de Dios, que Él nos hace descubrir en esta monja discreta y humilde.
100 años de fidelidad a la oración, de trabajo silencioso y fecundo y de gozo pascual. Esas son los instrumentos del taller monástico que la hermana Caridad ha utilizado y que son la expresión de la vida de esta monja, pequeña y servicial. Una monja que es un don del Señor para su comunidad y para la Iglesia.
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