Dieron su vida por guardar secretos de los demás Cuatro mártires del sigilo que requiere la confesión
El cuerpo de Juan Nepomuceno fue arrojado al río Mondalva en 1393
Mateo Correa Magallanes fue fusilado durante la Guerra Cristera por negarse a revelar confesiones de prisioneros rebeldes
| Valores Religiosos
(Valores Religiosos).- En este último año varios obispos y sacerdotes de Australia han afirmado que preferirían ir a la cárcel antes que romper el secreto de confesión, tal como pretende exigirles una nueva ley. Por tal motivo, ACI Prensa recordó a cuatro valientes sacerdotes que defendieron al extremo el sigilo sacramental.
1. San Juan Nepomuceno
San Juan Nepomuceno fue un ejemplo de la protección al sigilo sacramental, siendo el primer mártir que prefirió morir antes que revelar el secreto de confesión. Nació en Checoslovaquia entre los años 1340 y 1350, en Nepomuk.
Cuando fue Vicario General del Arzobispado de Praga, el santo fue confesor de Sofía de Baviera, la esposa del rey Wenceslao. Este último, que tenía ataques de cólera y de celos, ordenó al sacerdote que le revelara los pecados de su mujer. La negativa del santo enfureció a Wenceslao que amenazó con asesinarlo si no accedía a su pedido.
Otro conflicto entre Wenceslao y Juan Nepomuceno sucedió cuando el monarca quiso apoderarse de un convento para darle sus riquezas a un pariente, pero el santo se lo prohibió porque los bienes pertenecían a la Iglesia.
El rey se llenó de cólera y ordenó torturarlo. El cuerpo de Juan Nepomuceno fue arrojado al río Mondalva, después los vecinos recogieron el cadáver y lo sepultaron religiosamente. Era el año 1393.
Subidos a un coche, fueron llevados a fusilar
2. San Mateo Correa Magallanes
San Mateo Correa Magallanes fue otro mártir del sigilo sacramental, fusilado en México durante la Guerra Cristera por negarse a revelar confesiones de prisioneros rebeldes.
Nació en Tepechitlán (Zacatecas) el 22 de julio de 1866 y fue ordenado sacerdote en 1893. Se desempeñó como capellán en diversas haciendas y parroquias. En 1927 fue arrestado por el ejército mexicano al mando del general Eulogio Ortiz.
Días más tarde, el general mandó al P. Correa a confesar a un grupo de personas que iban a ser fusiladas y después le exigió que le revelara las confesiones. El sacerdote se negó y luego ordenaron su ejecución. Actualmente, se veneran sus restos en la Catedral de Durango.
Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado por San Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000.
3. P. Felipe Císcar Puig
El P. Felipe Císcar Puig fue un sacerdote valenciano que fue martirizado durante la persecución religiosa de la Guerra Civil Española (1936) por guardar el secreto de confesión.
La Arquidiócesis de Valencia indicó que el P. Císcar fue conducido a la prisión de Denia (Valencia, España), donde un fraile franciscano llamado Andrés Ivars pidió confesarse a fines de agosto de 1936, porque intuía que iba a ser fusilado. “Tras la confesión, intentaron arrancarle su contenido y ante su negativa a revelarlo, los milicianos le amenazaron con matarle”. Según la declaración de los testigos, el sacerdote respondió: “Haced lo que queráis pero yo no revelaré la confesión, primero morir que eso”.
“Al verle tan seguro, le llevaron a un simulacro de tribunal donde se le conminó para la revelación del sigilo”, y como continuó firme en su postura, afirmando que prefería morir, los milicianos le condenaron a muerte. Subidos a un coche el 8 de septiembre de 1936, Felipe Císcar y Andrés Ivars fueron llevados a una comunidad valenciana donde fueron fusilados. Fallecieron a los 71 y 51 años de edad respectivamente.
Tanto Felipe Císcar como Andrés Ivars forman parte de la causa de canonización de los “Siervos de Dios Ricardo Pelufo Esteve y 43 compañeros y compañeras mártires”, en la que figuran un total de 36 religiosos franciscanos.
4. P. Fernando Olmedo Reguera
Este sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos fue asesinado el 12 de agosto de 1936 y beatificado en Tarragona el 13 de octubre de 2013. Nació en Santiago de Compostela (España) el 10 de enero de 1873 y fue ordenado sacerdote el 31 de julio de 1904. Fue Secretario Provincial hasta 1936, pero tuvo que abandonar el convento debido a la persecución religiosa.
Al ser detenido lo insultaron, vejaron, golpearon y le exigieron revelar el secreto de confesión. Según la tradición fue fusilado por una especie de tribunal popular en torno al Cuartel de la Montaña, una edificación militar de Madrid construida durante el siglo XIX. Sus restos se encuentran en la cripta de la iglesia de Jesús de Medinaceli (Madrid).