(Vatican News).-
La síntesis del discernimiento de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh) sobre el camino sinodal convocado por el Papa Francisco
fue enviada a la Secretaría General del Sínodo en una fecha especial: el 18 de agosto, fiesta de San Alberto Hurtado. Un documento que contiene el informe general acompañado de los 27 informes diocesanos que recogieron la participación de las diversas iglesias locales del país, que fueron el insumo principal para el discernimiento del episcopado.
En la introducción del informe, los obispos chilenos señalan que a través de dicha síntesis se ha buscado ser respetuosos del proceso vivido en “los diversos niveles de la comunidad eclesial, cuyos frutos se expresan especialmente en los Informes de cada Iglesia particular”, agregando que este tiempo de Sínodo convocado por el Santo Padre, se ha experimentado “como un tiempo del Espíritu, que ha enriquecido y fortalecido el proceso de discernimiento eclesial que iniciamos como Iglesia en Chile en el año 2018”.
“Ha sido un tiempo de diálogo y discernimiento, de trabajo organizado en diversos espacios y estamentos de Iglesia, en vistas a fomentar la participación y sumar a la mayor cantidad de comunidades con sus aportes”, escriben.
Un camino sinodal insertado en la realidad social
La CECh sostiene que este camino sinodal lo hemos realizado en un momento muy especial de la historia del país pues además de las dificultades provocadas por la pandemia, se ha sumado la crisis social y política que el país vive, especialmente desde octubre de 2019. Pero también con las consecuencias para la Iglesia por la crisis de los abusos que ha causado una grave situación en la vida de los católicos y sus comunidades como se ha constatado en el proceso sinodal.
No obstante, los obispos chilenos aseguran que el reencuentro comunitario que ha posibilitado la menor gravedad de la pandemia, junto a la misma experiencia sinodal, ha ayudado a reconocerse como Pueblo de Dios, que realiza su vocación caminando juntos.
“Se ha suscitado una corriente de alegría, que no sólo nos hace valorar este tiempo de escucha y discernimiento que hemos vivido, sino que nos permite mirar el futuro con esperanza, llamados a buscar nuevas formas y estilos de ser Iglesia: sinodal, profética y esperanzadora”. afirman los obispos.
Las resistencias e indiferencia
La síntesis del proceso sinodal diocesano en Chilepermitió también identificar las resistencias, la falta de participación y la evidencia de comunidades que no se incorporaron. “Ello, en parte, pudo ser por la novedad del desafío planteado, pues muchas comunidades no están acostumbradas a esta forma de vivir la Iglesia”, señala el informe. Pero además reconoce que “algunos dirigentes y pastores no asumieron el papel animador y conductor que les correspondía” incluso el débil o ausente involucramiento de los sacerdotes.
“Sin embargo, la tendencia mayoritaria ha sido colaborativa, propositiva y profética, promoviendo la participación y la reflexión sinodal. No debería leerse este informe perdiendo de vista este compromiso de fe y de amor del Pueblo de Dios con el Señor y su Iglesia”, se enfatiza en la síntesis.
Un camino ya explorado
El episcopado da cuenta de que este camino se enmarca en una larga tradición sinodal de la Iglesia en Chile, expresada en la realización de sínodos y asambleas en la mayoría de las diócesis, y también a nivel nacional en la realización de dos asambleas eclesiales celebradas en los años 2007 y 2013. En sintonía con esa historia es que, en el contexto de la crisis eclesial vivida en los últimos años, los obispos decidieron iniciar un tiempo de discernimiento con amplias consultas al Pueblo de Dios, lo que se vio enriquecido por la Asamblea Latinoamericana y luego el Sínodo sobre la sinodalidad, lo que se vivió en continuidad como “un único y gran proceso”, con énfasis en dos ámbitos: estructuras más sinodales y relaciones más evangélicas.
La síntesis destaca la creatividad que se ha dado en la mayoría de las diócesis para incentivar la participación y el diálogo del Pueblo de Dios, creando diversas instancias: consultas abiertas a los feligreses, asambleas parroquiales y de otros grupos de Iglesia, consejos diocesanos, experiencias de oración comunitaria, reuniones por zonas o decanatos, reflexión compartida, encuestas. Todo esto sostenido por metodologías participativas que favorecieron el “sentarse a la mesa, mirarse a los ojos y dialogar con verdad”. Por ello se valora y agradece el camino sinodal “como una experiencia comunitaria, eclesial y espiritual, además de un espacio de discernimiento, diálogo y búsqueda de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo.
“Ha sido una manifestación patente de que todo el Pueblo de Dios está ungido con el Espíritu Santo, lo que nos exige no desenraizarnos de él para buscar ese querer de Dios que ha de guiar nuestra misión”, constata el informe.
Sinodal, profética y esperanzadora
Luego, el informe da cuenta de las materias que suscitaron mayor consenso (con acuerdo por sobre el 90 % de las Iglesias locales), las que fueron sintetizadas en tres dimensiones: Iglesia “Sinodal”, “Profética” y “Esperanzadora”; teniendo como exigencia ineludible el recuperar la centralidad de Jesucristo en la vida de cada uno y de la comunidad eclesial en su conjunto.
Respecto de la dimensión “Iglesia Sinodal” se abordan los temas: comprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios, relaciones más evangélicas, ministerialidad desde la Iglesia Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo, situación y cuidado del Clero, gestión pastoral con procedimientos más sinodales, participación de la mujer en espacios de toma de decisiones, participación de los jóvenes, además del Buen Trato y la superación de toda forma de abuso.
En el ámbito “Iglesia Profética”, vinculada al discernimiento de los signos de los tiempos, se relevaron las temáticas: dimensión profética de la fe, evangelización de la cultura, así como una Iglesia al servicio de la paz, la justicia social y el cuidado de la casa común.
Sobre la “Iglesia esperanzadora”, desde la perspectiva misionera y samaritana, se tematizaron los aspectos: alegría misionera, necesidad de renovar los procesos de formación en la fe, la catequesis en todos los niveles, familia y educación (transmisión de la fe), la piedad popular, Iglesia acogedora e inclusiva, marginados y excluidos: empatía con el mundo del dolor; así como Iglesia y personas con orientaciones sexuales diferentes.
Que el tiempo sinodal perdure
Finalmente, el informe da cuenta de conclusiones y próximos pasos a dar. Allí se reconoce que en los Informes diocesanos hay una insistencia en que este tiempo de Sínodo y de discernimiento eclesial “no puede quedar en nada”, y que tiene que haber acciones transformadoras por lo que se aborda la necesidad de avanzar en los ámbitos: Iglesia en conversión; compromiso con la verdad, transparencia, justicia y reparación; una verdadera cultura sinodal; acompañamiento del clero; mayor inclusión de la mujer; así como la participación de los jóvenes.
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