Es el primer sacerdote del pueblo baniwa, en la Amazonía brasileña Geraldo Baniwa: "La religión debe ser expresión del modo de vida indígena"

(Luis Miguel Modino, Brasil).- El Sínodo de la Pan-Amazonia se presenta como una oportunidad histórica, no sólo para la Iglesia de la región como para toda ella. En la búsqueda de nuevos caminos para la Iglesia y para la ecología integral es fundamental escuchar a los pueblos que viven en ese rincón del planeta, especialmente a los indígenas.

La diócesis de São Gabriel da Cachoeira es la circunscripción eclesiástica con mayor porcentaje de población indígena de Brasil, superando el 90%. Son 23 pueblos y 18 lenguas diferentes, cuatro de ellas, nhengatu, tukano, baniwa y yanomami, oficiales junto con el portugués en el municipio de São Gabriel. Del clero diocesano forman parte cuatro sacerdotes indígenas, el último de ellos, Geraldo Baniwa, ordenado el pasado 17 de marzo.

Nacido en la comunidad Araripirá Cachoeira, en el Río Ayarí, región fronteriza entre Brasil y Colombia, desde el día de su ordenación es párroco de su parroquia de origen, Nuestra Señora de la Asunción del Río Içana, donde ya trabajó durante un año como diácono. Las comunidades son distantes, para llegar en alguna de ellas se necesitan varios días de viaje a través de ríos que encierran diferentes peligros.

El Padre Geraldo es el primer sacerdote del pueblo baniwa. Conocedor de la lengua y cultura locales, se siente muy bien acogido, llevando a cabo un trabajo de traducción de la liturgia católica a su lengua materna, haciendo posible que la gente entienda "lo que ellos rezaban en portugués, que ellos no comprendían y agora están comprendiendo el sentido de las palabras". De hecho, muchos sólo hablan portugués cuando es estrictamente necesario, pues es una lengua que, en verdad, pocos dominan.

En su ordenación se hizo presente "una combinación entre la liturgia católica y la cultura local, que tiene un discurso mitológico por detrás". Eso es algo necesario, según el Padre Geraldo, "hacer que la gente entienda que el Evangelio no es algo tan extraño, que hacer una reflexión cultural dentro de una celebración de la Palabra no es pecado". Al principio la evangelización combatió la cultura local, pero es necesaria "la utilización de los elementos de las expresiones locales, como es el compartir, el trabajo comunitario. Aquí no tiene mucho valor el discurso".

La vida de los pueblos indígenas está cambiando, actualmente "en las comunidades mayores, acaba dominando el modelo de la ciudad grande, cada uno por sí mismo". También se está perdiendo el respeto y cuidado de la Casa Común. De cara al Sínodo, es necesario que no sea un momento que se quede reducido "sólo (a) los intelectuales, pero el pueblo en sí no sabe lo que está pasando". Tampoco se pueden dejar de crear, a partir del Sínodo, mecanismos que den a los catequistas mayor "fuerza institucional, cierta autonomía, también autoridad en las comunidades".

¿Qué significa para ti el hecho de ser el primero del pueblo baniwa a ser ordenado sacerdote?

Creo que es una respuesta ante una causa. La primera cosa es la falta de sacerdotes, al principio fue eso. Sólo que después, en el transcurso de la formación, uno va descubriendo que ser sacerdote es mucho más que eso. Asumí volver para mi tierra porque siempre di mucho valor a mi región. Inclusive cuando fui ordenado diácono pedí venir para la región del Içana, hacer una experiencia e intentar ver si la gente me acoge, porque existe aquel principio de que uno no es acogido en la propia tierra, pero yo siento que fui acogido.

La gente creó muchas expectativas, porque el sacerdote, aquí en la región, todavía es visto como alguien que tiene todo, en el sentido económico. Sólo que esa es una tarea que tiene que ser llevada a cabo. Estando aquí, creo que tendré facilidad para hablar mejor con mi pueblo y mostrarles que el sacerdote es apenas un animador y no aquel que va a responder a todo. Porque infelizmente, nuestra evangelización católica se centró en eso. Nuestros católicos no se mueven para hacer las cosas, en el sentido de Iglesia.

¿Piensas que el hecho de ser baniwa, conocer la cultura, la lengua y trabajar con ellos, eso facilita el trabajo evangelizador?

En la acogida que ellos me dan, eso es algo evidente, pues de hecho tienen una esperanza muy grande, en primer lugar por la lengua. Aquí en este último año, hemos traducido el culto dominical, ya es algo que está hecho, falta reproducirlo. Muchos ya lo reclaman, pues hasta en el Padre nuestro ellos van descubriendo lo que ellos rezaban en portugués, que ellos no comprendían y agora están entendiendo el sentido de las palabras.

El primer paso, por el hecho de ser baniwa, está en la limitación de siempre, que es la cuestión de los estudios, porque si la diócesis nos preparase, por lo menos en la línea de la lingüística o en el conocimiento de las lenguas sagradas, ahí hasta podríamos traducir la Biblia. Como no tenemos acceso a eso, es algo más difícil, hacemos una traducción por encima, lo que no es como si fuese una traducción reconocida.

Conocemos la cultura y, por ejemplo, lo que aconteció en la ordenación presbiteral fue una combinación entre la liturgia católica y la cultura, que tiene un discurso mitológico por detrás, no fue una expresión maquillada.

¿Cómo hacer hoy realidad esa inculturación del Evangelio en una cultura indígena?

Hoy en día, el camino mejor es un camino que no sea de combate. En el inicio de la evangelización fue de combate, lo que con el tiempo fue percibido como algo que trajo mucho perjuicio. Por ejemplo, hoy en día tenemos jóvenes que ya no tienen referencias culturales. Por eso, el mundo es algo difícil para ellos. La consecuencia es la falta de valor dado a la propia vida, habiendo algunos que se quitan la vida. Quien todavía tiene esa educación tradicional, que nosotros decimos que también es religiosa, todavía consigue tener ese principio de dar valor a la vida, porque el indígena está muy unido a la naturaleza, para él todo está interrelacionado.

La religión, en principio, la propia lengua, ya es una cosa práctica que está un poco fuera de la vida. Ahí el desafío es hacer que la gente entienda que la religión también debe ser una expresión del modo de vida del pueblo. Para hacer eso, el camino debería ser la utilización de los elementos de las expresiones locales, como es el compartir, el trabajo comunitario. Aquí no tiene mucho valor el discurso.

Que son elementos que siempre estuvieron presentes en las primeras comunidades cristianas y que muestran que las comunidades indígenas preservan aquello que fue fundamento de la vida cristiana.

Sí.

Dices que los indígenas son muy unidos a la naturaleza. De cara al Sínodo Pan-Amazónico que va a ser celebrado el próximo año, donde va a ser tratado el tema de la ecología integral, que también aparece en la Laudato Si, podemos decir que es una dimensión que los pueblos indígenas viven secularmente, ese respeto y unión con la naturaleza. ¿Cómo pueden ayudar a la Iglesia y al Sínodo los pueblos indígenas para hacer realidad esa ecología integral?

Es algo que intentamos a través de nuestros líderes. Existe una tentativa de rescatar todo eso, porque también nosotros estamos perdiendo ese cuidado de la naturaleza, y hoy en día se ve mucha explotación, inclusive entre nosotros mismos. Por ejemplo, en la manera de pescar, usamos muchos instrumentos sofisticados y por cuenta de eso hay una escasez del pescado. Eso sabiendo que no vivimos de la creación de pescado, vivimos dependiendo de la naturaleza.

Hoy en día estamos siendo afectados por ese raciocinio basado también en la cuestión económica. La mayoría busca matar mucho más de lo que necesita para el consumo para poder adquirir alguna economía. La realidad es que aquí, en las comunidades mayores, acaba dominando el modelo de la ciudad grande, cada uno por sí mismo. Hoy en día se está imponiendo eso. Para trabajar sobre eso, es necesario buscar un camino en común.

Hubo un tiempo, en 2006, que había una filosofía de escuela indígena, que era justamente para la conservación de la naturaleza, promoción de proyectos sostenibles. Sólo que, infelizmente, algunos de los idealizadores no permanecieron por aquí. Hoy en día se perdió esa idea inicial, una escuela con ese pensamiento. Los indígenas estamos un poco desengañados también con nuestros líderes, parece que estamos volviéndonos contra aquello que buscábamos.

Hoy nuestro gobierno municipal fue conquistado por alguien que quiere la explotación mineral. Todavía hay un grupo de personas que defienden eso. Las comunidades indígenas también están siendo afectadas por esa ideología de querer ganar dinero. Es muy complicado, porque el camino debe ser buscar medios para que esa ideología no apague nuestro modo de ser.

Sobre el Sínodo es difícil pensar, no sé como va a ser organizado, si alguien va a estar representándonos, generalmente son sólo los intelectuales, pero el pueblo en sí no sabe lo que está pasando. Lo que podemos hacer en las bases es promover algunos encuentros reflexionando sobre cuales son las líneas básicas.

Dentro de la dinámica del Sínodo, van a ser enviadas a las comunidades de la Amazonia algunas preguntas para que la gente pueda responder. Después va a ser elaborado un instrumento de trabajo y ya sabemos que todos los obispos de la Amazonia van a participar del Sínodo, junto con algunos asesores, pero lo importante es el trabajo previo en la base. ¿Cómo crees tú, desde esa doble vertiente del pensamiento cristiano y la espiritualidad indígena, que puede ser realizado un trabajo en las comunidades que haga posible que sea conocido lo que los pueblos indígenas piensan sobre la Iglesia, sobre la ecología integral?

Creo que nosotros como Iglesia hemos perdido un poco esa cuestión de trabajar junto con la propia cultura, porque también ha habido una separación. Parece que religión es una cosa, educación es otra y cultura es otra. Entonces el camino para nosotros aquí es intentar concienciar a nuestros líderes, hacer un trabajo de base, encuentros, haciendo que ellos comiencen a orientar a nuestros jóvenes en ese camino de combinar religión y cultura. Para que eso tenga lugar aquí en nuestra realidad, es necesario tener algunas iniciativas valientes, que pueden partir de nuestros sacerdotes y obispos. Porque nuestro pueblo todavía se siente en una condición de no sentirse Iglesia plenamente, no damos mucho espacio a nuestros catequistas.

Una de las discusiones que están apareciendo en relación al Sínodo es la creación de nuevos ministerios para la región amazónica, que puede inclusive llevar a que quien hoy es catequista, con una preparación, pueda un día llegar a presidir la celebración eucarística, lo que todavía no fue muy definido. Como baniwa, ¿piensas que esos nuevos ministerios podrían ayudar a las comunidades indígenas? ¿Dar mayor poder a los laicos podría hacer que su trabajo tuviese una perspectiva mejor?

Creo que en nuestra región ese sería un buen paso, pues la mayoría de las comunidades son evangélicas, y ellos tienen un cuerpo religioso que es definido por ellos mismos. Entre ellos tienen diáconos, hermanos, sin una institución que defina todo eso. Creo que es por esa vía como la dinámica puede ser más viva, porque nosotros tenemos catequistas, pero no tenemos todo eso, esa fuerza institucional.

Pienso que ese paso, sería un paso significativo para la región, hasta para que ellos puedan tener también cierta autonomía, también autoridad en las comunidades. Pero eso también nos exigiría formarlos, pues sabemos que sin formación no conseguimos tener líderes.

Pero la Iglesia debería insistir en esa formación, todavía más en una región donde las parroquias son grandes, las comunidades muy distantes y es muy caro llegar hasta ellas. Sin esa autoridad y reconocimiento de los laicos, ¿se corre el riesgo de que la Iglesia católica, poco a poco, pueda ir desapareciendo de la Amazonia, dado que el sacerdote sólo aparece una o dos veces por año en la comunidad?

Nosotros como católicos, queriendo o no, también respondemos por nuestra institución. Lo que me intranquiliza es esa cuestión de la dinámica de los evangélicos, su capacidad para hacer grandes encuentros, pues eso también es atractivo. Allí ellos se encuentran, juegan al fútbol, reflexionan sobre la Palabra, y eso nuestras comunidades no consiguen hacerlo.

Creo que debemos pensar mejor, principalmente como concienciar a nuestros catequistas. Un ejemplo bien claro es que cuando vamos a impartir un curso, sólo nosotros hablamos, y muchas veces la gente no entiende nada. A veces nosotros también tenemos esa dificultad de combinar el pensamiento del pueblo con la religión. Para ellos, lo que van a decir es errado, el sacerdote lo va a rechazar, todavía se tiene esa visión. Es todavía aquel catecismo antiguo, de preguntas y respuestas, de los diez mandamientos. Es necesario ampliar esa visión.

¿Cómo superar esa visión que lleva a la gente a pensar que todo lo que ellos hacen el sacerdote lo va a condenar? ¿Qué es lo que debe ser hecho como sacerdotes, como Iglesia, como misioneros para que la gente se sienta más apoyada por la Iglesia jerárquica?

El camino es, desde mi experiencia, aquello que en los cursos les digo, que quien manda son ellos. Sólo que, a pesar de eso, quien preside todo somos nosotros. Lo correcto sería que fuésemos en esos encuentros como si fuésemos invitados. Y si la gente nos da la oportunidad para decir algo, hablar. Los evangélicos aquí, nuestros hermanos, tienen esa experiencia, ellos promueven encuentros grandes, de una semana. Si el pastor va, él es apenas un invitado, él dice alguna cosa, pero no es él quien preside, él no es el dueño de la predicación.

También nosotros restringimos mucho nuestros encuentros, sólo catequistas, un grupo restringido. Es necesario ampliar eso a todo mundo. La experiencia que tenemos aquí en la animación de los líderes es esa, es necesario que estén todos juntos, no sólo los líderes, pues no podemos separar las cosas. Por tanto, para mí, yo me entristezco con eso, pues promovemos encuentros sólo para el grupo de catequistas.

En nuestra experiencia en la parroquia, estamos intentando invitar a las familias para venir para nuestros encuentros. Por la mañana empezamos con un desayuno compartido, el párroco contribuye con alguna cosa, pero la mayoría son cosas de la región. Después hacemos un gran encuentro, y al final promovemos una velada cultural, donde tocamos japurutú, carixo, y también escuchamos historias de la región, que ellos van comparando con el Génesis.

En ese sentido, pienso que estamos intentando hacer alguna cosa, porque no podemos esperar por la diócesis, por esos encuentros sobre inculturación, que no se sabe ni lo que son. Estamos intentando hacer que la gente entienda que el Evangelio no es algo tan extraño, que hacer una reflexión cultural dentro de una celebración de la Palabra no es pecado, si esa reflexión promueve algo bueno. Ahora bien, si es un discurso para atacar al otro, es algo que no puede hacerse dentro del espacio educativo de la celebración de la Palabra.

Estamos caminando poco a poco. Cuando el obispo me dijo que iba a ser párroco, dudé un poco por la cuestión financiera, debido al apoyo que tenemos. Pero pensando en la cuestión de la evangelización local, pienso que tendré una gran oportunidad, poder trabajar en la lengua de la gente, hacer algunas músicas, lo que tiene una gran aceptación por parte del pueblo de las comunidades.

Eso es algo muy bueno. Si Dios quiere y me quedo aquí algunos años, vamos a hacer alguna cosa. También porque esta región es muy olvidada por la diócesis. Cuando hay formaciones, que viene algún conferenciante de fuera, sólo va a otras regiones. Eso nos acaba debilitando, la formación acaba no llegando a las comunidades y por eso necesitamos empezar alguna cosa por nosotros mismos. Junto con los líderes y profesores vamos a intentar ver como hacer un trabajo conjunto, para definir líneas de acción y promover también fiestas religiosas junto con la comunidad, como puede ser el mes mariano.

A veces todo se reduce a nosotros mismos, y muchos líderes dicen que todo lo hacemos nosotros y no confiamos en la ayuda de nadie. A veces nuestra dificultad es hacer que los eventos religiosos sean una expresión de la comunidad, que surja de todas las familias. Para mí, el mayor desafío va a ser ese, transformar los eventos de la parroquia en un evento nuestro, en el sentido que no sea sólo del sacerdote o de las religiosas.

También sobre la manutención de la Iglesia, que no es sólo del párroco ni de las hermanas, es nuestra. Y para que eso suceda, por lo menos nosotros que somos de la región, el sacerdote tiene que estar junto a la gente, en el trabajo comunitario, en los momentos festivos, estando claro que no vamos a hacer aquello que no tiene que ver con nuestra vida. La gente nos evalúa de ese modo, si nos encerramos, todo se acaba. Rápidamente la gente hace un documento pidiendo que nos vayamos.

Aunque nos respetan y nos dan poder, no podemos sentirnos seguros, también porque estamos a su servicio. El mejor camino es el diálogo, la participación, pues conquistando a la gente es como vas a conseguir que la Iglesia funcione, que puedas dirigir las pastorales. Sin eso, creo que no es posible hacer casi nada.

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