El también doctor en Filosofía y miembro del Consejo del Centro de Gestión de Conocimiento del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), para desarrollar el tema de su exposición, inició haciendo una breve reflexión sobre qué es la Iglesia y comprender su fundación.
La Eucaristía hace a la Iglesia
El doctor Guerra dirigió su mirada a cómo la Eucaristía se vive y se celebra en América Latina, reflexión que hizo a partir del documento de Aparecida en 2007 y otros documentos del magisterio, donde se destacan la importancia de la Eucaristía en la vida de los fieles, siendo esta una fuente de espiritualidad y una expresión de la identidad católica en la región.
Explicó que, la Iglesia es una asamblea que está llamada a hacer unidad, sin excluir. Es decir, agregó «celebrar la Eucaristía por supuesto que significa consagrar las especies del pan y del vino, pero también significa que como Iglesia estamos llamados a vivir la más grande unidad en la caridad«. De ahí adicionó, es la razón por la que en ocasiones se presenta un debilitamiento del vínculo entre la Eucaristía y la Iglesia y un desarrollo de la piedad eucarística.
«De esta manera podemos anotar que es verdad que la Eucaristía hace a la Iglesia, pero también que la Iglesia hace a la Eucaristía. Esta circularidad no nos debe perturbar. La unicidad del Cuerpo Eucarístico del Señor implica la unicidad del su Cuerpo místico. Eucaristía e Iglesia son formas de presencia sacramental de Cristo en la historia».
Sinodalidad: «reciprocidad necesaria»
Así también, se refirió al tema de la sinodalidad en la Iglesia, entendida como una «reciprocidad necesaria», es decir, un camino de comunión dinámico en el que no sólo “caminamos juntos”, sino que, “a través de cada uno con la misma dignidad, la Iglesia se manifiesta en un tipo de unidad que trasciende lo meramente jerárquico y privilegia la importancia del sacerdocio común de todos los fieles”.
Más adelante, habló sobre las devociones eucarísticas señalando que “no es excesivo reconocer que en ocasiones las devociones eucarísticas parecen no estar vinculadas a la dimensión comunional de la vida cristiana. Sin embargo, en regiones como América Latina, esto es compensado con otros factores que hacen de estas devociones un auxilio fuerte para la vida cristiana de muchos fieles e incluso, para el descubrimiento de la dimensión comunitaria de la fe.
A esto agregó, que el reto evangelizador y catequético será siempre promover en la piedad eucarística fuera de la misa, una visión que englobe la comunión eucarística y eclesial, en simultáneo.
Redescubrir el significado de la Eucaristía
Después, destacó el tema de la piedad popular, como la práctica de los católicos en las procesiones, adoraciones eucarísticas, entre otras, siendo esto algo esencial en la vivencia de la fe y en la consolidación de comunidades comprometidas con los valores cristianos, que respondan a las necesidades espirituales y sociales de las comunidades, inspirando acciones concretas de fraternidad y caridad.
Igualmente, hizo un análisis de cómo las prácticas devocionales fomentan un sentido profundo de pertenencia y participación entre los fieles, fortaleciendo el tejido social y promoviendo una cultura de encuentro y la solidaridad. A todo esto, concluyó que “devociones eucarísticas y espiritualidad popular son hoy parte del camino que necesitamos redescubrir para apreciar más el significado de la Presencia de Jesucristo en la Eucaristía, en el corazón de una Iglesia sinodal, que se vuelva signo creíble de una fraternidad sin fronteras”.