Danilo Andrade, laico osornino, ve "inaceptable" que no haya renunciado "Nos parece preocupante que la visita del Papa a Chile sea un cierto nuevo respaldo al obispo Barros"
(Danilo Andrade Barrientos, laico ignaciano de Osorno, en RyL).- Causó cierto impacto mediático el anuncio oficial de que el Papa Francisco visitará Chile y Perú en enero próximo. Hay interrogantes y también preocupación ante este importante acontecimiento; porque en la diócesis de Osorno permanece un obispo impuesto que causa grave división y confusión en un amplio sector ciudadano por haber sido cómplice de Fernando Karadima, uno de los sacerdotes que más daño ha causado a la Iglesia Católica chilena por sus actos reñidos con la moral y por los abusos sexuales cometidos durante años.
Ciertamente y con razón, todo el país se conmocionó al saber que Fernando Karadima practicó diversos abusos sexuales y otros en forma impune por años. Además, fue un personaje influyente por décadas en el sigiloso proceso de nombramientos de nuevos obispos para Chile. Desde la parroquia El Bosque y rodeado de una selecta élite eclesial, política y empresarial, ayudó al nuncio de la época, Angelo Sodano, a redibujar el perfil y el accionar del episcopado hacia posiciones del todo conservadoras y distantes del Concilio Vaticano II.
En este contexto y bajo diversos matices y estrategias, se nombraron varios obispos que salieron de la "cantera del P. Karadima", tuvieron "su formación espiritual" y muchos de ellos -presbíteros y obispos- posteriormente, le defendieron de las fundadas acusaciones, algunos incluso llegaron hasta Roma para intentar detener el juicio canónico que se abrió en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Pero, eran de tal contundencia los escritos acusadores que, finalmente, la Santa Sede condenó a Fernando Karadima por abuso sexual y psicológico reiterado en contra de varios jóvenes seminaristas que vivían su vocación religiosa y cumplían con su diaria rutina en la parroquia.
Desde la ciudad de Osorno, escandalizada por todos estos acontecimientos, han sido innumerables los actos, vigilias, acciones no violentas y declaraciones en que hemos pedido una y otra vez que salga del obispado don Juan Barros Madrid. Tanto por ser un obispo impuesto, como por haber callado los ilícitos criminales, pues él sabía de los abusos de Karadima y no los denunció. Más aún; es uno de los que viajó a Roma para alegar en beneficio del hoy abusador sexual recluido en un recinto eclesiástico de por vida.
Por estos hechos de por sí graves, ya que estamos hablando de una de las perversidades humanas más detestables, como es la pederastia, a miles de personas nos parece preocupante que la próxima visita del Papa a Chile sea un cierto nuevo respaldo al obispo Barros.
Nos parece injusto que no se escuche el clamor ciudadano que pide algo esencial y conveniente para todos, en primer lugar, para la Iglesia Católica que registra en Chile una enorme baja en la percepción ciudadana de credibilidad. Como nunca la Iglesia está cuestionada y sumida en una larga crisis de liderazgo, precisamente, porque está golpeada por los abusos sexuales, siendo los casos más dolorosos e indignos los de Karadima y O'Reilly. Y, para colmo, ambos abusadores permanecen en el presbiterio, es decir; siguen siendo parte de la Iglesia. Esto es, francamente, inaceptable y contradictorio con lo que el propio Santo Padre dice y pide desde Roma.
Con todo, nos asiste la esperanza de que se produzca un cambio en nuestra diócesis de Osorno. En este contexto, cómo no recordar la reciente visita del P. Felipe Berríos a nuestra ciudad. Pudimos compartir, reflexionar y soñar una Iglesia más cercana, acogedora, dialogante y sin manchas que afecten su praxis misionera, tal como lo señalan las enseñanzas de Jesús el Nazareno.
También, agradecemos muy sinceramente su palabra libre, solidaria y comprometida con nuestra justa causa cuando señaló, acá en Osorno, clara y públicamente que: "Juan Barros es el punto que genera el conflicto: lo ideal sería que renuncie ahora, por amor a la Iglesia y a su misma vocación. No se empequeñecerá si renuncia, al contrario, seguirá siendo obispo hasta su muerte, pero que renuncie a su ejercicio le hará bien a todos...".