“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava” (Lc 1, 46-48).
“Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará” (Mt 6, 6). Este consejo se puede interpretar de manera literal o simbólica. Sin duda, es dentro de la persona donde se registran los efectos de la oración. Solo afecta a la persona lo escucha dentro de ella. Dice san Benito: “Escucha, hijo, los preceptos del maestro, y préstales el oído de tu corazón” (RB, Prólogo).
Paz interior: “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde” (Jn 14, 27).
Gozo en el corazón: “Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor” (Mt 25, 21).
Alegría del alma: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvado” (Lc 1, 46-47).
Entra dentro de ti y escucha