Amor. Jamás una palabra fue tan usada y a veces tan prostituida. ¿De verdad existe el amor o simplemente todos nos utilizamos unos a otros? ¿Es amor ese abrasivo sentimiento que atrapa a los enamorados adhiriéndolos al teléfono durante horas?

Enamorarse puede ser una experiencia preciosa o terriblemente desgastante sobre todo si te quedas enganchado a una persona imposible en una situación imposible, cosa que a casi todo el mundo le ha pasado alguna vez… Sea como sea, el enamoramiento tiene fecha de caducidad: dos años; y la chispa se extingue dejándote de nuevo en el andén, esperando al siguiente tren con la maleta llena de recuerdos más o menos bonitos, fotos que no sabes si borrar y que terminaron en una inevitable postre de amargura. Canciones de “amor” y “desamor” son más incontables que las estrellas del cielo y las arenas del mar juntas.

No digamos en España que se dice lo de “hacer el amor” que es un eufemismo para otras expresiones más mal sonantes al oído pacato y que no puedo aquí plasmar en esta web tan piadosa; bueno se podría decir “tener relaciones sexuales” en las que por lo visto el amor ya no es un ingrediente necesario. Si antes la cuestión era reproducirse cual conejos para llenar el mundo de una ingente prole para sostener reinos y alimentar trincheras hoy en la cosa sexual el ranking lo gana el placer y pasarlo chachi piruli, en la que el amor no tiene ninguna importancia. “Hacer el amor” sin amor.

Y no digamos en el mundo religioso. No digo lo del tema sexual, ni el enamoramiento, no se asusten ustedes. (De eso se habla poco… qué pasará el día que hablemos claro…). Me refiero al uso continuado y manoseado de la palabra “Amor”. “Amar a los pobres”, “Amar a los hermanos”, “amar a todos”. Qué cansancio a veces. Porque en las congregaciones se ama a los hermanos hasta que dejan de serlo. Si dejan la parroquia, la congregación o el sacerdocio, si se divorcian o si son gays, el presunto vínculo de la hermandad se volatiliza. No es en todas partes pero se da muchas veces. Todo era una mentira. La institución devora a sus hijos díscolos como Saturno se comía a los suyos sin una pizca de misericordia. Eras hermano o padre o hermana mientras estabas en el redil. Si saltabas la vaya te hacían el ostracismo, que es como matar a uno en vida pero peor; al menos los muertos tienen el descanso eterno y no se enteran; los vivos a los que echamos de nuestras vidas respiran el amargo aire del deprecio, la soledad y muchas veces la ingratitud.

Amor, amor, amor. ¿Estás ahí? Hace poco alguien me decía que el mundo está lleno de malas personas que lo único que les interesa es el dinero y el poder. Y que la historia es un inmenso campo de muertos sin nombre y de náufragos solitarios que intentan asirse a alguna tabla que nunca llega…

Sin embargo Jesús es el Amor hecho persona, con esa inacabable energía de perdón y de paz para los que le matamos habitualmente. “Pasó haciendo el bien” porque él es el Bien con mayúsculas subrayado y negrita y campanillas.

Jesús nos dice que el mandamiento principal es amar a Dios, que es el Amor mismo, según San Juan, que estaba muy enterado como discípulo y amigo muy querido y amado por su maestro. Amar el Amor, amar el Bien. Amar la Luz. Y eso nos lleva inevitablemente a amar a los hermanos. Que no es un amor de estampa meliflua, ni una frase de documento, ni una frase adolescente en la carpeta. El amor hace que una persona dé la vida por otra, que le dé la vida a otra, a la orilla de la cama del hospital, en medio de la selva, en clase, en la familia. Y es algo valiente, pues requiere esfuerzo y “tripas”; porque a veces no sientes nada más que ganas de irte a las Bahamas y que te dejen en paz ya, y sin embargo ahí sigues con tu familia, tu parroquia, tu grupo, tu comunidad religiosa o tus chicos de la Eso que acaban con la paciencia del Santo Job. Porque les quieres.

Amar es posible. Y el que ama sufre por lo que les pasa a los que incorporas a los recovecos de tu corazón. Sus sufrimientos son los tuyos, sus clavos taladran tu manos y tu mente en la noches de insomnio. El egoísta no tiene más que sus preocupaciones. Y su soledad. Pero el que ama se salva.

“Solo el Amor nos salva” llevo escrito en el anillo que mi abuela me regaló. Así termina mi musical 33 y así canto en mis canciones y predico desde el púlpito. El Amor existe, ¿Verdad?

"Amar la Luz. Y eso nos lleva inevitablemente a amar a los hermanos. Que no es un amor de estampa meliflua, ni una frase de documento, ni una frase adolescente en la carpeta"

Avisillos

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