"Llega la Cuaresma (...). 40 días en los que Jesús nos dice que podemos cambiar, podemos convertirnos" "¿La gente cambia? Dale a Dios la oportunidad"
“Convertíos y creed en el Evangelio”. Su amor incondicional nos demuestra que somos valiosos, valiosas ranas, valiosas bestias, con príncipes con corazón en nuestro interior. Dale a Dios la oportunidad para que te ayude a cambiar
¿La gente puede cambiar? ¿O los malos ya están marcados al rojo como si fuesen reses propiedad de Satanás? ¿Una persona que cometió un error o un crimen terrible como un hombre lobo despiadado tiene capacidad de despertar siendo de nuevo un niño o un príncipe?
La gente cambia. O no. Recuerdo una profesora de infantil que ante un niño de 4 años más bicho que una lagartija sentenciaba: “A este le va a ir mal en la vida”. ¡Pobre enano que ya estaba en el saco de los maleantes para siempre con su baby azul y sus mocos! Y de ahí al penal, en la fila de los presos que no tienen abogado de relumbrón. ¿La gente puede cambiar? ¿O los malos ya están marcados al rojo como si fuesen reses propiedad de Satanás? ¿Una persona que cometió un error o un crimen terrible como un hombre lobo despiadado tiene capacidad de despertar siendo de nuevo un niño o un príncipe? ¿Zaqueo ladrón puede pasarse a una Ong? ¿La samaritana ligerilla de cascos puede volver a la monogamia perenne?
Es cierto que nuestros cuerpos cambian; más bien muchas veces se ensanchan. Luchamos contra el paso del tiempo intentando mantener nuestra percha más o menos lozana. La juventud se extiende ya hasta los 50, 60 70 años. Pero es cierto que ese cambio es irrefrenable, exceptuando a La Preysler que está como cuando tenía 25 años, jejeje. El paso del tiempo va erosionando nuestros cuerpos y muchas veces nuestras ilusiones también, poco a poco, como un cuchillo invisible que va haciendo muescas en el corazón. Y pierdes un poco o mucho la fe en ti mismo, en los demás, incluso en el Amor, no digamos en las instituciones o en la misma Iglesia… Y así un día te miras en el espejo y ves en lo que te has convertido. Y no te gusta. O sí.
El príncipe malvado se convierte en rana por su egoísmo y pasa las noches en un triste nenúfar esperando el beso de una princesa que pueda rescatarle con su amor y así volver a ser persona. Lo mismito que le pasaba a la Bestia con Bella, que era una señorita muy leída que consiguió ver un buen corazón través de tanto pelaje. Y en ambos casos su amor les salva, ya sea del nenúfar solitario, ya sea del castillo que se volvió cárcel maldita.
Llega la Cuaresma, que siempre me sonó a tiempo de color morado, penitencias y torrijas. 40 días en los que Jesús nos dice que podemos cambiar, podemos convertirnos. Todos necesitamos retornar a la inocencia de lo que fuimos. Pero solos no podemos, no podemos volver a creer e ilusionarnos. Nos hace falta un beso de amor que nos despierte, que nos haga cambiar, que nos ayude a convertirnos en nuestra mejor versión.
Por eso Jesús se pasa la vida regalándonos besos invisibles, caricias de amor, milagros más o menos evidentes, para ayudarnos a volver a creer en la Mejor de las Noticias, “el Evangelio”. Todas las cosas buenas que Dios nos trasmitió a través de Jesús: que somos inmortales, poderosos, hermanos, con una enorme capacidad de extender el mundo bueno que Dios soñó.
“Convertíos y creed en el Evangelio”. Su amor incondicional nos demuestra que somos valiosos, valiosas ranas, valiosas bestias, con príncipes con corazón en nuestro interior. Dale a Dios la oportunidad para que te ayude a cambiar. Abre los ojos como cuando eras un niño y descubre que ves, que crees, que el Amor es como un mar que te rodea y que solo hay que tener la valentía de respirarlo, sal, azul, paz, Dios, Jesús. ¡Convertíos! ¡Tachán!
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