"Hay que escuchar a Jesús. Estamos en las manos de Dios" Toño Casado: "A Jesús le importaba un comino absolutamente todo lo que pensasen de él"
"No hay que tener miedo. Ni al monstruo imaginario que vive en el armario, ni al juicio de los hombres, ni a sus lanzas de odio. No hay que tener miedo a que nos juzguen. No hay que tener miedo a que cubran nuestro nombre de mierda de la mala y acaben con nosotros"
Mi pelo se ha ido cayendo año tras año. Estoy pensando seriamente si irme a Estambul a que me dejen con la cabeza como la de la Nancy, con los puntitos de pelo de muñeco… Porque resulta que ya soy un señor calvo, un cura calvo y barrigón, para más señas, qué pena de estereotipo cumplido. Recuerdo aquellas cortinillas, e incluso ensaimadas capilares, que se colocaban algunos compañeros míos con kilos de gomina y escaso éxito estético. Y me dice Dios que todos esos cabellos perdidos están contados, donde fueron cayendo, como hojas tristes y anónimas de otoño, sobre un peine, un hombro, una almohada... Así también se me fueron perdiendo algunas ilusiones y me fui acartonando, convirtiéndome en aquellos señores grises de Momo, con la sonrisa cada vez más esquiva. Como nos suele pasar a casi todos cuando crecemos, que aquel niño inocente que vivía para ver pompas de jabón y saltar sin más sobre los charcos se vuelve un señor ceñudo lleno de miedos a la alergia al jabón y a coger una pulmonía si se moja los pies.
No hay que tener miedo. Ni al monstruo imaginario que vive en el armario, ni al juicio de los hombres, ni a sus lanzas de odio. No hay que tener miedo a que nos juzguen. No hay que tener miedo a que cubran nuestro nombre de mierda de la mala y acaben con nosotros. Eso dice Dios. Pero no es fácil, porque vivimos pendientes de los “likes”, de si gustamos a pasamos por el aro, de si nos comprenden o nos quieran o nos aceptan. Y muchas veces hay gente que se pasa la vida aparentando ser alguien que no son, en una mascarada triste y muy cansina.
Es difícil mantenerse como Jesús que le importaba un comino absolutamente todo lo que pensasen de él y caminaba con una libertad que para algunos de sus coetáneos les resultaba francamente insultante. Así acabó, crucificado de mala manera. Y nosotros… Cómo acabaremos? La incertidumbre por un mañana que se torna oscuro nos siembra el cerebro de de esas hiedras estranguladoras del insomnio y nos pasamos la noche comiendo techo pensando en el trabajo, en las facturas, en los virus de las narices que se no se mueren y mutan los muy jodíos; noches en blanco que nos deparan cansados madrugones hacia no sabemos qué destino.
Pero hay que escuchar a Jesús. Estamos en las manos de Dios, sí, como los gorriones cada vez más escasos de nuestras ciudades, pardos y alegres. Dormimos cada noche en su palma como en un colchón de cariño infinito. Y no estamos solos y perdidos en un universo abisal y azul, en una historia salpicada de guerras y de miles y de millones y de millones y millones de muertos anónimos que nadie recuerda. Eres importante. Eres único. En tu pecho late el sagrado corazón de Dios que es el que te hace seguir vivo. No tengas miedo, por favor. Ni por el pasado que a veces te lastra ni por el futuro que a veces te inquieta. Estás aquí por algo, con la misión de ser tú mismo. Tus enemigos, sean los dragones que sean no podrán hacerte daño. Beberás un veneno mortal, llevarás serpientes en las manos como si fueran de globoflexia, y nada te hará daño. Porque en ti late el invencible corazón de Dios. Da igual el pelo, da igual la máscara. Dios te ve como lo que eres: un ser humano poderoso capaz de hacer milagros increíbles. Ya lo decía el Papa polaco con ese acento suyo polaco: “No tengáis miedo”. Respira y adelante.