200 años de la gestación de sus ‘Pinturas negras’ Goya: el indignado que incomodó a la Inquisición
El pintor fue un intelectual de los que demuestran que el arte es capaz de orientar la política
El Santo Oficio no comprendió la profundidad humana del arte de Goya, que quiso desterrar, caricaturizándolos, la superstición del pueblo sencillo y el adoctrinamiento al que lo sometía la jerarquía eclesiástica
En Por mober la lengua de otro modo la víctima ha sido condenada -como sugiere el título- solamente por rezar en una lengua diferente
En Por mober la lengua de otro modo la víctima ha sido condenada -como sugiere el título- solamente por rezar en una lengua diferente
| Lucía López Alonso
Si todavía hoy todo el mundo tiene algo que decir de Goya es porque Goya dejó dicho, a través de su arte, algo de todo lo que componía la sociedad que vivió. Nacido en 1746, en la actualidad el pintor sería un indignado: un intelectual de los que defienden y demuestran que el arte es capaz de orientar la política, condenando la corrupción y cualquier otra práctica que insulte el pensamiento crítico del ser humano. Por eso antes y en medio de la represión de Fernando VII se identificó con las corrientes filosóficas afrancesadas y denunció (por medio, sobre todo, de sus dibujos y grabados: las obras más personales) las perversiones de los que abusaban de su poder.
Uno de los grupos más afectados por esta crítica goyesca fue, sin duda, la Iglesia. Llena, como en otras etapas históricas, de estructuras injustas, privilegios y falta de honestidad, la institución no tardó en condenar a ese artista desafiante que hacía reír al pueblo comparando a los obispos con brujos. La Santa Inquisición, sí, acusó al genio cuya modernidad anticipó la altura intelectual y la libertad expresiva de los que vendrían después, desde finales del XIX: Freud, Sartre, Magritte, Buñuel... El Santo Oficio no comprendió la profundidad humana del arte de Goya y el pintor, por supuesto, no esperó esa comprensión.
'Devota profesión'
Unos clérigos, mitrados, parecen predicar utilizando -literalmente- unas tenazas para sostener la Biblia. Así representó Goya, en una composición de 1799, la Devota profesión de obispos, sacerdotes y demás religiosos. Quiso desterrar, caricaturizándolos, la superstición del pueblo sencillo y el adoctrinamiento al que lo sometía la jerarquía eclesiástica. Como había hecho unas décadas antes, por ejemplo, el inglés Hogarth, que representaba escenas tan elocuentes como la del Sermón a fieles dormidos.
Supo conjugar una suerte de espiritualidad con la Razón, con la que puso en cuestión las tradiciones religiosas
Con la llegada de la Ilustración, se habían empezado a extender por Europa ideas sociales como la secularización, consecuencia de revoluciones políticas esenciales en la Historia (como las que consiguieron que se escribiera la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano). Ese racionalismo, por otra parte, en el plano cultural se traduciría en el llamado "Neoclasicismo".
Sin embargo, es curioso que Goya no pueda encasillarse fácilmente ni en la frivolidad del "arte galante" dieciochesco ni en esa recuperación de la estética helenística que fue su contrapunto. Librepensador y figura de la contracorriente, supo conjugar una suerte de espiritualidad (basta pensar en su Oración en el Huerto o su Prendimiento de Cristo) con la Razón con la que puso en cuestión las tradiciones religiosas o estudiaba la Biblia cuando le encargaban un cuadro de esa temática. De hecho, cuando firmaba Francisco de Goya y Lucientes, lo hacía adrede, para subrayar la connotación racional (Lucientes como el Siglo de las Luces) de ese término, en oposición a los Caprichos de la época que denunciaba en sus grabados.
'Están calientes'
Con un doble sentido avasallador, Goya representó en uno de sus Caprichos nuevamente a un grupo de clérigos en actitud inmoral: dedicados a la gula, con las bocas bien abiertas, mientras el pueblo pasa frío ellos Están calientes. Igualmente, en su serie de los Sueños se encuentran imágenes mordaces como la del Sueño de bruja principianta, un dibujo que data de 1797. Una bruja con cuerpo de sátiro. Otra, con cabeza de lobo. Ambas entrelazadas con lujuria y, en segundo plano pero junto a ellas, de nuevo unos "obispos", que cantan luciendo sus mitras y un rostro tétrico.
Muertos de hambre
En paralelo a esa sátira al clero pecador, tan recurrente en los cuadernos de Goya, impresiona la serie de los Desastres de la Guerra, en la que el artista dibuja el panorama de violencia injustificada del que fue testigo en la ciudad de Madrid, capital del reino. Los Desastres son una lección de cómo el absolutismo (la corrupción, diríamos hoy) crea desigualdades, situaciones límite como la prostitución, se vale de la ignorancia... y mata de hambre. Como en Carretadas al cementerio, donde un carro carga un cadáver (la postura es la del Cristo del Descendimiento de Van Der Weyden, pero se trata de un muerto por inanición) que alguna parroquia se encargará de enterrar.
'Pinturas negras'
Ahora que se cumplen 200 años de cuando Goya lo gestó en su Quinta del Sordo (directamente sobre el muro), el conjunto de las Pinturas negras recupera nuestra atención envuelto en silencio y soledad. Pues sabemos que Goya ya tenía 63 años, casi no veía y estaba sordo cuando decidió empastar las paredes de su casa con escenas de misterio y monstruosidad.
En su obra El sueño de la razón, Buero Vallejo presentó, en los últimos años del franquismo, a Goya en este momento de su vida. En una escena, le visita un representante de la Inquisición y entonces el dramaturgo imagina una esperpéntica condena: "Por judío, masón, liberal, jacobino, insolente, impertinente, reincidente, pintor"... le colocan a Goya el mismo sambenito que él dibujó, por ejemplo, en Por mober la lengua de otro modo (1808). Un dibujo que concentra al espectador en el dolor de la víctima, condenada -como sugiere el título- solamente por rezar en una lengua diferente.
¿Qué sabemos del Perro semihundido de Goya? ¿No está, al contrario, emergiendo del agua o la arena? ¿Dibujó el maestro español la metáfora del viaje hacia la muerte, a partir de esas reminiscencias: la barca de Caronte, los perros que acompañaron al pintor... o que pueden representar al ser humano? Cada 'pintura negra' tiene su asombro visual y su significado confuso. Hombres leyendo parece estar describiendo la clandestinidad y el miedo a la censura (que Goya experimentó en carne propia). Asmodea alude a las ansias de libertad y huida dentro de un ambiente de opresión. Saturno devorando a sus hijos, según Diego Angulo Íñiguez, es "la fatalidad del triunfo de la ignorancia (···) sobre la ilustración"... Y la Leocadia, compañera de Goya, apoya un brazo sobre una especie de chimenea representando, según algunas hipótesis, la cercanía de la muerte a la vida.
'El sueño de la razón produce monstruos'
Goya no tardaría en verse condenado al exilio, lo que supuso la muestra más clara de la incomprensión de sus contemporáneos. Por eso su grabado más célebre, El sueño de la razón produce monstruos, parece una declaración de tristeza: la razón ha dejado de ser suficiente para la razón. Cambiar la superchería por ella no ha hecho mejor al ser humano. A los que la soñaron, nadie les advirtió que también produce monstruos... Por eso, al final, Goya opta por su derecho a la fantasía. Y reivindica, con esa modernidad incómoda, la utilidad del arte para ampliar las fronteras de la imaginación y combatir los abusos de poder. Su arte, hoy, nos sigue invitando a pensar y crear.
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