Exposición sevillana de Murillo en su IV Centenario Antonio Aradillas: Los niños Jesús de Murillo (y la pederastia)
La exposión contiene una representación excepcional de la sociedad: los pobres, los marginados, pecadores y penitentes, así como los potentados y ricos y obispos quienes les encargaron hacer perdurables sus famas con sus respectivos retratos.
Los ángeles niños que acompañan a la “Inmaculada Concepción, conocida como “La Colosal”, con túnica blanca y manto azul”, se configura como alegato evangelizador y reparador de los comportamientos “clericales” que el papa Francisco denuncia y condena
Sin retóricas y “andaluceras” exageraciones, aseguro que, con motivo de los cuatrocientos años del nacimiento del pintor Bartolomé Esteban Murillo, se celebra en Sevilla, y en su Museo de Bellas Artes, uno de los acontecimientos de dimensión local, nacional e internacional, que ha suscitado mayor interés en los últimos tiempos.
Procedentes de museos y colecciones particulares de diversos países, la exposición ofrece la posibilidad de extasiarse ante 55 cuadros, que constituyen una oportunidad excepcional para el encuentro, o reencuentro, de sus principales obras en el contexto plural a lo largo y ancho de nuestro mundo, visto e interpretado con los ojos de pintor tan universal, del que no se puede catalogar ni solo ni fundamentalmente con el apelativo de “religioso” por sus Inmaculadas y estampas devotas, sino por el contenido social y cívico.
La Sevilla y gran parte del mundo en general, del siglo XVII, - y de antes y después-, de forma comprometida y artística, se perpetúa a la perfección en la obra de Murillo, recopilada y expuesta en la edición de su cuarto centenario.
En esta ocasión informativa, comprobando el interés suscitado en hileras, colas y filas permanentes, prescindiendo de otro tipo de valoraciones propias de artistas, sociólogos e historiadores, me limito sobre todo a hacerme eco de comentarios y reacciones suscitadas por parte de los visitantes:
Ni puede ni debe afirmarse de Murillo que es solo o fundamentalmente un pintor religioso por haber ascendido al honor de los altares y a los museos y colecciones particulares, a Cristos, Vírgenes, apóstoles, santos, y santas, monjes o monjas.
"Murillo no es pintor “de” y “para” los monjes y monjas, es pintor religioso de verdad"
A Bartolomé Esteban Murillo, habría que canonizarlo a él mismo, por haber vivido y sabido interpretar y expresar con realismo y veracidad la autenticidad de sociedad y de la Iglesia en los personajes- objetos y motivos – de su inspiración artística, entre ellos y de modo excepcional en los pobres, los marginados, pecadores y penitentes, así como en los potentados y ricos y obispos quienes les encargaron hacer perdurables sus famas con sus respectivos retratos.
Murillo no es pintor “de” y “para” los monjes y monjas, devotos y devotas, fundadores y fundadoras de Órdenes y Congregaciones Religiosas y milagros de la Biblia y de los santos evangelios. Es pintor religioso de verdad, también y sobre todo, por serlo de los pobres, de los marginados, de los arrodillados, flagelados y mártires con figuras de Cristo. Es pintor religioso de verdad, porque lo es de mujeres como Justa y Rufina, de escenas familiares como la de las Bodas de Caná, el Hijo Pródigo, san Diego de Alcalá dando de comer a los pobres…
Fue, es y será pintor cristiano y humano, porque de modo sorprendente, congruente y consecuente, en escenas tales como el niño riendo, la pequeña vendedora de fruta, la vieja despiojando a un niño, niños jugando a los dados, invitación al juego de la argolla, la Virgen con el Niño, san Juan Bautista niño, la Sagrada Familia con san Juanito, el joven gallero, desposorio místico de santa Catalina, el buen pastor…
Ante tantos cuadros familiares y en los tiempos tan antinaturales y pecadores como vive la Iglesia, con sacerdotes, obispos, arzobispos, cardenales, monjes y monjas, profanadores y abusadores de la infancia, una adoctrinadora solución será la de invocar e imitar a Murillo para que de por vida le preste sus ojos a los miembros de la jerarquía y vean su realidad, tal y como la vio, admiró y perpetuó el pintor sevillano.
Los ángeles niños que acompañan a la “Inmaculada Concepción, conocida como “La Colosal”, con túnica blanca y manto azul”, se configura como alegato evangelizador y reparador de los comportamientos “clericales” que el papa Francisco denuncia y condena. No en balde fueron los propios franciscanos quienes, con tales detalles, les hicieron el encargo de este cuadro a nuestro pintor.
El estudio, la contemplación, la veneración y la admiración de los cuadros con niños, de Murillo, alienta una fervorosa cruzada cristiana a favor del respeto que en la Iglesia se le debe a la infancia, con redoblada condena contra quienes, siendo y actuando como “representantes” de Dios, y hasta en su nombre, -como educadores y ministros-, fueron a la vez sus profanadores indignos.
La visita a la exposición sevillana de Murillo en su IV Centenario, puede ser, y es, tan evangelizadora o más que toda una Cuaresma, unos Ejercicios Espirituales Ignacianos, o un curso de doctorado en teología moral y en Ciencias Religiosas.
Estoy convencido de que, por muy confusos y distorsionados que los clérigos tengan los ojos, contemplados los niños y las escenas familiares pintadas por Murillo, tal vez sea todavía milagrosamenteposible curarlos, pero siempre con la reparación correspondiente y el firme propósito de enmienda…