El Amor busca, espera, se alegra con quien vuelve, no exige confesión detallada… Dios se hace visible en la vida de Jesús (Domingo 6º Pascua B 2ª lect. 05.05.2024)

“Amor” es el mejor predicado del Dios

Comentario:Sólo quien ama conoce a Dios” (1Jn 4,7-10)

Leemos un fragmento de la tercera parte de la 1ª de Juan: “la fe en Jesús nos lleva al Dios-Amor” (4,7-5,12). En los dos primeros versículos aparece seis veces la misma raíz verbal griega: agap-etói, agap-ómen, agáp-e (2), agap-ón (2): “amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (4,7-8). Este lexema es raro en el griego clásico, pero muy abundante en el Nuevo Testamento (320 veces). Se traduce por “amor” o “caridad”: amor desinteresado, hace el bien sin esperar recompensa.

Benedicto XVI, en su encíclica “Deus caritas es” (25.12. 2005), reseña la ambigüedad actual: “el término «amor» se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes” (n. 2). “«Agápe» es la expresión característica para la concepción bíblica del amor... El amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca” (n. 6). Es el amor gratuito, incondicionado y universal, que Jesús atribuye a Dios (Mt 5,38ss; Lc 6,27ss).

Amor” es el mejor predicado del Dios:Dios es amor”. Lo reitera más adelante: “nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (4,16). Este amor supone que “hemos nacido de Dios y conocemos a Dios”. Lo remata más adelante: “Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (4,20).

El Amor se ha encarnado en Jesús:En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él” (v.9). Este amor es puro don. Dios, por pura gracia: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él” (Jn 3,16s). Aceptando a su Hijo, recibimos su mismo Espíritu que hace nacer el amor en nosotros: “gracia-amor-verdad” de Dios (Jn 1,16-17).

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados” (v. 10).Jesús hace visible el amor divino: acoge a todos, cumplan o no la ley, cura, comparte su comida, perdona cómo perdona Dios… Lo aclara en las parábolas de la misericordia (Lc 15): el Amor busca, espera, se alegra con quien vuelve, no exige confesión detallada…

El último versículo de la lectura de hoy dice que Dios “envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados” (v. 10). “Víctima de propiciación” es una perífrasis que traduce la palabra griega“hilasmós”: “propiciación”, “medio por el cual se perdonan los pecados”. La palabra “víctima” sobra; induce a interpretar a Jesús como víctima que Dios exige como “satisfacción”, “sustitución” o “compensación”. Sería un “dios” egoísta, violento, sádico... Contrario al Padre que vemos en Jesús. Es mejor traducir: “envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados”. En su Hijo, Dios mostró y realizó su ser “propicio”, favorable, misericordioso. Y, por ello, Jesús le llamaba “Padre mío y Padre vuestro, Dios mío y Dios vuestro” (Jn 20,17).

Oración:Sólo quien ama conoce a Dios” (1Jn 4,7-10)

Jesús, coinciden tu evangelio y la carta de Juan:

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;

permaneced en mi amor.

Este es mi mandamiento:

que os améis unos a otros como yo os he amado…” (Jn 15,9ss).

Queridos hermanos, amémonos unos a otros,

ya que el amor es de Dios,

y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

Quien no ama no ha conocido a Dios,

porque Dios es amor” (1Jn 4,7-8).

Cristo Jesús, tú encarnas la presencia de Dios:

ciertamente, “a Dios nadie lo ha visto jamás;

Tú, Dios unigénito, que estás en el seno del Padre,

eres quien lo ha dado a conocer” (Jn 1,18).

En ti, Jesús, vemos el amor de Dios:

en esto se manifestó el amor que Dios nos tiene:

en que Dios envió al mundo a su Unigénito,

para que vivamos por medio de él.

En esto consiste el amor:

no en que nosotros hayamos amado a Dios,

sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo

como propiciación por nuestros pecados” (1Jn 4,9-10).

Dios nos eligió en ti, Cristo, antes de la fundación del mundo:

para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor.

Él nos ha destinado por medio tuyo, Jesucristo,

según el beneplácito de su voluntad,

a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia,

que tan generosamente nos ha concedido en ti, el Amado.

En ti, por tu sangre, tenemos la redención, el perdón de los pecados,

conforme a la riqueza de la gracia

que en su sabiduría y prudencia ha derrochado sobre nosotros,

dándonos a conocer el misterio de su voluntad:

el plan que había proyectado realizar por ti, Cristo,

en la plenitud de los tiempos:

recapitular en ti, Cristo, todas las cosas del cielo y de la tierra” (Ef 1,4-10).

En tu vida, Jesús, Dios se ha hecho visible:

claramente lo percibieron en tu vida y palabras:

Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre...

Quien me ha visto a mí ha visto al Padre…

Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia.

El Padre, que permanece en mí,

él mismo hace las obras” (Jn 14,7ss).

El Padre nos atrae al contemplar tu vida:

que habla y acoge a todos, cumplan o no con la ley;

que cura, comparte la mesa, enseña a orar sinceramente;

que explica cómo trata Dios a los que viven en desamor:

los busca, espera, se alegra con quien decide volver,

no pide explicaciones, los sienta a la mesa del Amor…;

que sólo nos pide: “debéis lavaros los pies unos a otros”,

            “amaos unos otros como yo os amo”,

            “haced esto en memoria mía”.

Jesús, amor de Dios:

queremos “permanecer en tu amor;

queremos que “tu alegría esté en nosotros”;

queremos “amarnos unos a otros como tú nos has amado”;

queremos ser y “hacer tu memoria, tu vida entregada,

dar la vida por los amigos”, los hermanos.

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