"Tú haces re-nacer el mundo" El Dios de la mujer fuerte
"María es cuerpo de mujer habitado, visitado y colmado por la gracia de un encuentro que ha impreso en su seno los rasgos de un Dios-Verbo"
"Cuando la Palabra de Dios nos llega nos infunde su energía creativa y nos saca de los callejones sin salida del cerebro, empujándonos hacia el mundo. Nos libera del repliegue narcisista y nos conduce hacia la tierra del otro"
"Hay una vida nueva que pone en el camino a aquella joven de Nazaret; un anticipo de resurrección susurra ya en el pisoteo de esos pasos puestos 'en camino' de la mujer que lleva a Dios en la sangre"
"¿Hasta qué punto dejamos que la Palabra cree en nosotros, también hoy, una forma de vivir nueva, responsable y libre? ¿Cuánto nos emancipa la Palabra de un sistema social que exige obediencia a convenciones, clichés y estereotipos?"
"Hay una vida nueva que pone en el camino a aquella joven de Nazaret; un anticipo de resurrección susurra ya en el pisoteo de esos pasos puestos 'en camino' de la mujer que lleva a Dios en la sangre"
"¿Hasta qué punto dejamos que la Palabra cree en nosotros, también hoy, una forma de vivir nueva, responsable y libre? ¿Cuánto nos emancipa la Palabra de un sistema social que exige obediencia a convenciones, clichés y estereotipos?"
Reconocer que estamos habitados, en el cuerpo, por un anuncio de vida y por una promesa capaz de ampliar el futuro (no sólo personal sino comunitario) tiene la consecuencia natural de ponerse en camino.
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María es cuerpo de mujer habitado, visitado y colmado por la gracia de un encuentro que ha impreso en su seno los rasgos de un Dios-Verbo. Es un Dios alineado del lado de la humanidad pequeña, marginal y cotidiana. Y es en su casa de Nazaret donde el ángel la alcanza.
Incluso antes de emprender su camino, María se levanta, se eleva, podría decirse que resucita.
Hay una vida nueva que pone en el camino a aquella joven de Nazaret; un anticipo de resurrección susurra ya en el pisoteo de esos pasos puestos 'en camino' de la mujer que lleva a Dios en la sangre.
Cuando la Palabra de Dios nos llega nos infunde su energía creativa y nos saca de los callejones sin salida del cerebro, empujándonos hacia el mundo. Nos libera del repliegue narcisista en nosotros mismos y nos conduce hacia la tierra del otro. En María la Palabra se hace camino, pasos, sudor y esfuerzo, una búsqueda que espera un encuentro.
Una vida en el seno materno es una huella del futuro, y esto es lo que hace María: camina en el mañana, en la tierra del mañana; ya está recorriendo los caminos de su hijo Jesús y los de todos nosotros, la Iglesia de su Hijo.
Su embarazo, humanamente hablando, imposible o, al menos, impredecible.
¿Hasta qué punto dejamos que la Palabra cree en nosotros, también hoy, una forma de vivir nueva, responsable y libre? ¿Cuánto nos emancipa la Palabra de un sistema social que exige obediencia a convenciones, clichés y estereotipos? Somos verdaderamente personas que no dependen de ningún sistema: ¿personas capaces de tomar nuevas decisiones?
María re-conoce la obra de Dios. La Palabra es relación y crea relaciones. También nosotros estamos llamados a hacer esto: a re-conocernos unos a otros que Dios planta su tienda en el corazón del otro y gracias a su Palabra, sembrada en nosotros, tomamos conciencia de la ternura divina guardada en el cuerpo y en la presencia de cada uno.
La primera bienaventuranza del Evangelio, en Lucas, encuentra en María su formulación inesperada: "Bienaventurada la que creyó que se cumplirán las cosas dichas por el Señor"; que, tal vez, sea precisamente la raíz original de toda bienaventuranza en palabras de su Hijo: "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen".
En efecto, somos bienaventurados cuando creemos que lo que Dios nos da en su Palabra no es "sólo" una palabra, sino en lo que dice, en lo que es su promesa, ya es la señal de su cumplimiento. Creer en la Palabra es recorrer un camino que anticipa su cumplimiento y lo manifiesta.
El que cree es, por tanto, bienaventurado en la medida en que se siente en constante movimiento; ya que la 'fe' no es la consecución de certezas que defender sino la apertura de nuevos caminos, de horizontes que buscar y vivir juntos, incluso sin haber visto -"Bienaventurados los que creen sin haber visto"-.
María nos enseña a poner nuestra vida en un proyecto, en un proyecto gigantesco, en la imaginación de Dios, en la creatividad de Dios, en el sueño de Dios.
Aparte de nuestras pequeñas (y legítimas) satisfacciones. Nuestra vida está al servicio del gran plan, de la gran salvación. Si nuestras experiencias personales no nos satisfacen plenamente, no importa. Nuestra vida sólo se realiza si va en la dirección correcta. Sólo si es parte de la vida de Dios.
Y María es la que nos enseña a hacer de nuestra vida una obra maestra en las manos de Dios. No juzgamos el éxito de una vida según los criterios cuestionables que nuestro mundo nos impone. Podemos incluso tener una vida marginal y mediocre a los ojos del mundo. Y no haber logrado ninguno de los sueños que podríamos haber logrado. Es posible que hayamos tenido que afrontar una discapacidad grave o acontecimientos inesperados y dolorosos. También podemos sentirnos unos fracasados y serlo al final.
Pero María nos enseña que cada vida es preciosa en Dios. Y hasta la pieza más insignificante es fundamental en la creación del gran mosaico.
Porque es María quien nos invita a levantar la mirada, a ir más lejos, a soñar, a no contar los días con los dedos de las manos. Para atrevernos al futuro. Para gritar la esperanza. Para alumbrar la promesa. Para construir la catedral gótica del Reino.
Y lo hace siendo, contra toda evidencia y grandeza, la madre de la esperanza, la guardiana del futuro, la madre misma de Dios.
Y pensando en el don de María, que nos abre a acoger la novedad de Jesús, deseo dedicar las palabras de esta oración a la que es nuestra Madre según el testamento de su Hijo en la cruz (Juan 19, 26):
Dios de la mujer fuerte,
Tú haces re-nacer el mundo.
Tú, mujer fecunda, eres el futuro del mundo,
madre siempre embarazada de Dios.
Contigo, María, toda la creación se convierte
en un útero para dar a luz a un mundo nuevo.
Tu fe en camino, itinerante peregrina,
camina sin miedo
porque es el amor el que te lleva alto,
porque es el amor el que vence al miedo.
Que también las Iglesias sean como Tú,
preñadas de Dios, encintas de amor, grávidas de esperanza.
En Ti se prepara el nuevo tiempo,
en tu Sí se encierra un nuevo sueño
y Dios re-nace en el corazón de la tierra.