Martirio EDITH STEIN, LA SANTA DE AUSCHWITZ

Esta breve carta de la profesora de filosofía impresiona por su clara percepción del desastre que se avecinaba: la persecución de los judíos, la sucesiva de los cristianos y el juicio de la historia sobre quienes permaneciesen callados

En la vida de Edith Stein el ser humano moderno ve reflejado su propio destino, con sus revoluciones ideológicas, con su alejamiento de Dios, su ansia de verdad y amor redentor de Dios

Edith Stein, conocida posteriormente por sor Teresa Benedicta de la Cruz, viene a ser como un faro que orienta al ser humano actual hacia lo único real, hacia la única verdad, hacia el único sentido de la existencia, por el que la vida merece vivirse: hacia Dios, que es al mismo tiempo la verdad y el amor

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Carta de Edith Stein al Papa Pío XI, el 12 de abril de 1933:

Santo Padre:

Como hija del pueblo judío, que, por la gracia de Dios, desde hace once años es también hija de la Iglesia Católica, me atrevo a exponer ante el Padre de la Cristiandad lo que oprime a millones de alemanes.

Desde hace semanas vemos sucederse acontecimientos en Alemania que suenan a burla de toda justicia y humanidad, por no hablar del amor al prójimo. Durante años los jefes nacional-socialistas han predicado el odio a los judíos. Después de haber tomado el poder gubernamental en sus manos y armado a sus aliados, entre ellos a señalados elementos criminales-, ya han aparecido los resultados de esa siembra de odio. Hace poco, el mismo gobierno admitió el hecho de que ha habido excesos. No nos podemos hacer una idea de la amplitud de estos hechos porque la opinión pública está amordazada. Pero a juzgar por lo que he venido a saber por informaciones personales, de ningún modo se trata de casos aislados. Bajo presión de voces del extranjero el régimen ha pasado a métodos "más suaves". Ha dado la consigna de que no se debe "tocar ni un pelo a ningún judío". Pero con su declaración de boicot lleva a muchos a la desesperación, pues con ese boicot roba a los hombres su mera subsistencia económica, su honor de ciudadanos y su patria. Por noticias privadas que he conocido en la última semana, ha habido cinco casos de suicidio a causa de estas persecuciones. Estoy convencida de que se trata sólo de una muestra que traerá muchos más sacrificios. Se pretende justificar con el lamento de que los infelices no tienen suficiente fuerza para soportar su destino. Pero la responsabilidad cae en gran medida sobre los que los llevaron tan lejos. Y también cae sobre aquellos que guardan silencio acerca de esto. Todo lo que ha acontecido y todavía sucede a diario viene de un régimen que se llama "cristiano". Desde hace semanas, no solamente los judíos, sino miles de auténticos católicos en Alemania, y creo que en el mundo entero, esperan y confían en que le Iglesia de Cristo levante la voz para poner término a este abuso del nombre de Cristo. Esa idolatría de la raza y del poder del Estado, con la que, día a día, se machaca por radio a las masas, ¿acaso no es una patente herejía? ¿No es la guerra de exterminio contra la sangre judía un insulto a la Sacratísima Humanidad de Nuestro Redentor, a la Santísima Virgen y a los apóstoles? ¿No está todo esto en absoluta contradicción con el comportamiento de Nuestro Señor y Salvador quien aún en la Cruz rogó por sus perseguidores? ¿Y no es esto una negra mancha en la crónica de este Año Santo que debería ser un año de paz y de reconciliación?

Todos los que somos fieles hijos de le Iglesia y que consideramos con ojos despiertos la situación en Alemania nos tememos lo peor para la imagen de la Iglesia si se mantiene el silencio por más tiempo. Somos también de la convicción de que, a la larga, ese silencio de ninguna manera podrá obtener la paz con el actual régimen alemán. La lucha contra el catolicismo se llevará por un tiempo en silencio, y por ahora con formas menos brutales que contra el judaísmo, pero no será menos sistemática. No falta mucho para que pronto en Alemania ningún católico pueda tener cargo alguno si antes no se entrega incondicionalmente al nuevo rumbo.

A los pies de Su Santidad pide la Bendición Apostólica

Dra. Edith Stein.

Esta breve carta de la profesora de filosofía impresiona por su clara percepción del desastre que se avecinaba: la persecución de los judíos, la sucesiva de los cristianos y el juicio de la historia sobre quienes permaneciesen callados. Cuatro años más tarde, Pío XI publicó la encíclica «Mit Brennender Sorge» contra el nazismo, preparada en parte por su secretario de Estado, Eugenio Pacelli, quien le sucedería como Pío XII. Pero en 1993, Hitler y su Gobierno, con mayoría de miembros protestantes, se presentaban como cristianos e instrumentalizaban el cristianismo para ganar complicidad en el abuso contra los judíos.

Nosotros ahora nos proponemos acercarnos un poco a la persona de Edith Stein para comprender su posición vital, su pensamiento y su testimonio. En realidad, toda la biografía de Edith Stein se puede ver como un itinerario hacia Dios:

En la vida de Edith Stein el ser humano moderno ve reflejado su propio destino, con sus revoluciones ideológicas, con su alejamiento de Dios, su ansia de verdad y amor redentor de Dios. Ve en ella una persona que ha conllevado sus mismas miserias y que posee una comprensión extraordinariamente fina, maternal y compasiva para con las cosas menudas de la vida cotidiana. La grandez intelectual de Edith Stein no le sobrecoge, porque esa grandeza queda muy por detrás de su vida realmente envidiable, totalmente impregnada del amor de Dios. De este modo, Edith Stein, conocida posteriormente por sor Teresa Benedicta de la Cruz, viene a ser como un faro que orienta al ser humano actual hacia lo único real, hacia la única verdad, hacia el único sentido de la existencia, por el que la vida merece vivirse: hacia Dios, que es al mismo tiempo la verdad y el amor1.

Se trata de un camino que ofrece tres etapas bien diferenciadas: la fenomenológica, la tomista-cristiana y, finalmente, la mística. Vamos a seguir cada una de ellas. 

1  T. A. MATRE DEI, Edith Stein. En busca de Dios, Verbo Divino, Estella 1980, 11.

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