Para el filósofo y antropólogo Ferdinard Ebner, después de los desastres de la Primera Guerra Mundial afirmaba que Europa ha entendido la cultura como «un mero soñar con el espíritu» que es distinto de «vivir una auténtica vida espiritual». Soñar con el espíritu indica reducir la vida espiritual a una trama de experiencias evanescentes, ensoñadoras, poco realistas. La verdadera vida en el espíritu surge cuando se establece una relación auténtica entre un yo y un tú. Vivir experiencias artísticas y literarias sin crear relaciones fecundas, comprometidas, con las demás personas puede parecer una forma noble de vida espiritual. De hecho, solo un ser dotado de espíritu puede realizar tales experiencias. Para Ebner, sin embargo, no tienen la capacidad creativa de vida personal que presenta la relación mutua de dos o más personas que se tratan con la intimidad y el compromiso que implica el considerar a otra persona como un «tú», no como un «ello», una realidad objetiva que uno puede manipular, dominar (Cf. J. Puente López, Ferdinand Ebner. Testigo de la luz y profeta, revista Estudios, Madrid 2008).
Del Premio Nobel de Medicina Dr. Alexis Carrel, no deberíamos desoir la siguiente advertencia: «La sociedad moderna ha cometido el error fundamental de desobedecer la ley del ascenso del espíritu. Ha reducido arbitrariamente el espíritu a la inteligencia. Ha cultivado la inteligencia porque esta nos permite, gracias a la ciencia, dominar todas las cosas. pero ha olvidado las otras actividades del espíritu, por ejemplo el sentido moral, el carácter, la audacia, el sentido de lo bello, el sentido de lo sacro. Las escuelas no enseñan ni a someterse a si mismo a disciplina, ni el orden, ni la cortesía, ni el coraje. Los programas escolares no ponen suficientemente a los niños en contacto con la belleza de las cosas y del arte.» (Cf. Réflexions sur la conduite de la vie, Plon, París 1950, 96, 174, 176).
Según estas dos opiniones, la respuesta a la pregunta de cómo vivir una auténtica vida espiritual, consiste en «hacer silencio», que es el alimento de nuestra Inteligencia Espiritual (IES), que es la que da sentido y orientación a nuestra vida. Es abrir el corazón al Espíritu de Dios, que nos ayudará a orientar nuestra Inteligencia Racional (IR) y a controlar de sus pasiones nuestra Inteligencia Emocional (IE). Gracias al silencio contemplativo y relacional descubrimos nuestra vocación y el sentido de nuestra vida. Es decir, podemos vivir una auténtica vida espiritual.