El cardenal de Barcelona escribe a los Reyes Magos Los regalos de Dios, los más valiosos
En esta carta, más que pediros regalos, deseo daros las gracias por todo lo que hacéis por nosotros. Lleváis alegría a muchas familias que viven sumidas en la oscuridad, en la angustia provocada por la crisis económica, en el dolor provocado por la fractura familiar o por la pérdida de un ser querido
Tuvisteis, queridos Reyes Magos, el privilegio de recibir un regalo excepcional y único: coger en brazos al Hijo de Dios hecho persona
Jesús es el mayor regalo de Navidad que jamás haya recibido la humanidad. Dios nos ofreció este regalo aun sabiendo que su hijo iba a sufrir la más cruel de las muertes. Lo hizo para poder liberarnos del pecado y para que pudiéramos alcanzar la vida eterna
Jesús es el mayor regalo de Navidad que jamás haya recibido la humanidad. Dios nos ofreció este regalo aun sabiendo que su hijo iba a sufrir la más cruel de las muertes. Lo hizo para poder liberarnos del pecado y para que pudiéramos alcanzar la vida eterna
| Juan José Omella, cardenal arzobispo de Barcelona
Queridos Reyes Magos:
En estas fechas vuestra llegada es muy esperada por todos los niños, deseosos de recibir algún regalo. A todos nos gusta que nos hagan regalos, también a los adultos. Vosotros tuvisteis el privilegio de recibir un regalo excepcional y único: ver y coger en brazos a un bebé, el Hijo de Dios hecho persona. Fue tan impresionante esta experiencia y una fuente de tanta alegría que, desde entonces, hace ya 2021 años, cada año, en estas fechas, seguís visitando al Niño Dios.
En esta carta, más que pediros regalos, deseo daros las gracias por todo lo que hacéis por nosotros. Lleváis alegría a muchas familias que viven sumidas en la oscuridad, en la angustia provocada por la crisis económica, en el dolor provocado por la fractura familiar o por la pérdida de un ser querido. Gracias por invitarnos a orientar nuestra mirada hacia los más pequeños, escapando, aunque sea por unas horas, del dolor y de la angustia que muchos hermanos y hermanas padecen.
Vuestra incansable búsqueda de la verdad, descifrando los oráculos, la grandeza y la belleza del cosmos, encontró sosiego al llegar a ver cumplidas las profecías en una manifestación tan realista, humilde y tierna de Dios, en la persona del Niño Jesús. Gracias por sostener nuestra esperanza al compartir esa alegría.
Nos recordáis que vuestros regalos no son más que una manera de manifestar a Dios vuestra profunda alegría por haberos revelado su verdadero rostro. Dios es capaz de nacer en un lugar humilde y con muchas incomodidades, como tantos niños migrantes que nacen en el camino hacia la «tierra prometida». Dios comparte nuestros malestares, sufrimientos e incomodidades. Nos ayuda siempre. Dios es profunda ternura y delicadeza para cada uno de nosotros.
Nos habéis obsequiado con el mayor regalo de la Navidad: la confirmación de que Dios se ha hecho uno de nosotros para mostrarnos cuánto nos ama. Sí, Dios nos quiere a todos como hijos e hijas suyos. Solo falta que nosotros también queramos acogerlo como Padre.
Gracias a vosotros, descubrimos que los regalos de Dios son los más valiosos que podemos recibir. El primero que recibimos es la vida. Dios nos regala la vida y nos rodea de muchísimos elementos para que la vivamos en plenitud: las estrellas, la luna, el mar, el cielo, la tierra, los animales, las personas que amamos… Además, Dios nos ha dado inteligencia para que lo podamos conocer y voluntad para que lo podamos elegir libremente y amar.
Jesús es el mayor regalo de Navidad que jamás haya recibido la humanidad. Dios nos ofreció este regalo aun sabiendo que su hijo iba a sufrir la más cruel de las muertes. Lo hizo para poder liberarnos del pecado y para que pudiéramos alcanzar la vida eterna.
Queridos Reyes Magos, acabo esta carta deseando un feliz año a todos, un año lleno de salud y de esperanza. También os ruego que nos ayudéis a avanzar con buen pie por el camino sinodal que hemos iniciado con tanta ilusión.
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