La Iglesia, ante la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado Omella: "Transformemos las «fronteras» en lugares de intercambio y de encuentro"

Todos somos migrantes
Todos somos migrantes

"Hacer que ellos (los migrantes, los marginados, aquellos que habitan las periferias existenciales) se conviertan en un «nosotros» depende de cada uno de nosotros, depende de que logremos hacerlos cercanos y de que los incluyamos en nuestra comunidad de una manera real"

"La Iglesia de Barcelona es cada día una comunidad más diversa, formada por personas con multitud de orígenes, sensibilidades, lenguas y referencias culturales, una riqueza con riesgo de no reconocerla y subestimarla"

Este domingo celebramos la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado en la cual el papa Francisco nos propone un lema sugerente: «Hacia un nosotros cada vez más grande».

En esta Jornada nos centramos en aquellas personas que llegan a nuestro país a lo largo del año forzados por diferentes circunstancias. La sensibilidad cristiana nos empuja a acogerlos, a ofrecerles alimento, un techo y nuestro calor. Pero si meditamos bien las palabras que ha elegido el Papa, hallaremos en ellas un reto, un gran deseo, que el Papa ya nos avanzaba en la Carta encíclica Fratelli Tutti cuando decía: «Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino solo un “nosotros”» (FT 35).

Si revisamos un poco la gramática, veremos que cuando decimos «los otros», nos referimos a una tercera persona plural, a personas que no están cerca de nosotros o con nosotros, personas entre las que hay una cierta distancia. En cambio, cuando decimos «nosotros», que es gramaticalmente la primera persona plural, expresamos una pluralidad de individuos que tenemos muy cerca, con nosotros. Tras este breve análisis podemos entender el deseo del Santo Padre: acortar distancias.

Hacia un nosotros cada vez más grande

Hacer que ellos (los migrantes, los marginados, aquellos que habitan las periferias existenciales) se conviertan en un «nosotros» depende de cada uno de nosotros, depende de que logremos hacerlos cercanos y de que los incluyamos en nuestra comunidad de una manera real.

La Iglesia de Barcelona es cada día una comunidad más diversa, formada por personas con multitud de orígenes, sensibilidades, lenguas y referencias culturales, una riqueza con riesgo de no reconocerla y subestimarla. Necesitamos, a la luz del Espíritu Santo, un diálogo y un intercambio que ayude a hacer posible la comunión entre personas diversas.

En la Iglesia y, por extensión, en toda la sociedad, es importante construir puentes para superar los muros que nos separan, muros que a menudo son invisibles, pero que perpetúan la marginación de algunos miembros de la comunidad que nunca sentimos que formen parte de un «nosotros».  La gran familia que es la Iglesia, con la ayuda de Dios, quiere ser un agente de comunión, un testimonio de que es posible vivir el encuentro con los que son diferentes. La Iglesia es una familia universal.

Migrantes
Migrantes

Estamos iniciando ahora un proceso de remodelación diocesana en comunidades pastorales que nos debe llevar a trabajar de forma más cohesionada entre parroquias vecinas para hacerlas más misioneras. Hay que hacerlo sinodalmente, es decir, en comunión, con la participación de los laicos, los consagrados y los ministros ordenados. También habrá que tener muy presente la opinión de los llegados de otras tierras. Unidos, trabajando en equipo y bajo la guía del Espíritu Santo podremos potenciar la dimensión maternal y evangelizadora de la Iglesia barcelonesa.

Queridos hermanos y hermanas, hacemos nuestro el deseo del papa Francisco de caminar juntos hacia un nosotros cada vez más grande, asegurando que nadie quede excluido. Transformemos las «fronteras» en lugares de intercambio y de encuentro.

† Cardenal Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona   

Primero, Religión Digital
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