"Imitemos el seguimiento apasionado de Jesús que tuvo el evangelista" San Mateo, el evangelista de este año
"El Concilio Vaticano II, para enriquecer este itinerario y facilitar a los fieles el acceso a la Palabra de Dios, dispuso tres ciclos de lecturas bíblicas para los domingos y fiestas, que se siguen en años consecutivos"
"Este nuevo año litúrgico seguiremos el ciclo A, en el que la Iglesia propone la lectura del Evangelio de san Mateo durante los domingos del tiempo ordinario y del tiempo de Adviento, que hoy iniciamos"
"San Mateo dirige su Evangelio a personas de cultura judía, y, por ese motivo, hace referencias frecuentes al Antiguo Testamento; son para él el punto de partida para hablar de Jesús y su misión"
"Uno de los casos más claros de esta forma de hacer es el 'sermón de la montaña', en el que Jesús nos regala el sentido más profundo de los mandamientos de la Ley de Dios. La narración de Mateo es también la que nos habla más directamente de la Iglesia"
"San Mateo dirige su Evangelio a personas de cultura judía, y, por ese motivo, hace referencias frecuentes al Antiguo Testamento; son para él el punto de partida para hablar de Jesús y su misión"
"Uno de los casos más claros de esta forma de hacer es el 'sermón de la montaña', en el que Jesús nos regala el sentido más profundo de los mandamientos de la Ley de Dios. La narración de Mateo es también la que nos habla más directamente de la Iglesia"
Este domingo empezamos un nuevo año litúrgico, en el curso del cual meditaremos y conmemoraremos todo el misterio de Dios revelado en Jesucristo. Es un recorrido desde la encarnación, pasando por la cruz, muerte y resurrección de Jesucristo, que culmina con Pentecostés y con el inicio de la vida de la Iglesia. Una Iglesia que avanza a la espera de la venida definitiva del Señor. El año litúrgico se clausura con la celebración de Jesucristo como Rey del Universo, que celebrábamos el pasado domingo.
El Concilio Vaticano II, para enriquecer este itinerario y facilitar a los fieles el acceso a la Palabra de Dios, dispuso tres ciclos de lecturas bíblicas para los domingos y fiestas, que se siguen en años consecutivos. A lo largo de este nuevo año litúrgico seguiremos el ciclo A, en el que la Iglesia propone la lectura del Evangelio de san Mateo durante los domingos del tiempo ordinario y del tiempo de Adviento, que hoy iniciamos.
El difunto obispo auxiliar de Barcelona y gran estudioso de la liturgia, Mons. Pere Tena i Garriga, en un artículo del año 2008 (Catalunya Cristiana, núm. 1513, pág. 15) escribía que «el Evangelio de Mateo ha sido, desde un principio, el que la Iglesia de alguna manera ha considerado como primero y básico. Ha sido, en la historia, el más utilizado en la liturgia». «Posiblemente [añadía], esto haya marcado la predicación tradicional de la Iglesia y también la espiritualidad cristiana».
San Mateo dirige su Evangelio a personas de cultura judía, y, por ese motivo, hace referencias frecuentes al Antiguo Testamento. Estas referencias son para él el punto de partida para hablar de Jesús y su misión: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.» (Mt 5,17). Uno de los casos más claros de esta forma de hacer es el «sermón de la montaña», en el que Jesús nos regala el sentido más profundo de los mandamientos de la Ley de Dios. La narración de Mateo es también la que nos habla más directamente de la Iglesia.
Durante todo este año litúrgico, cuando escuchemos fragmentos del Evangelio de Mateo, tomemos conciencia de nuestra dignidad de verdaderos hijos de Abraham por la fe; sigamos el camino de las bienaventuranzas y pidamos a Dios que nuestra vida sea un seguimiento apasionado de Jesús, como lo fue la de Mateo, que le llevó a recoger por escrito la vida de Jesús para que todos la pudiéramos conocer. Gracias, san Mateo, por tu Evangelio.
Queridos hermanos y hermanas, pedimos al Señor que nos ayude a vivir con alegría el Evangelio y a ser testigos en el mundo presente. Y no olvidemos leer a diario un fragmento del Evangelio de san Mateo, recordando lo que decía san Jerónimo: «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo».