María muere absorta por la Vida de la vida Asunción es transformación
De crisálida terrena a mariposa eterna
| Juan Masiá, SJ
Al turista japonés le sorprende en Murcia el Parque de la Seda. No era exclusiva oriental la cría del gusano. Oída la explicación, se fotografiarán bajo las moreras. Si visiten el Santuario de la Fuensanta, aprenderán a comprender la Muerte y Asunción de María hacia la Vida de la vida con la imagen de la transformación de la crisálida en mariposa.
La sensibilidad artística capta el misterio mejor que las especulaciones aristotélico-escolásticas sobre posible perduración celeste de cuerpo y alma terrenos. El artista Juan González Moreno (1908-1996) logró, en sus altorrelieves una interpretación atinada de la Asunción, la mejor que conozco en la historia del arte: Asunción es renacer a nueva vida. Asunción es absorción de la vida terrena por la Vida eterna, Vida de la vida. Asunción es victoria sobre la muerte. Asunción es transformación de la crisáslida en mariposa
Los altorrelieves sobre la vida de María en el retablo y capillas del Santuario de la Fuensanta fueron, con palabras del propio artista, su “mejor obra y la mejor oración que podía dedicar a la Virgen”. Verdaderamentre orantes son los detalles de las manos de los ángeles descubriendo el manto en la Asunción y sosteniendo las manos de María en la Glorificación
En el lienzo blanco en torno a la cabeza y el amplio paño que envuelve el cuerpo de María se solapa la imagen de los restos de un sudario con la de un manto alado. Demasiado abierto para ser sudario. Demasiado flotante para ser manto. Más bien sugiere alas. El artista captó, en la metamorfosis del sudario en manto, el tránsito de la crisálida a la mariposa, de muerte a vida. La metáfora del gusano de seda le ganó la partida a la teología escolástica para hacer hermenéutica del símbolo de la Asunción.
Asunción e Inmaculada, como metáforas de fe, son algo así como en matemáticas el cero y el infinito: expresiones simbólicas de los límites de nacimiento y muerte y de su trascendencia en el horizonte de la vida eterna...
Asunción no es eludir la muerte y el entierro (como creyeron algunas tradiciones extraviadas sobre la “dormición”), sino ser recreada y transformada tras morir del todo, para renacer a la vida que no muere.
María muere y la entierran, como murió y fue enterrado su hijo Jesús.
Asunción no es transportar míticamente un cadáver por los aires para reanimarlo en lo alto de los cielos, sino pasar por la muerte y dejarse absorber por el Espíritu, -asumida y transformada- en el seno de la Vida de la vida.
Lo que expresa el vuelo angélico en los autos sacramentales no es el transporte de un cuerpo animado (un “cuerpo y alma” formulado por escolasticismos medievales) para que no se pudra bajo tierra, sino habite “tal cual” en los cielos. No es eso, sino expresión de la transformación en cuerpo y vida gloriosa de la semilla de eternidad que el Espíritu infundió en el cuerpo incipiente de María antes de salir de su madre a esta vida.
(Aquí haría falta largo excursus: María, al nacer empezó a morir y al morir cおmenzarÍa su verdadero nacimiento, identificada su Asunción con la Ascensión de su Hijo al Lugar del Padre en los Cielos para llenarlo todo, envolverlo y habitarlo todo desde y en el seno del Todo...)
Asunción es morir naciendo, morir hacia la Vida. Si pudiéramos contemplar el nacimiento de una criatura desde el interior del seno materno, el vídeo proyectaría la imagen de alguien que desaparece por un túnel de muerte. Vista desde la dimensión de la vida eterna, es decir, desde la salida del túnel, la muerte será un nacimiento. Más exactamente, un renacer (¿o un "des-nacer", diría Unamuno) y una nueva creación.
La Asunción no es un privilegio excepcional de María (para evitar la putrefacción de un cadáver), sino el símbolo de nuestro propio.destino. Como dijo Pío XII al proclamarla, “lo esencial del mensaje es reavivar la esperanza en la propia resurrección”, que no consiste en revolotear por las nubes un alma separada, ni en reanimar un cadáver o dejar una tumba vacía o volver a esta vida, sino en ser asumida la persona entera en el seno del misterio original que resuelve el enigma de la vida. Por eso la fiesta de la Asunción es nuestra fiesta, anticipo simbólico del destino último del "cuerpo espiritualizado" que habita nuestro "cuerpo biológico animado" desde el momento en que el Espíritu de Vida sopló isemilla de inmortalidad en el embrión humano implantado que empezaba a ser feto animado.
Por cierto, no quisiéramos que estas convicciones creyentes degeneren en escapismo y evasión. Habrá que ser consecuente con ellas y comprometerse a convertir en vida liberada y ascendente tantas y tantas vidas dolientes, oprimidas, explotadas, marginadas y crucificadas por la injustia, la violencia o las guetrras. Si creer en la Asunción alimenta la esperanza, practicar esta fe fomentrá la ética de la liberación.
Dicho esto, felicitaré el 15 de agosto a mi prima Asunción, a mi sobrina Asun y a mis buenas amigas que llevan el nombre de Asunta. Asunciones, Asuntas, Asun! Bonito nombre tenéis: renacidas, recreadas, asumidas y elevadas, transformadas y transfiguradas, con vocación de vivir transformándose de crisálida en mariposa. La transformación definitiva llegará el día de nacer muriendo hacia la Vida.