" Ayúdale Señor a seguir siendo él mismo hasta ese final que es un comienzo" Dominus conservet eum?

Rezamos con Francisco ante el Cristo muerto Vivo
"Pedir solamente curación y mejora o alargamiento de esta vida es insuficiente. Pidamos cosas mejores, pidamos al Espíritu de Vida que infunda espíritu"
"Señor, consérvanoslo a Francisco un poco más, porque lo necesitamos para que prosiga el camino de la reforma eclesial"
"Señor, consérvanoslo a Francisco un poco más, porque lo necesitamos para que prosiga el camino de la reforma eclesial"
Titulo con interrogación porque la oración tradicional del Misal Romano es: Dominus conservet eum, es decir, que Dios lo conserve. Pero esa súplica (Consérvalo, Señor) se puede interpretar de tres maneras distintas
¿Con cuál de las tres me quedaré, si rezo con Francisco como creo que él reza?
La primera lectura, la de la plegaria latina: Consérvalo y protege su vida, hazle feliz en la tierra y líbrale de sus enemigos. Inspirada en el Salmo 40 (41): "Mis adversarios se reúnen a murmurar contra mí, hacen cálculos siniestros”. El salmista ruega: “que pueda levantarme, para que yo les de su merecido”. Esta manera de rezar no me parece apropiada para Francisco. Además, pedir solamente curación y mejora o alargamiento de esta vida es insuficiente. Pidamos cosas mejores, pidamos al Espíritu de Vida que infunda espíritu.

Una segunda lectura es la que, en un primer momento, confieso que se me ocurrió como entusiasta de la reforma eclesial "franciscano-ignaciana" del discernimiento y la sinodalidad. Prefería rezar así el conservet eum: “Señor, consérvanoslo a Francisco un poco más, porque lo necesitamos para que prosiga el camino de la reforma eclesial. Reconozco que me apetecía rezar así, pero admito que el marco de este ruego es egocéntrico, es rezar más por mi que por Francisco.
Tras un rato en silencio de Zazen ante el Cristo-muerto-Vivo de Velázqueznecesito retraducir el conservet eum y reinterpretarlo para poder rezarlo como creo que lo rezaría Francisco:
Haz, Señor, que conserve hasta el final de esta vida y en el momento de su entrada en la Vida Verdadera lo mejor de él mismo (eum: su yo profundo unido a Tí). Que a medida que se deteriora el cuerpo animado de su “hombre exterior”, siga creciendo el cuerpo-espíritu de su “hombre interior”, que siga acercándose al florecer y fructificar definitivo la semilla de vida eterna que el Espíritu de Vida plantó en Francisco cuando estaba su cuerpo-espíritu surgiendo como vida emergente en aquellos meses en el seno de su madre. Que siga creciendo ese yo profundo, semilla de vida eterna que no puede morir para siempre.
Bendita pulmonía (decia el teólogo moral Mc Cormick) que ayuda a cruzar en paz el umbral de la muerte (mal que le pese a la medicina, que querría alargarlo con antibióticos, que son “anti-Vida eterna”).
Ayúdale, Señor, a pasar de tu mano por el túnel del éxodo para salir de esta vida y ver el firmamento estrellado de la Vida Verdadera. Ayúdale Señor a seguir siendo él mismo hasta ese final que es un comienzo. Vivificet eum, que lo vivifique tu palabra de Luz y Vida. Y ayúdanos a celebrar su entrada en la Vida de la vida, seguros de que él sigue “confirmando en la fe a sus hermanos” y fortaleciendo nuestra fe.
Francisco, el Corazón de la Iglesia... #EvangelioDelDomingo#Evangelio#compArte#Ama#GodIsGood@Pontifex_es#nuevaevangelizaccion#Cambiaelmundo#NuevaIglesia#ElSoploIlustrado@ReligionDigitpic.twitter.com/YYQD1Hv52k
— Agustín de la Torre (@agustindlatorre) March 1, 2025
Y ahora, poniéndome en su lugar ante el Cristo-muerto y Vivo, recitaré los últimos versos del poema de Unamuno:
¡Dame,
Señor, que cuando al fin vaya rendido
a salir de esta noche tenebrosa
en que soñando el corazón se acorcha,
me entre en el claro día que no acaba,
fijos mis ojos de tu blanco cuerpo,
Hijo del Hombre, Humanidad completa,
En la increada luz que nunca muere;
¡mis ojos fijos en tus ojos, Cristo,
Mi mirada anegada en Tí, Señor!
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