Mirad, ni Salomón como ellas...
(El P. Hiroshi Katayanagi, SJ, , coadjutor de la parroquia de Rokko, en Kobe, viene invitado hoy al blog, con un comentario tomado de su blog, traducido del japonés, y la foto, tomada también por él, de las flores de lavanda)
¿Será una debilidad dejarse embriagar por el perfume de lavanda? Me adentro por los senderos del jardín para fotografiar los brotes de lavanda en floración reciente. Su aroma casi me marea. Estos parterres del botánico de Kobe inundan todo el parque con una atmósfera embriagante, demasiado seductora, casi obstáculo para la tarea fotográfica.
Vine aquí en busca de buenas tomas de lavanda. Pero el fotógrafo está resultando fotografiado, absorbido por ellas.
La naturaleza se apoderó con fuerza de quien intentaba subyugarla con la cámara. El profesional tendrá que distanciarse y encontrar el ángulo apropiado para retratar la realidad tal cual es.
Los árboles no dejan ver el bosque, ni al fotógrafo, ni al pintor.
Si nos seduce el encanto inmediato de flores o personas, nos apresuramos a poseerlas o a dejarnos poseer dependiendo de ellas. No dejamos que sean lo que son. La sensibilidad baila al son que orquestan los estímulos. Hay que volver en sí y hay que distanciarse para percibir la realidad tal cual, sin posesividad ni dependencia: ni dureza insensible, ni sensibilidad blanda.
La realidad tal cual la veía Jesús en las flores del campo y las aves del cielo. Ni Salomón se vistió como ellas. Por eso le servían de metáfora del Reino.
Vine a retratar lavanda y narrar mi encuentro con su aroma. Pero foto y palabra exigían distanciarse sin frialdad y acercarse sin apasionamiento. Justo lo que ocurre en la misión de anunciar la Buena Noticia de que en todo se respira aroma admirable, si somos capaces de oler y mirar...