Las notas de una vida entregada y arriesgada, desde la patera Mario, mártir adolescente, santo e inocente

¿Qué tengo que hacer para tener una vida llena de sentido y poder ser feliz? Y yo te contesté con la vida de un adolescente como tú, que también había estudiado y que se arriesgó hasta la muerte porque quería y creía en un futuro mejor para su familia, su pueblo, su gente... hay tantos santos e inocentes hoy en medio de nosotros. Abramos los ojos y busquemos la vacuna de la vida entregada y comprometida.

Mario, un adolescente santo e inocente

baraca

Recuerdo tus ojos, con el brillo de tu adolescencia inocente, fijos en mí y la pregunta que me hiciste: ¿Qué debe hacer un joven cuando se siente vacío para lograr eso que ha dicho de una vida llena y con sentido? La pregunta me la lanzaba un joven adolescente de un colegio de la ciudad, en medio de una clase de ética donde me habían pedido su profesor que les hablara de ética y compromiso en la vida. Y yo les hice referencia a un adolescente mártir e inocente, muerto en una patera.

La ética de la alteridad

La vida es para gastarla y lo que podemos decidir es en qué hacerlo, porque la vida pasa queramos o no. Desde ahí comenté, con ellos, tres principios básicos: lo que poseemos y tenemos para vivir es el presente, el futuro no lo poseemos sólo lo esperamos; la mayor parte de lo que tenemos y somos, lo hemos recibido y lo seguimos recibiendo, somos lo que otros se han comprometido por nosotros, lo que la ética de la alteridad ha dado de sí en favor nuestro; y en qué queremos gastar nuestra propia vida, de qué parte queremos estar en la humanidad, de los que viven dándose o de los que pretenden asegurarse. La ética y el compromiso está en aquellos que aceptan la vida como un don, que agradecen lo que son y lo que tienen a los que se han entregado por ellos, y están dispuestos a construir relaciones de verdadera confianza, basadas en dignidad y justicia, poniendo su alegría en la capacidad de ser para los demás y dejar un mundo mejor para los que vengan. Hablamos del bien interno y del bien externo de los estudios y de las profesiones y de cómo articularlos y hacerlos realmente compatibles y unificarlos.

Rescatando la identidad de estudiante naufrago de Mali.

De fondo, una clave evangélica de primer orden que ilumina el verdadero sentido del compromiso humano y cristiano: “El que quiera guardarse su vida la perderá, el que esté dispuesto a arriesgarla la ganará”. La verdadera alegría de la vida, la que se encuentra en el riesgo y en la entrega. Y lo recuerdo hoy que al leer la prensa me interpela una noticia que no sé si habrá llegado a estos jóvenes estudiantes, es fácil que no. Se trata un artículo largo en el diario regional sobre una forense italiana que está dedicando, por opción, su profesión a ponerle nombres a los inmigrantes que mueren anónimamente en las pateras. Acaba de publicar un libro de nombres de estos tres últimos años, pero me ha conmovido un caso que resaltaba el periodista, el cadáver de un adolescente –como los que me escucharon a mí el otro día- que se le ha podido poner nombre, sacarlo de su anonimato, porque en su chaqueta pequeña, en un bolsillo cerrado y cosido, traía su calificación de notas del colegio de origen, que eran muy buenas. Imagino que sus padres, quizá también su aldea, juntaron todo lo que tenían para que el pudiera viajar miles de kilómetros, sin ninguna seguridad, para venir a este primer mundo en el que, con su sabiduría, podría progresar y así ayudar a todos ellos. Imagino a este adolescente arriesgándose a todo, hasta morir, por todos ellos. Se sentiría como el centro de esperanza de los suyos y de su comunidad, no podía defraudarlos y se lanzó, sin miedo, con dolor, a todo lo que hiciera falta para lograr la salvación humana, la propia y la de los suyos.

Sus notas, su tesoro, su identidad y la nuestra

Traía con orgullo sus notas, no para competir, sino sólo para argumentar, que podría aprender y formarse, hacer cosas de valor para nosotros, para que lo acogiéramos y le ayudáramos a vivir y él poder ayudar a los suyos. Murió en el intento, me recuerda a Jesús de Nazaret, también murió en su intento de proclamación del Reino. Por eso espero también que haya resucitado y nos transforme a todos nosotros en hombres de ética y compromiso.

Ojalá nuestras notas curriculares las lleváramos cosidas y ocultas en nuestro costado y corazón, para ser para los demás, para arriesgar y comprometernos en la búsqueda de lo mejor, de lo justo, lo digno, la equidad, la compasión y el amor. No vale guardarse la vida. No sé, pero creo que este sacramento humano de Mario, este adolescente de Malí, responde a tu pregunta amigo, la que me hiciste el otro día en nuestro encuentro. Considero que este hecho de vida y muerte trae una pregunta muy radical a nuestra existencia: ¿De parte de quién estás? Pregunta que, desde las notas colegiales de Mario, pueden ser las que hablábamos entre nosotros en la tertulia académica en vuestro colegio de Santa Teresa: por qué estudias, para qué estudias, para quién estudias. Él si sabía y arriesgó toda su vida ¡Ruega por nosotros ¡

José Moreno Losada.

Volver arriba