Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC La Pasión, la cruz y la madre del mayor dolor. Ramos de pasión.

Madre del mayor dolor y del amor más entregado en el Hijo amado y crucificado. Mujer ahí tienes a tu hijo, hijo a hí tienes a tu madre... Tremendo misterio de amores entregados y donados en la mayor gratuidad para la historia y la humanidad.
| Jose Moreno Losada

Nos adentramos en la semana mayor de los cristianos con la solemnidad del Domingo de Ramos. Puerta de la celebración del misterio de amor que se entrega y transforma toda la realidad, desvelando el sentido de la existencia, la verdad y lo bueno del vivir. La historia de la salvación es el lugar de la revelación de la verdad de Dios que se define en la acción amorosa. Él es lo que hace a favor de la humanidad, con promesas que siempre son de luz y vida. El Señor actúa convocando a la esperanza frente a toda desesperanza, aun cuando el pueblo experimenta el fracaso y la muerte. La plenitud reveladora de ese amor servicial se hace definitiva en Jesucristo cuando da la vida por todos nosotros. Ahí el Padre se nos da en el Hijo, hecho amor hasta la muerte, perdonando a los que le crucifican. Darse y dar la vida por los que te la quitan es el máximo del amor y ahí está el único sentido que puede tener la creación y la historia. Eso es lo que celebramos en toda la semana grande y santa.
Maternidad crucificada: morir de amor
El trabajo de preparación de este libro de Palabra y vida me lanza a iluminar vitalmente el Domingo de Ramos cuando tengo entre manos la reflexión sobre un acontecimiento que se ha producido en el entorno de mi parroquia habitual. Un suceso que nos tiene a todos trastocados pero que no puede cegarnos para no ver el amor tan radical de una madre que ha muerto a manos y en las manos de su hijo. El amor que da sentido a la muerte y que lo vence.
Me impactó la noticia de la muerte de Carmen, infligida por su hijo. Me quedó grabado en el corazón y no dejo de recordar el suceso en mi interior. Siempre con esa pregunta profunda del sentido de la vida, sobre todo cuando la muerte se produce de este modo tan doloroso.
¡Qué misterio! El hijo, por orden del juez, ha sido ingresado en un centro de menores con atención de psiquiatría. Qué habrá pasado por esa mente y qué relación habrá tenido con el corazón esa decisión brutal de acabar con el ser que más lo ha querido en su vida, las entrañas de madre. Ante este dolor mortal de Carmen, necesito interiorizar el hecho y leerlo en las claves de un sentido que vaya más allá de la locura destructiva de la muerte de una madre a manos de su hijo. Y para eso necesito entrar en el juicio y sentir de esa mujer que ya ha fallecido.
Pienso en el amor de Dios que es sobreabundante, sin medida, contradictorio por su demasía. En los datos que me llegan de Carmen: Maestra, activa, creativa, pionera en la adopción como mujer soltera, cuidadosa con sus hijos, educados para la vida, normales, integrados en sus ámbitos escolares y de barrio, amante de los animales, empeñada en educar en valores vitales a sus alumnos, etc. Imagino el corazón de esa mujer y su deseo de ejercer la maternidad con quien la necesitara, en el ánimo de dar salida a ese amor que se desbordaba en ella. Así, Carmen adoptó a sus dos hijos, por puro amor, por exceso, para darse, para llenar de sentido lo humano. Ella no marcó deber y haber. Todo lo entendía como donación a la vida, echando lo que tenía para vivir.
Y miro a los hijos, sí, porque no puedo dejarlos de llamar hijos. Quiero mirarlos con el juicio de su madre, con la mirada de quien estaba dispuesta llegar a lo último por ellos. Este hijo no ha podido recibir el amor que le ha querido dar porque algo está tan roto en él, tan destruido, que le ha hecho incapaz de amar y le ha invadido un deseo destructor. Ella, una mujer de luz, confiada y generadora de confianza, con esperanza y capacidad de esperanzar a los otros en su vida, y llena de amor, sintiéndose amada y reconocida en su quehacer de madre para con ellos. Algo interior ha sido monstruoso en él y ha aparecido con rotundidad. Los medios hablan que envió un mensaje a sus compañeros diciéndoles que su vida ya no sería la misma, que se iba a mudar, no se volverían a ver, en el día que terminaba sus clases de Bachillerato.
Ahora habrá juicio, se explicarán las causas, los modos… ¿o no? Pero permanecerá el misterio y la mirada que suplica que el amor ha de seguir siendo más fuerte que la muerte. Esta muerte cruenta no ha acabado con el amor de Carmen, sino que lo hace definitivo y eterno. La vida solo merece la pena para amar, aunque eso te pueda destruir. Así lo manifestaban las compañeras en el ritual de despedida. Imagino a esta madre de luz y vida con el grito de Jesús en la cruz: “Padre, perdónalo porque no sabe lo que hace”.
Tú, Carmen creíste en el amor, y yo hoy no quiero quedarme en el dolor de la indignación y la acusación, las reflexiones emotivas, yo quiero quedarme con tu amor sacrificado y santificado, con tu enseña levantada para toda la humanidad, con el grito de que hay elementos en la vida que nos dañan y nos matan internamente; los que nos hacen incapaces de recibir y dar un verdadero amor. No sabemos lo que habrá de misterio psicológico en este adolescente, los profesionales se acercarán con el deseo de aclarar, pero no perdamos la mirada del amor que ella tuvo hasta el último momento. La imagino entregando su vida con el mayor dolor, pero sobre todo con el mayor amor. Ella, su persona y su perspectiva de los hechos, es lo que nos debe dar las claves de acercamiento a este suceso. La clave del amor y de la misericordia, del amor que se entrega y que se da. La clave del silencio ante lo que nos supera y nos sobrepasa. La clave, en definitiva, de ese misterio de incontenible maternidad, que ama a pesar de todo.
Ahora toca elaborar el duelo, ocasión propicia para una reflexión profunda en la sociedad. Los educadores hablan de jóvenes –en este caso este hijo- que no saben encauzar los límites, el dolor, el fracaso, etc. La cuestión del sentido de la vida sigue siendo urgente y necesaria. Ellos son un altavoz de una sociedad cansada y desesperanzada en muchos casos. La madre, por el contrario, es el símbolo de la esperanza ante el dolor de la soledad y el desamparo. Es el amor, el que ha dado a su hijo y también a su hija, que ahora queda huérfana y en soledad. La interrogante es radical: ¿dónde y cómo me sitúo en este calvario viviente? ¿En qué dirección queremos vivir y educar en nuestra sociedad? Apostemos por Carmen y por su amor entregado para generar vida, aunque se haya encontrado de bruces con la muerte, porque amó hasta el extremo.
Oración para un camino de cruz y de gloria

Señor, la cruz y la gloria, el revuelo y la profundidad. Domingo de Ramos, los sentimientos de un pórtico de gloria que se abre al sentido de una cruz que, clavando la vida, propicia la exaltación del amor vivo sobre toda muerte y pecado. Mirarán al que traspasaron porque en él estará la fuente inagotable del don que se hace luz y sentido de todo lo creado. Estandarte que cura y sana las dolencias de los heridos y peregrinos de la historia, tocada por la injusticia y el sufrimiento de los inocentes.