No es fácil , muchas veces, rezar “HÁGASE TU VOLUNTAD”.
¿Cómo aceptar la voluntad de Dios ante el dolor, la desgracia, la injusticia o la maldad?
Decir "hágase tu voluntad" va mucho más allá de preguntar cuál es su voluntad y cuáles son los caminos que nos exige. Lo que implica es ponerse en sus manos. Y eso me parece ciertamente difícil.
Leí de J.R. Flecha que decir "hágase tu voluntad" es ponerse en la mejor de las manos; es hacer la mayor profesión de alegría que se puede hacer en este mundo; es saber de quién me he fiado; es tomar conciencia de la valentía que acompaña a la esperanza cristiana.
Decir “hágase tu voluntad” no es fácil lo sé. Pero quiero orarlo y hacerlo.
Convencido de que la aceptación de la voluntad de Dios es fuente no de un gozo beato y estúpido sino de una alegría valiente y que la voluntad de Dios no anula sino que activa el esfuerzo de la voluntad de los hombres para ser más personas y mejores personas.
Convencido de que para los hombres que rezan con sinceridad "hágase tu voluntad" la oración no es morfina que adormece sino aguijón que espolea.
Es mi deseo para ese amigo angustiado por sus circunstancias