En el Via Crucis que el Papa Francisco hizo el año 2013, en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Rio de Janeiro, preguntaba:
Tú, ¿cómo quien quieres ser?
Quieres ser como Pilato, que no tiene la valentía de ir a contracorriente, para salvar la vida de Jesús, y se lava las manos?
¿Eres de los que se lavan las manos, se hacen los distraídos y miran para otro lado?
¿Eres como el Cireneo, que ayuda a Jesús a llevar aquel madero pesado?.
¿Eres como María y las otras mujeres, que no tienen miedo de acompañar a Jesús hasta el final, con amor, con ternura?.
El reto de vivir como cristiano no requiere comportarse fuera de lo normal ni en tener experiencias místicas profundas. “Estar en el mundo sin ser del mundo” dice Poveda. Lo cual se traduce en vivir el mandamiento del amor en la normalidad de la vida.
La vida con sentido cristiano tiene que ver con implicarse en el día a día de lo que nos rodea; en las pequeñas cosas que está en nuestras manos el mejorar.
Tiene que ver con no quedarnos a esperar que otros obren “el gran milagro”, sino obrar nosotros el pequeño milagro de contribuir a dar sentido a nuestra vida y a la de las personas que nos rodean.