"Visitar el pesebre con la Biblia en las manos te adentra de lleno en los inicios de Jesús" La Tarragona del siglo XIX, convertida en el marco del nacimiento de Jesús en el Museo Bíblico Tarraconense

Una vista al belén de Tarragona
Una vista al belén de Tarragona

En esta representación de doce metros cuadrados, la Asociación Belenista de Tarragona ha elevado, con la audacia de hombres como Joaquim Nolla, los monumentos que desde hace un cuarto de siglo son declarados como Patrimonio de la Humanidad

La torre de los Escipiones o el arco de Berà, traspasado por José, María y Jesús hacia Egipto, son algunos de los marcos escogidos por una veterana formación de artistas que no tienen techo

(Agencia Flama).- "Aquí dentro, he estado hace poco". Así reaccionaba, este jueves, uno de los participantes de la primera de las dos visitas con la Biblia en sus manos —la segunda, este sábado a las once de la mañana— promovida por el Secretariado diocesano de animación bíblica, incardinado en Tarragona, en el pesebre que se expone hasta febrero en el salón de actos del Museo Bíblico tarraconense. La reacción era adecuada, ya que, en esta representación de doce metros cuadrados, la Asociación Belenista de Tarragona ha elevado, con la audacia de hombres como Joaquim Nolla, los monumentos que desde hace un cuarto de siglo son declarados como Patrimonio de la Humanidad, y que aquí albergan otro patrimonio, en este caso documental: el nacimiento de Jesús de Nazaret.

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Así, desde una Tarragona hecha de poliestireno e inspirada por los grabados hechos por el arqueólogo y político francés Alexandre de Laborde (1773-1842), esta representación pesebrista “también tiene algo que indica que la Palabra se ha encarnado“, cómo iniciaba su exposición la directora de este secretariado, Maria de l'Esperança Amill, que salpimentaba la presentación de sus imágenes leyendo los evangelios de Lucas y Mateo, así como las conexiones que, desde ellos, se establecen con las profecías del Antiguo Testamento.

De la torre de las Escipiones al arco de Berà

La torre de los Escipiones, donde un ángel anuncia el Nacimiento a un grupo de pastores; un mausoleo funerario, que, pese a no existir patrimonialmente a causa de su actual estado de derribo, simboliza en el pesebre la gruta de Belén donde tiene lugar la adoración de los Reyes Magos, o el arco de Berà, traspasado por José, María y Jesús hacia Egipto, son algunos de los marcos escogidos por una veterana formación de artistas que no tienen techo: “Cada año, intentamos superar lo anterior”, reflexiona Nolla, farmacéutico de profesión y pesebrista desde que tiene uso de razón. “De pequeño, ayudaba a mis abuelos a hacerlo, de forma rudimentaria, en un pueblo del Priorato”, recuerda. Para él, en la actualidad, "los pesebres, como las fallas valencianas, es necesario renovarlos cada año".

De este modo, mientras en un primer plano los tres reyes magos adoran a Jesús recién nacido alrededor de un ambiente predominado por el abundante campesinado y el comportamiento mediterráneo del siglo XIX, al fondo, “como si casi pareciera que quiere escabullirse del pesebre”, como afirma Nolla, luce una catedral de Tarragona imponente, “que puede representarse de múltiples colores según le toque la luz solar”, continúa este belenista. “Pero la luz más destacada —concluye Amill— es la de Jesús, convertido desde la propia Biblia en la presencia lumínica que permite atraer a sus seguidores hasta su calor”.

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