Memoria de la liberación de los supervivientes que había en el campo de exterminio de Auschwitz ¿Queremos construir? 75 años con esperanza
Las ideologías, de carácter partidista y excluyente, no ayudan en absoluto a una construcción de un barco que fomente la serenidad y el encuentro
Lo que pasó hace 75 años es el ejemplo de que la convivencia estaba partida. Murieron infinidad de seres humanos. Todo partió de un puente de mando en donde fomentó el odio, y el barco encalló en el meandro de la muerte. Las personas decidieron autodestruirse
Querer construir no es nada fácil, ya que la única forma de hacerlo, es desde la búsqueda de la verdad y el respeto hacia cada persona que encontremos en el camino. Claro, esto, conlleva que cada ser humano tenga la firme voluntad de no dañar a los demás; pero, no es tarea fácil.
Todo lo llevamos al límite y, normalmente, nos conformamos con no querer ver la realidad de lo que sucede a nuestro alrededor. Esto nos puede estar sucediendo en la actualidad.
Se cumplen 75 años de la liberación de los supervivientes que había en el campo de exterminio de Auschwitz ¿quiénes nos hemos percatado de este acontecimiento? El mundo vivió una gran tragedia; pero hoy, se viven un gran número de situaciones límite que están haciendo sufrir a infinidad de personas. Lo que sucedió, hace prácticamente ocho décadas, empieza a olvidarse en muchas mentes jóvenes, si hiciéramos una encuesta, entre personas menores de 30 años, nos llevaríamos una gran sorpresa. Se quiso construir una sociedad fomentando la exclusión hacia los demás, y con señalamientos a determinados grupos sociales; la conclusión a la que se llegó, fue un caos en la convivencia de las personas y una tempestad social de consecuencias terribles. Las sociedades democráticas llevamos 75 años construyendo, con espíritu de convivencia, un mundo de esperanza.
Todo se debió a la aceptación, por parte la sociedad, de mensajes marcados por el rencor y por la exclusión. Rencor hacia quienes pensaban de manera diferente a los gobernantes de turno, y exclusión de los principios de libertad que una sociedad democrática debe de fomentar. Poco a poco, se fue generando una conciencia social, en donde el odio era el barco que debería de navegar por los ríos que surcaban los diferentes países. Eran políticos que pensaban que ellos eran quienes poseían la exclusividad de construir.
Hoy, también, hay una gran número de políticos que consideran que ellos son los únicos que tienen la potestad de construir. Es, suficiente, observar, y la respuesta que podemos hallar, ante semejante secuestro de la libertad, es que nos adentramos en un río lleno de meandros y de corrientes incontrolables ¡Ojo! con el barco que se puede construir.
Sin embargo, la sensatez de las personas es mucho mayor, y nunca navegarán por un trazado fluvial que, nos puede conducir a tragedias semejantes a las que se vivieron hace años. Por esta razón, ha llegado la hora de querer construir desde la madurez y desde el encuentro.
Lo que tenemos que hacer las personas, es alejarnos de todos aquellos que buscan confrontarnos, no escuchemos a quienes intentan marcar nuestro camino, no nos dejemos arrastrar por los que consideran que deben de decirnos lo que tenemos que hacer, porque lo fomentan desde sus criterios y sus ideologías.
Una sociedad, únicamente puede construir, si las personas, que formamos parte de la misma, apostamos por la convivencia y el encuentro ¡Atención! los políticos no tienen la patente y la exclusiva. En una sociedad democrática son una canal necesario; pero quien, realmente, tiene el empuje para construir es la población. Votamos y, ante todo, preferimos a políticos que nos unan y nos ayuden a crecer como un verdadero equipo que mira al futuro con esperanza.
Formamos parte de sociedades desarrolladas, y nuestro objetivo tiene que ser adentrarnos en la construcción de una sociedad en donde impere la convivencia, desde el marco de Constituciones solventes y respetuosas con los principios de libertad.
Es imposible construir si nos damos la espalda. No mirarnos implica dirigirnos a un embarcadero de un río con una navegación complicada, que podría arrastrarnos, a través de meandros complicados y difíciles de superar, a una autodestrucción segura.
No es posible que las personas podamos ser parte de un proyecto si, quien tiene la responsabilidad política, nos dirige a embarcaderos de un río que se vea surcado por un barco que no tenga como nombre "convivencia".
Ser navegantes en un barco que fomente la convivencia implica estar atentos a las necesidades que las personas tenemos. No será posible canalizar los principios democráticos, que deben de formar parte del puente de mando del barco, si quiénes tienen esta potestad, no lo hacen con espíritu de servicio, y pensando en llevar el barco con diligencia y con cautela.
Ser diligentes y cautelosos implica fomentar una construcción social que no olvide aquellos acontecimientos que nos llevaron a odiarnos y a maltratarnos. Pero esto ha de hacerse teniendo en cuenta los errores que todas las partes cometieron.
Nuestro mundo no navega en un barco que tiene el nombre de "convivencia". Existe una verdadera movilización migratoria, que tiene su origen en la falta de sociedades solventes que deberían basar sus relaciones en principios democráticos. Las ideologías, de carácter partidista y excluyente, no ayudan en absoluto a una construcción de un barco que fomente la serenidad y el encuentro.
Pareciera, que quisiéramos vivir en una división permanente, y esto origina, que, en cuenta, de darnos la mano, decidamos alejarnos. No estamos en el puente de mando para navegar mirando el cauce del río con esperanza ¡Los meandros terminarán por destruir el barco!
Podríamos dejarnos arrastrar por corrientes incontrolables. El hecho, de que existan un número altísimo de conflictos, puede ser el ejemplo claro y conciso, de que el barco comienza a perder el control. La convivencia está herida y, se adentra, en un río de aguas fuertes y bravas.
Construir no pude ser nunca avanzar a costa de destruir. Construir es tener una voluntad firme de sentirnos parte de un proyecto, arropados por quienes tienen la responsabilidad de ejercer el servicio de gobernar.
Lo que pasó hace 75 años es el ejemplo de que la convivencia estaba partida. Murieron infinidad de seres humanos. Todo partió de un puente de mando en donde fomentó el odio, y el barco encalló en el meandro de la muerte. Las personas decidieron autodestruirse.
Lo que ha pasado todos estos años, ha sido el esforzarse porque el barco, llamado "convivencia", no pierda nunca el rumbo de una navegación serena y certera en busca de un mundo, en donde las personas, nos estrechemos la mano, y decidamos apostar por construir un proyecto conjunto.
Quienes configuramos las sociedades, deberíamos apartarnos de quienes nos conducen al embarcadero del odio y del rencor. Nos podemos percatar de las situaciones que viven muchas partes del mundo, precisamente, por animar a la ciudadanía a darse la espalda.
Vivimos momentos delicados, que están originando grandes diásporas que, para nada, son el ejemplo a seguir. Los océanos se ven surcados por barcos, llenos de personas, que huyen de la tragedia originada por la falta de convivencia.
Hace 75 años se cerró una tragedia que se originó en un barco, en cuyo puente de mando, se asentó el odio y el rencor ¡Que no nos vuelva a pasar!