Servir debe ser el objetivo Cuando la vida te da una nueva oportunidad

El libro de Sara Dobarro Gómez que me hizo reflexionar
El libro de Sara Dobarro Gómez que me hizo reflexionar

Mi amiga Sara Dobarro Gómez ha escrito un libro. Hoy no voy a escribir sobre cómo he percibido su relato, ella lo cuenta fenomenalmente en su libro "Si resucité del infarto fue para escribir este libro", editado por Circulo Rojo

Hablamos de nuevas oportunidades. Mi amiga, siempre tan positiva y constructiva. Comentamos lo importante que es mirar siempre al futuro y no perder nunca la esperanza, aunque uno lo esté pasando mal

El servicio nos enaltece como personas porque nos hace descubrir que la vida la tenemos gratuitamente para donarla; pero ¡cuánto daño nos hacemos las personas!

Servir, desde la responsabilidad de tutelar una organización, supone pensar en lo más adecuado para que se puedan cumplir los fines de la misma

El pasado viernes tuve la oportunidad de compartir un tiempo con una buena amiga, es mucho lo que reflexionamos juntos. El eje central de nuestra conversación fue lo que para ella supuso superar un infarto que, por muy poco, la pudo haber llevado a la muerte. Hoy no voy a escribir sobre cómo he percibido su relato; ella, Sara Dobarro Gómez, lo cuenta fenomenalmente en su libro "Si resucité del infarto fue para escribir este libro", editado por Circulo Rojo. Fue tan apasionante la conversación que ni siquiera le pregunté si ya estaba a la venta. Dejo, al lector que haga la correspondiente averiguación.

Hablamos de nuevas oportunidades. Mi amiga, siempre tan positiva y constructiva. Comentamos lo importante que es mirar siempre al futuro y no perder nunca la esperanza, aunque uno lo esté pasando mal. De las experiencias fuertes en la vida se obtiene más fortaleza y se aprende que en la vida, lo que más importa, es tener un espíritu de servicio, aunque haya personas que se empeñen en ponerte límites y desprestigiarte.

Después, ya en el silencio de mi casa, me percaté que estamos en enero, y siempre este mes para mí es muy especial. Me vino a la mente mi experiencia, vivida hace 22 años. Enero de 1998. Volví a nacer. La conversación con mi amiga Sara, me llevo a este recuerdo con más intensidad que otras veces. Sentí un ruido impresionante y un dolor inmenso en mi oído derecho, y todo se transformó en oscuridad. Si bien, mi cerebro me decía que tenía que luchar por superar el estado en el que me encontraba, sentía una gran tranquilidad; pero al mismo tiempo luchaba por intentar seguir viviendo. Me llevaron a un hospital de campaña y un médico de origen vietnamita me atendió con delicadeza y afecto. De esta experiencia me quedó esquirla de metralla en la zona del oído derecho; siempre que me hacen radiografías panorámicas por motivos odontológicos aparecen dos pequeños trozos, son el recuerdo permanente de lo que viví, y digo que son un recuerdo, porque hay días y momentos que me causan una gran molestia y un gran dolor.

Yo acompañaba al Padre Jesús Jaureguí, del Instituto de los Padres Blancos, en mi calidad de Director de Cooperación de Cáritas Española, para visitar los proyectos con los que colaboraba Cáritas Española en Ruanda. Fue en la sede Episcopal de la Diócesis de Ruhengeri en la que cayeron dos morteros. Se hallaba como Administrador de la Diócesis el sacerdote español Monseñor Antonio Martínez. Previamente, a la llegada a la sede Episcopal, habíamos estado visitando el Hospital con el que colaboraba Cáritas Española en Nemba. Hospital que atendían sanitariamente Medicus Mundi y las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. El Padre Jesús falleció hace unos meses, no puede asistir a la Eucaristía que se celebró en su memoria en Cáritas Española; pero lo tuve muy presente; siempre lo he tenido, al mismo tiempo que le he profesado un gran respeto.

A mi regreso a Madrid, después de la experiencia vivida en Ruanda, tenía claro que tenía una segunda oportunidad, y que debería empeñarme por responder, de manera positiva, en los proyectos que el devenir de la vida me iría poniendo delante de mí.

El primer proyecto, sin dudarlo, era la familia. Después del mismo estarían los proyectos profesionales. He querido servir en los mismos con dedicación, entrega y generosidad, buscando siempre lo mejor para la personas a los que estos proyectos tenían que dar respuesta. No puedo decir que siempre lo haya conseguido; pero siempre he intentado tener una visión de futuro. Si bien esto siempre supone superar las inmensas barreras que las personas nos ponemos a nosotros mismos. Innovar conlleva cuestionar y esto, sinceramente, no gusta demasiado. Tocar lo establecido implica mover costumbres y esto, normalmente, a las personas nos cuesta aceptarlo. Otro de mis objetivos fue doctorarme, lo conseguí en el año 2014.

Servir es una tarea difícil, y máxime cuando hay que intentar buscar formas de colaboración que ayuden a que los proyectos no mueran ni queden obsoletos. Intentar innovar siempre implica tener que dedicar tiempo de tu vida personal para que se alcancen los objetivos. Esto hay que hacerlo en equipo, porque de esta forma lo que se desarrolle tendrá más sentido y más proyección. He procurado construir equipos en donde se tuviera claro que había que consolidar un liderazgo en equipo, esto era esencial para poder dar respuesta a las necesidades que los proyectos, por su propia dinámica, van generando.

Haber experimentado que la vida se termina, es un experiencia que siempre está latente. Es una mochila que llevas siempre contigo. Pero esta carga en tu vida está llena de sorpresas porque la misma continua, y hoy, veintidós años después, mi amiga Sara escribe en su libro, en concreto en la página 67, un párrafo que me llena de fuerza y energía para lo que hoy me toca vivir. "Sentí su lamento y angustia, pero en ese momento hacía falta coraje y fuerza para andar cada uno su camino. Nadie puede hacerlo por nosotros, pero sí podemos dejar huellas en una senda caminada que alumbre a otros a través de los tiempos. Siento tu latir, amigo, pero ahora tu sitio está ahí, le transmití".

Aquí está presente una nueva oportunidad. Las experiencias que te tocan vivir deben, siempre, ser asumidas desde la responsabilidad. Siempre nos tienen que conducir a nuevas oportunidades de servicio y de entrega. Servir es un oficio noble. Cuando la vida te vuelve a dar una oportunidad, servir debe ser el objetivo. El servicio es una acción dinámica, no es obedecer de manera pasiva, es crear, es proponer, es proyectar, es la búsqueda del bien común. El servicio debe alejarnos de la crítica fácil y de la destrucción. El servicio nos enaltece como personas porque nos hace descubrir que la vida la tenemos gratuitamente para donarla; pero ¡cuánto daño nos hacemos las personas!

Servir, desde la responsabilidad de tutelar una organización, supone pensar en lo más adecuado para que se puedan cumplir los fines de la misma. Siempre hay que realizar esta misión en equipo. Hay que analizar, evaluar y tomar la decisión, y ésta siempre tiene que ser en aras de que los fines se puedan cumplir mucho mejor. Hay que hacerlo siempre ajustándose a la normativa y a la legislación vigente. Actuar con responsabilidad es, precisamente, ajustarse a los estatutos de la organización y a la ley que sirve como marco. Cuando esto se pone en marcha la organización se puede volver vulnerable porque no todo el mundo está dispuesto a aceptar las decisiones tomadas por el órgano competente de la organización. El daño que se puede hacer por agentes externos a la misma es de innumerable; sin embargo es preciso confiar en que el sentido común y la verdad terminan aclarando que las decisiones se toman cumpliendo la ley.

No es fácil superar los inconvenientes; pero cuando en la vida se tienen experiencias que te dan una nueva oportunidad, aprendes que el tiempo pone luz y claridad a lo realizado por las organizaciones en la toma de decisiones; este espíritu es lo que mi amiga Sara deja claro en su libro. "Como sabes, soy de las que piensan que nada ocurre por casualidad. El que haya estado mi cerebro consciente mientras se paraba mi corazón, durante mi infarto, me ha hecho sentir en mi propia piel. La estrecha relación que existe entre cerebro y corazón. Es de tal magnitud el trabajo y los estudios que hay que llevar a cabo, con rigor y profesionalidad, que un equipo pequeño de personas no lo pueden desarrollar.

No se trata de tamaños, sino de transcendencia. Dentro de mí se despertó un testigo que me convenció a través de vivir y sentir la importancia de coordinar y sincronizar los dos motores del cuerpo, cerebro y corazón"

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