Encuentro vicarial de formación de animadores CEFAC
La relación sencilla y cercana con los animadores hacen que el CEFAC sea una experiencia linda. Los pequeños detalles, las bromas, las chapas y las anécdotas graciosas le dan un tono distendido y permiten afrontar a veces jornadas casi enteras de trabajo. Es un gusto formar parte de esta familia.
En el encuentro vicarial de animadores pasé en un año de estar mudo para escuchar, aprender y absorber como una esponja, a asumir el rol de coordinador general. En el Vicariato somos tan pocos misioneros que esto es así. Y de hecho en 2018 pagué la novatada y ocurrió algún que otro desastre organizativo, pero salió razonablemente bien. Esta vez, con fecha nueva a finales de junio, ya venía yo más armado y previsor.
Todo resultó genial gracias a un equipo excelente de compañer@s misioner@s que se lo han currado con los temas y talleres, el acompañamiento de los grupos, la organización de la comida y la economía, el cuidado de la liturgia, la secretaría, los cantos y dinámicas… ¡todo! Además del equipo de Indiana, que cargó con todito lo referente a logística, ambientación, limpieza y preparación de la casa para acoger a más de 80 personas. Con ellos resulta sencillo sacar adelante el evento.
La relación sencilla y cercana con los animadores hacen que el CEFAC sea una experiencia linda. Los pequeños detalles, las bromas, las chapas y las anécdotas graciosas le dan un tono distendido y permiten afrontar a veces jornadas casi enteras de trabajo. Es un gusto formar parte de esta familia, donde ya soy conocido, y tener tanta confianza como para a veces enfadarme y luego pedir disculpas. Como veo que me es difícil concentrar estos días en palabras, elegiré algunas imágenes:
El núcleo del encuentro son los contenidos, que intentamos abordar sin "dar charlas", con metodologías activas y participativas. Este año hemos trabajado la interculturalidad, la iglesia sinodal y laical, los derechos humanos y los tiempos litúrgicos.
Las reuniones de grupo, los papelotes, los "dramas", las canciones... son los medios dinámicos para ir comprendiendo y aprendiendo juntos.
Este año queríamos darle calidad e identidad amazónica a las celebraciones y oraciones, y disfrutamos de significativos gestos, símbolos y decoración en línea con el proceso de ir siendo una iglesia cada vez más indígena.
Siempre hay un cronista, el p. Francisco Miranda de Santa Clotilde, que va dibujando en papelotes los sucesos chistosos, las bromas y los chascarrillos del encuentro. José Paredes, de Yanashi, se equivocó leyendo el lema del Vicariato, la carcajada fue general y el pitorreo se trasladó a la entrada de la maloka, como vemos.
A mí me retrata completamente pelacho siempre diciendo algo. Esta vez, cuando algún misionero chivaba alguna respuesta a un grupo, yo decía: "¡trampa!". Ya esa tontería se viralizó y a cada rato la gente estaba: "¡trampa!". En la Eucaristía final lo repetí en la homilía y el personal se escachurraba de risa.
Todos los años hay un día de retiro, para profundizar el tema de la vocación del animador. Mientras llegaban Manolo y Miguel Ángel, los encargados, yo ayudé al grupo a ponerse en sintonía y entrar en el silencio. El retiro acabó a las 2 de la tarde, hora en que empezaba el partido Perú-Uruguay, que vimos todos.
Los animadores, responsables de sus comunidades, son la clave de nuestra iglesia en formación, apenas naciente. A ellos hay que consagrar entusiasmo, proyectos, plata, ideas... y mucho cariño.
Este año cayó el 28 de junio, día del animador, dentro del encuentro. En la celebración, uno de ellos agradeció al p. Yvan porque "siempre ha estado con nosotros". Ojalá dentro de muchos años puedan decir lo mismo de mí. Nada me haría sentir más orgulloso.
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