"Insiste imperturbable de un mayor diálogo y encuentro entre todos los miembros de la Iglesia" Francisco, Obispo de Roma y párroco global
Una historia de los papas resulta una historia fascinante por su extensión, sus pretensiones y la globalidad de sus horizontes. Naturalmente, no son dioses sino simples hombres, pero mantienen un origen, unas palabras indelebles: ”Tu eres Pedro y sobre esta roca levantaré mi Iglesia” y una permanencia notable. El mundo a su alrededor ha cambiado en muchas ocasiones, pero su dirección y exigencias han permanecido
Juan XXIII y Francisco tienen dos trayectorias eclesiásticas netamente diversas, la carrera diplomática y la Compañía de Jesús, la cultura italiana y la argentina, pero, en cuanto a su transfiguración pontificia, la gente en general los ha percibido como uno de los suyos, por su transparencia, correspondencia de sus palabras, con su forma de vida, vivencia personal de Jesús. Sin formulaciones eclesiásticas o teologías alambicadas
| Juan María Laboa, historiador de la Iglesia
Una historia de los papas resulta una historia fascinante por su extensión, sus pretensiones y la globalidad de sus horizontes. Naturalmente, no son dioses sino simples hombres, pero mantienen un origen, unas palabras indelebles: ”Tu eres Pedro y sobre esta roca levantaré mi Iglesia” y una permanencia notable. El mundo a su alrededor ha cambiado en muchas ocasiones, pero su dirección y exigencias han permanecido.
Durante el último siglo, la mayoría de ellos han sido diversos, pero notables en general, por una razón u otra, la decisión de Pío XI, la autosuficiencia mezclada con una fuerte timidez de Pío XII, la suave cercanía y decidida libertad personal y espiritual de Juan XXIII, la seguridad meditada de Pablo VI, la audacia y atrevida capacidad de decisión de Juan Pablo II, la desconcertante seguridad teológica de Benedicto XVI, y Francisco.
Juan XXIII y Francisco tienen dos trayectorias eclesiásticas netamente diversas, la carrera diplomática y la Compañía de Jesús, la cultura italiana y la argentina, pero, en cuanto a su transfiguración pontificia, la gente en general los ha percibido como uno de los suyos, por su transparencia, correspondencia de sus palabras, con su forma de vida, vivencia personal de Jesús. Sin formulaciones eclesiásticas o teologías alambicadas.
La novedad de Francisco
El papa actual, cuyos diez años celebramos ahora, mostró desde el primer momento una imagen diversa de la tradicional, un nuevo modo de ejercer su oficio y, también, una nueva propuesta eclesiológica, manifestándola en su manera de estar. En su concepción de Iglesia, en su manera de actuar, en su programa enunciado gesto a gesto, determinación a determinación, dialogando abiertamente con cuantos encuentra. Insiste en la urgencia de un mayor diálogo y colaboración entre papa y obispos y entre estos con el clero y los fieles, dando la impresión de que se trata de redefinir una Iglesia más sinodal, es decir, más participativa y más corresponsable entre todos los bautizados. “Vosotros sois tan importantes como el papa", afirmó en uno de sus encuentros de los miércoles.
En sus homilías al pueblo de Dios insiste en la ejemplaridad de comportamientos, reclamando a los “cristianos de salón” a imitar a Cristo en sus vidas, a estar abiertos a la creatividad, a la novedad, a las exigencias y urgencias del hombre de hoy. La Iglesia es una comunidad real de hermanos dirigidos por su único Señor, preocupados por ejercer la misericordia, por tener en cuenta las periferias de la existencia humana, por los pobres y marginados, con simpatía, autenticidad y esperanza. En ningún momento da la impresión de hablar de memoria, sino desde su experiencia y convencimiento más personal.
Estos gestos y palabras de Francisco sobre su noción de Iglesia testigo en el mundo del Señor Jesús nos plantea una vez más el tema de la humildad y de la pobreza de la Iglesia, más allá de simplismos y demagogias sin futuro. ¿Cómo puede y debe presentarse la jerarquía, el clero y el laicado comprometido ante un pueblo desconfiado y crítico, que ya no cree meras palabras sin más? La Iglesia, ciertamente, no es Dios, peca y se equivoca, pero es un inmenso vaso de barro en el que aletea el espíritu. Debe presentarse humilde de palabra, obra y pensamiento, y debe ser consciente, como el papa repite en toda ocasión, de que se necesita oración y la ayuda de todos sus miembros.
Lo que debiera desconcertarnos es que el obispo de Roma, el llamado desorbitadamente Vicario de Jesucristo, navegue entre lujos, acompañado de guardias suizos, rodeado de obispos que actúan como monaguillos, en tronos, palacios...
¿Todo esto es tan extraordinario y desconcertante? No, lo que debiera desconcertarnos es que el obispo de Roma, el llamado desorbitadamente Vicario de Jesucristo, navegue entre lujos, acompañado de guardias suizos, rodeado de obispos que actúan como monaguillos, en tronos, palacios, sillas gestatorias, en tronos, mantos, manteletas, zapatos de Prada y mil zarandajas semejantes, siempre, eso sí, acompañados de una cruz en la que cuelga Cristo. Si volviera el Señor, ¿cómo se presentaría? No lo sabemos, pero ¿lo imaginamos disfrazado de tal guisa? Es verdad que tal atrezo corresponde al Renacimiento, pero nos encontramos seis siglos después.
El Papa, en efecto, es consciente de que la reforma no acaba en la Curia, sino que tiene que integrar también las diócesis, las parroquias y los religiosos, un cambio que afronta replantearse muchas costumbres, hábitos cómodos, devociones y planteamientos que exigen ser sustituidos. El perfil del obispo, del sacerdote y del laico va adquiriendo adjetivos sustantivos, exigencias y condiciones que deben replantearse en las homilías, en la catequesis, en sus formulaciones litúrgicas, en su capacidad de lograr ser comprendidos por unos fieles que tienen otra cultura y otras imágenes. Quien quiera escuchar y asimilar, será capaz de percibir los puntos neurálgicos señalados por el Papa en sus encíclicas para un creyente de nuestro tiempo.
"Fraterna coparticipación"
Desde el primer momento, se presentó como obispo de Roma y estoy seguro de que esta actitud animó a muchos obispos y muchos cristianos de otras Iglesias. Resulta evidente de que se trata de una determinación muy pensada y con razones teológicas netas: “Hemos de ir en el camino de la sinodalidad, crecer en armonía con el servicio del primado”. No se trata de que el Obispo de Roma pierda su función presente en la historia de la Iglesia, sino que se conciba esa función en fraterna coparticipación con el resto de los sucesores de los apóstoles y de la comunidad de los cristianos. Todos son adultos, discípulos de Cristo y participan del mismo bautismo.
Resulta general en la Iglesia el deseo de que se articule más y mejor la colegialidad episcopal con la comunidad de los cristianos en una sinodalidad que incluya al clero y a los bautizados comprometidos con la marcha de la Iglesia
Resulta general en la Iglesia el deseo de que se articule más y mejor la colegialidad episcopal con la comunidad de los cristianos en una sinodalidad que incluya al clero y a los bautizados comprometidos con la marcha de la Iglesia. En estos meses asistimos a un movimiento de cooperación en las parroquias y diócesis al plantearse y estudiar comprometidamente el significado y la puesta en práctica de la sinodalidad en la Iglesia. No todos están de acuerdo, pero no resulta tan complicado reconocer en el Evangelio los caminos para plantearla. Se trata, en el fondo, tomar en serio el “sensus fidelium” que desde siempre han utilizado los teólogos , aunque es verdad, sin aterrizar en sus consecuencias.
Diez años después mantiene su cercanía y su simplicidad espontánea en actitudes y palabras, que hace que nos sintamos miembros gozosos de la comunidad que preside. Pablo VI, en su encíclica Ecclesiam suam, afirmó que la Iglesia era diálogo, pero sabemos que, a menudo no es así. Francisco insiste imperturbable de un mayor diálogo y encuentro entre todos los miembros de la Iglesia. Nos atrae enormemente su transparencia, da la impresión de que ha plantado su tienda entre los creyentes y entre los ciudadanos de a pie. Esta transparencia constituye un vendaval de aire fresco en un mundo viciado por los rumores, la murmuración, la autosuficiencia y el puñal por la espalda.
El coraje de ir contracorriente
Tiene el coraje de andar contracorriente. En una ocasión afirmó: ”La Curia tiene un defecto, es vaticanista. Ve y se ocupa de los intereses del Vaticano y olvida el mundo que le rodea. No comparto esta visión y haré de todo para cambiarla. Los jefes de la Iglesia han sido a menudo narcisistas, adulados por sus cortesanos. La Corte es la lepra del papado”. En realidad, esta acusación es la de Cristo a los fariseos, y puede repetirse contra los políticos y contra los poderes del mundo, pero este Papa quiere señalar a la Iglesia que debe actuar y mostrarse de otra manera. El apunta a Dios en todas las cosas y desea mantenernos en contacto con toda la realidad humana.
Frente a la pretensión de practicar una religión a la carta y a la falta de formación y de implicación personal generalizada de los cristianos, resulta admirable la valentía de elegir la calidad y coherencia antes que el número, superando la cómoda división de cristianos de élite y cristianos de masa. Francisco exige los requisitos necesarios para que los sacramentos sean válidos, la coherencia entre la fe y la práctica, la aceptación de la fraternidad universal de quienes son conscientes de que son fundamentalmente hijos de Dios Padre. Naturalmente, esto nos llevará a no exigir más de lo que pide el Evangelio y a presentar una Iglesia creyente que practique la especificidad de la fe en todos los niveles, manteniendo en vigor la recomendación de Jesús: “vosotros no así”.
Ideas para la Iglesia de hoy
Algunas ideas del Papa para la Iglesia de hoy. No son nuevas, tal vez, pero insiste en la vida diaria intenta ponerlas en práctica:
- Pone el dedo en la llaga de una esquizofrenia habitual que habla de un ideal elevado y unas prácticas morales muy exigentes, mientras mantiene la práctica de un modo de vivir menos ideal, más de acuerdo con el egoísmo y la rutina diaria.
- Cambiar la percepción del poder. Mantenemos el ideal del “No así vosotros”, pero en la vida diaria, cardenales, obispos, sacerdotes y laicos, no practicamos generalmente el precepto de que el poder debe entenderse como servicio. El poder eclesiástico, a menudo, mantiene las mismas pautas del poder político y social.
- Replantea las prácticas y las fórmulas del poder petrino. La definición “Siervo de los siervos del Señor” es una bella frase, pero puede quedar en eso. Ver la carta que escribió a los nuevos cardenales.¿Cómo afrontar la vocación, la formación y de idea de servicio y dedicación de los nuevos sacerdotes a las nuevas comunidades que, en tantos sentidos, son fundamentalmente diversas de las anteriores? En este tema, tiene muy en cuenta fundamentalmente el cambio radical de la sociedad actual. El sacerdote, ¿es simplemente el servidor de las comunidades actuales o debe mantener fundamentalmente el sentido misionero de presencia en la sociedad actual? La visita a los seminarios españoles enviada a la Iglesia española por el papa Francisco tiene que ver con esto también.
- El planteamiento del tercer mundo. El modo de presentarse en los países que visita, países no poderosos, generalmente, pero que los visita con el mandato de Jesús de estar presente, sobre todo, entre los más necesitados. La transparencia y la normalidad, hay que relacionar fundamentalmente a Francisco con Juan XXIII y con Pablo VI. Todos los papas del siglo XX han tenido una personalidad acusada y han respondido desde Benedicto XV, más o menos, a los cambios del mundo contemporáneo, pero Juan, Pablo y Francisco, han sido más conscientes de la urgencia de responder a un mundo en permanente replanteamiento y repensamiento, mucho más complicado para una Iglesia que se fundamenta en algunos principios permanentes de fe, pero con la necesidad y posibilidad de acompañar y responder a esta humanidad actual. Francisco es el primero que valientemente plantea, tanteando, la radicalidad de aprender y enseñar a los seres humanos de cada momento. Esto no puede hacerlo, obviamente, el solo. Por esta razón está planteando un cambio radical: la sinodalidad.
- Llevar el Evangelio y la fuerza de Dios a los habitantes de la tierra consiste en desarraigar y destruir las barreras del egoísmo, de la intolerancia y del odio, para edificar un mundo nuevo. Para entender la historia de la Iglesia y para sentirnos servidores de la comunidad, debemos tener en cuenta la introducción de la “Gaudium et Spes”: “El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en nuestro corazón”.
El rechazo de la Iglesia que no quiere cambiar
Francisco cuenta hoy con el rechazo de buena parte de la Iglesia que no esta dispuesta a cambiar y salir a la intemperie, porque esta cómoda con una religión de devociones y seguridades, con una espiritualidad interior válida pero encerrada en uno mismo. Amando a Dios, pero centrando en la limosna el amar a los demás como a uno mismo. Pero, tampoco le aceptan los que disfrutan con su libertad y espontaneidad. Su idea de Cristo y de bienaventuranzas son, a menudo, inconsistentes y parece que solo se interesan en los abusos, al parecer inventados y monopolizados por la Iglesia, y del Papa olvidan su enorme libertad personal y la centralidad de su fundamentación evangélica.
Seis temas más que resulta necesario tener en cuenta en una aproximación a este Papa: la comunión, la sinodalidad, la colegialidad, la descentralización del poder, la subsidiariedad y la justicia-misericordia.
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