Carta del arzobispo de Valencia a propósito de la DANA Enrique Benavent: " Detrás de cada damnificado hay una o muchas tragedias"
!Hace unos días ninguno de nosotros podía imaginar la tragedia que estamos viviendo. La DANA era algo impensable por la fuerza que ha tenido"
"Detrás de cada damnificado hay una o muchas tragedias; no son simples números o cifras económicas: hay una historia única"
"En estos momentos los cristianos no podemos anunciar convincentemente esta esperanza, si no sembramos esperanzas concretas ayudando a aliviar los sufrimientos que todos los damnificados están viviendo"
"Quiero manifestar mi gratitud a todos los que os habéis puesto al servicio… Otros han hecho lo mismo desde sus convicciones … También hemos de alegrarnos, porque hemos tenido la experiencia de que podemos vivir una fraternidad real con todos"
"En estos momentos los cristianos no podemos anunciar convincentemente esta esperanza, si no sembramos esperanzas concretas ayudando a aliviar los sufrimientos que todos los damnificados están viviendo"
"Quiero manifestar mi gratitud a todos los que os habéis puesto al servicio… Otros han hecho lo mismo desde sus convicciones … También hemos de alegrarnos, porque hemos tenido la experiencia de que podemos vivir una fraternidad real con todos"
(Archivalencia).- Hace unos días ninguno de nosotros podía imaginar la tragedia que estamos viviendo. La DANA que ha provocado la muerte de un gran número de víctimas desde la comarca de Utiel-Requena hasta la Ribera Baja, que ha causado tanto sufrimiento en muchas personas y ha provocado enormes daños en viviendas, empresas, colegios, parroquias, vehículos… era algo impensablepor la fuerza que ha tenido.
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME
Mi preocupación, como pastor de la Iglesia, y creo que la de todos los cristianos, ha de ser que en este momento tan crítico que estamos viviendo, todos los que formamos parte del Pueblo de Dios demos una respuesta cristiana ante el sufrimiento de estos hermanos nuestros. Solo así podremos decir que hemos estado a la altura de las circunstancias, aunque no hayamos solucionado todos los problemas de las personas.
Detrás de cada damnificado hay una o muchas tragedias: el drama de los que han perdido la vida y de sus familiares que, al dolor que supone la muerte de un ser querido, se añade un sufrimiento inmenso por las circunstancias que la acompañan; muchos proyectos vitales se han truncado y muchas familias han quedado rotas; pensemos en las personas que han salvado su vida después de horas interminables de incertidumbre porque se encontraban en situaciones límite, por lo que han vivido una experiencia que los marcará para siempre; muchos se han quedado sin hogar, sin trabajo, sin un colegio en condiciones para ir a clase…
Todo esto no son simples números o cifras económicas: hay una historia única, un sufrimiento de personas y familias que no debemos minusvalorar. Los cristianos conocemos el valor inmenso que tiene la oración y no debemos dejar de orar por todos cuando pasen estos momentos tan intensos que estamos viviendo y se vaya olvidando poco a poco lo que ha sucedido. Muchas de estas personas necesitaran también a alguien que las acoja y las escuche. No dejemos de acompañarlas, porque esta cercanía humana puede hacer un gran bien.
"Un familiar mío, que vive en uno de los pueblos afectados y que ha sufrido daños en su vivienda, me ha dicho admirado: 'aquí han venido muchas parroquias a ayudarnos'. La verdad es que he sentido una gran satisfacción"
En estos momentos los cristianos sabemos que no debemos ocultar que nuestra salvación y nuestra esperanza tienen un nombre: Jesucristo. Pero no olvidemos que no podemos anunciar convincentemente esta esperanza, si no sembramos esperanzas concretas ayudando a aliviar los sufrimientos que todos los damnificados están viviendo.
Quiero manifestar mi gratitud a todos los que, desde la conciencia de vuestra fe en Cristo y movidos por el compromiso al que os lleva esta fe, os habéis puesto al servicio de los que están pasando por una situación tan difícil. En todas las poblaciones que he visitado, he vivido la alegría de encontrarme con conocidos (muchos de ellos jóvenes) que estaban sirviendo con alegría y sembrando esperanza en medio de tanto dolor. El anuncio de Cristo se vuelve de este modo luminoso y creíble. Un familiar mío, que vive en uno de los pueblos afectados y que ha sufrido daños en su vivienda, me ha dicho admirado: “aquí han venido muchas parroquias a ayudarnos”. La verdad es que he sentido una gran satisfacción, porque como Iglesia hemos estado donde debíamos y hemos hecho lo que hemos podido.
"No quiero decir con esto que somos los únicos y los mejores. Otros han hecho lo mismo desde sus convicciones y, seguramente, por motivaciones distintas. También hemos de alegrarnos, porque hemos tenido la experiencia de que podemos vivir una fraternidad real con todos"
No quiero decir con esto que somos los únicos y los mejores. Otros han hecho lo mismo desde sus convicciones y, seguramente, por motivaciones distintas. También hemos de alegrarnos, porque hemos tenido la experiencia de que podemos vivir una fraternidad real con todos cuando juntos nos hacemos servidores de los que más sufren. Viviendo de este modo como hermanos y valorando el bien que se hace, venga de donde venga, y no peleándonos entre nosotros, es como construiremos juntos una sociedad mejor en la que no vivamos en permanente crispación.
Etiquetas