"Mi impresión es que creo que tenemos Papa todavía para rato" Fernando Prado: "Creo que la Iglesia no actuó siempre bien y como debía ante los abusos en su seno. Muchas víctimas no se sintieron escuchadas y atendidas"
"Estos dos años míos en la diócesis han pasado como un rayo"
"Me encuentro a gusto en mi tierra. Ser obispo de Donostia es un verdadero honor. Si la gente conociera el corazón de los gipuzkoanos, quedarían enamorados para siempre"
"La paz y la comunión son frutos del Espíritu Santo. Soy testigo de ese milagro y puedo decir que la comunidad diocesana camina con esperanza y compromiso en ese sentido"
"El cristianismo es una fuerza benéfica en medio de nuestra sociedad que ayuda a la cohesión social y, hoy por hoy, sigue teniendo su lugar y relevancia, aunque más modesta"
"El Papa es un anciano sano, con sus achaques. Su estado de ánimo es óptimo y su lucidez mental envidiable"
"La paz y la comunión son frutos del Espíritu Santo. Soy testigo de ese milagro y puedo decir que la comunidad diocesana camina con esperanza y compromiso en ese sentido"
"El cristianismo es una fuerza benéfica en medio de nuestra sociedad que ayuda a la cohesión social y, hoy por hoy, sigue teniendo su lugar y relevancia, aunque más modesta"
"El Papa es un anciano sano, con sus achaques. Su estado de ánimo es óptimo y su lucidez mental envidiable"
"El Papa es un anciano sano, con sus achaques. Su estado de ánimo es óptimo y su lucidez mental envidiable"
No era fácil suceder a monseñor Munilla, pero Fernando Prado Ayuso (Bilbao, 1969) está recosiendo la comunión y la paz en la comunidad diocesana de Guipúzcoa, que "son frutos del Espíritu Santo". Tras dos años en su tierra ("que pasaron como un rayo"), el prelado nos concede una entrevista en exclusiva el día de San Sebastián. Entre otras cosas, dice que ser obispo de Donostia "es un verdadero honor" y asegura que el cristianismo es, en cierto sentido, un hecho contracultural, pero también "una fuerza benéfica en medio de nuestra sociedad que ayuda a la cohesión social y, hoy por hoy, sigue teniendo su lugar y relevancia, aunque más modesta".
El prelado vasco cree que "para los cristianos, es un desafío hacer que aquellos que entendemos son nuestros hermanos y hermanas, puedan encontrar entre nosotros una acogida y una integración". También piensa que "tenemos Papa para rato", porque, recientemente vió a Francisco "como es, un hombre mayor, anciano. No tiene más que achaques propios de su edad. Algo de deficiencia auditiva, una artrosis que le mantiene la movilidad reducida… pero no tiene ninguna enfermedad".
La diócesis de San Sebastián acaba de cumplir los 75 años y usted dos como su obispo. ¿Qué le sugieren las dos efemérides?
Celebrar que se cumplen años siempre es un signo de vida. Setenta y cinco años es una fecha redonda, digna de celebrar. Al hacerlo decimos: aquí estamos. Seguimos caminando. Me encanta esa frase de san Juan Pablo II al comenzar el milenio: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Tenemos que mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrirnos al futuro con esperanza”. Redundando en ello, Benedicto XVI decía que al pasado hay que mirarlo, además, con benevolencia. Francisco en la Bula del Jubileo nos invita a mirar al futuro con una “mente abierta y un corazón confiado”. Por otro lado, estos dos años míos en la diócesis han pasado como un rayo.
¿Se encuentra a gusto de obispo y de obispo de Donosti, su tierra? ¿El oficio-servicio es más fácil o más difícil de lo que suponía?
Me encuentro a gusto en mi tierra. Ser obispo de Donostia es un verdadero honor. Si la gente conociera el corazón de los gipuzkoanos, quedarían enamorados para siempre. El Señor me ha dado un regalo inmenso, difícil de corresponder por mi parte. No sé si estoy a la altura. Servir al Señor y al pueblo de Dios se hace llevadero. No faltan desafíos, pero cuento con la colaboración comprometida de los diocesanos.
¿Se siente querido por la gente y por sus curas?
Sí. Procuro ser evangélico y querer a la gente. En general diría que sí, que soy correspondido, a pesar de que no se puede contentar a todo el mundo, siempre.
¿Se han ido recosiendo las divisiones ocasionadas en el anterior pontificado de monseñor Munilla?
Cuando llegué a la diócesis, encontré un gran compromiso de todos por la comunión. Lo cierto que la comunión no es nunca fácil. San Juan Pablo II decía que era un “camino espiritual”. Es algo que siempre está en construcción. Sin duda, no somos ajenos a la fragmentación y a la polarización que también hay en nuestra sociedad, pero los creyentes estamos convencidos del actuar del Espíritu Santo en su Iglesia, que con su fuerza nos lleva a superar las tensiones lógicas que pueda haber en todo colectivo humano. La fe obra ese milagro y mueve a todos a mirar y a comprometerse con el bien de los demás. La paz y la comunión son frutos del Espíritu Santo. Soy testigo de ese milagro y puedo decir que la comunidad diocesana camina con esperanza y compromiso en ese sentido.
¿Se siente más pastor que organizador, como le pidió el Papa?
Si tuviera que elegir, diría que sí. Uno siempre es pastor cuando organiza y organizador cuando pastorea. Creo que el consejo del papa se entiende en el sentido de no dejarse “capitanear” por lo organizativo, pero no son términos incompatibles. Es más, diría que la clave del ministerio episcopal está, precisamente, en complementar bien esas dos dimensiones. Por otra parte, la diócesis de San Sebastián es un organismo vivo y bien organizado, siempre en cambio y en sana renovación. El obispo y la diócesis, gracias a Dios, tienen buenos colaboradores para llevar adelante la misión entre todos.
¿La plaga de los abusos del clero y su posterior gestión está debilitando la credibilidad y la imagen de la iglesia española?
Los abusos del clero no son una plaga. Los abusos son una plaga en nuestra sociedad en general, tal y como dice el informe del Defensor del Pueblo. La Iglesia se ha visto afectada gravemente por esta lacra en algunos de sus miembros, sin duda. Hay que decirlo alto y claro. Creo que la Iglesia no actuó siempre bien y como debía ante estos abusos en su seno. Muchas víctimas no se sintieron escuchadas y atendidas. Podemos decir que esta cuestión sí ha minado su credibilidad y ha cortocircuitado, sin duda, el desarrollo de su misión. Pero lo mismo que digo eso, estoy convencido de que hoy las instituciones de Iglesia (Diócesis, grupos, congregaciones…) han tomado decisiones importantes; mejor dicho, se están tomando, y se camina en una buena dirección. Queda camino por recorrer, pero, no cabe duda, honestamente, de que se están dando muchísimos buenos pasos para superar esto y evitar en la medida de lo posible que se repita. Espero que la triste experiencia de lo sucedido pueda ser en el futuro una ayuda para todos en la sociedad.
¿Qué le sugiere el Bidasoa como símbolo del fenómeno migratorio?
Un lugar emblemático. Ahí se concentra y da la cara la incapacidad de nuestra sociedad para atender a nuestros hermanos migrantes que buscan una vida mejor para ellos y para los suyos. No son números. Son personas. Ojalá nadie tuviera que emigrar. Todos hemos sido migrantes y todos buscamos lo mejor para nosotros y los nuestros. Si no lo hemos sido nosotros, lo fueron nuestros padres, nuestros abuelos, bisabuelos… Todos los seres humanos tenemos una dignidad infinita que hay que valorar, acoger, acompañar y salvaguardar. Para los cristianos, es un desafío hacer que aquellos que entendemos son nuestros hermanos y hermanas, puedan encontrar entre nosotros una acogida y una integración. Es una cuestión que hay que ordenar y no es fácil. Con todo, ha de ser una prioridad hoy. Es importante la colaboración también de todos, la paciencia y la creatividad para dar soluciones, aun provisionales, a esta cuestión. Urge clarificar la legislación internacional y nacional a este respecto, y una coordinación de los entes autonómicos, provinciales y locales. Desde la Iglesia colaboramos desde hace años en este empeño.
¿El cristianismo en Gipuzkoa es un hecho contracultural?
En cierto sentido sí. Hoy vivimos en sociedades secularizadas en las que vivir la fe no es como antaño. Hoy el cristianismo no es un cristianismo sociológico. Es una opción de tipo más personal, que no es acompañada como quizá lo fue antaño por el conjunto de la sociedad. Basta ver el número de bautismos o bodas que se dan hoy en nuestra sociedad en comparación a los que se daban hace tan solo un par de décadas. Es algo más de minorías que de mayorías. Con todo, el cristianismo todavía llena nuestra cultura, nuestro paisaje con su patrimonio, el arte… las parroquias, la vida litúrgica y de atención a la caridad tienen todavía su peso en los núcleos urbanos en pueblos y ciudades… Ahí está también la presencia de la escuela católica y las universidades en Gipuzkoa, pero, evidentemente, esto ya no es lo que fue. Con todo, diría que tampoco es algo insignificante. El cristianismo es una fuerza benéfica en medio de nuestra sociedad que ayuda a la cohesión social y, hoy por hoy, sigue teniendo su lugar y relevancia, aunque más modesta. El desafío para la Iglesia está, precisamente, en la transmisión de la fe y que la fe siga teniendo su significación en nuestro territorio.
En una reciente carta pastoral pide a sus curas que le señalen hombres casados para diáconos permanentes. ¿Urge encontrarlos?
Serían de gran ayuda hoy en la labor pastoral de nuestras comunidades y fortalecerían el liderazgo en las zonas pastorales de la diócesis.
¿Cómo está siendo la recepción del Sínodo y de su documento final con marchamo de magisterio doctrinal?
El sínodo y sus resultados ahí están. A partir de ahora, su recepción, asimilación y aplicación será lo que queramos que sea. Los pastores tenemos mucha responsabilidad en ello. Hay que caminar más y más en esa dirección. Lo mismo que la evangelización, la sinodalidad, ese “caminar juntos” en el discernimiento eclesial forma parte de la naturaleza de la Iglesia y de su modus operandi.
¿Qué le dijo el Papa la última vez que lo vió y cómo lo encontró?
Me preguntó, sencillamente qué tal estaba y cómo me iban las cosas por las tierras de San Ignacio. Me pidió, como siempre, que siga rezando por él. Vi al Papa como es. Un hombre mayor, anciano. No tiene más que achaques propios de su edad. Algo de deficiencia auditiva, una artrosis que le mantiene la movilidad reducida… pero no tiene ninguna enfermedad. Es un anciano sano, con sus achaques. Su estado de ánimo es óptimo y su lucidez mental envidiable. Cualquiera que se asome a su agenda diaria (es pública) podrá ver que mantiene un ritmo de actividad fuera de lo normal. Su capacidad de trabajo no se ve reducida a pesar de los achaques. Mi impresión es que creo que tenemos Papa todavía para rato.
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