¿Se pueden esbozar algunas de las inquietudes que más se repiten entre los participantes en la elaboración del Plan?
Las que están en la cabeza de mucha gente son primero el tema de que hay que fortalecer nuestras comunidades para que realmente en ellas suceda todo lo que tiene que suceder, que básicamente es vivir el Evangelio para poder luego transmitirlo y por supuesto, la gente tiene mucha preocupación con el tema de lo que podíamos llamar el testimonio de las obras. No se trata ahora de predicar tanto en este momento cuanto intentar de alguna forma hacer cosas que sean significativas, que ayuden a la gente y comuniquen esa fuerza, esa alegría, esa vitalidad y esa importancia que tiene el Evangelio en medio de este mundo. Para eso, por supuesto, el tema de la espiritualidad, el de la oración es crítico porque ya nos dice Jesús que si no estamos unidos a él no vamos a poder hacer nada. El tercer tema es la cuestión que nos preocupa a todos: si la Iglesia hace mucha labor social pero la gente que vive la fe tiene una cierta edad y si no somos capaces de transmitir a las nuevas generaciones este asunto puede que en un momento determinado no haya muchos creyentes que puedan seguir haciendo las obras de Jesús en medio de esta sociedad. El tema del anuncio y de la Iniciación Cristiana es muy importante y finalmente, el tema de la corresponsabilidad, la participación del laicado.
¿La experiencia religiosa se redescubre en momentos como los que estamos viviendo en este momento?
Esta experiencia de la fragilidad de la vida, de nuestros proyectos, de nuestra confianza en que efectivamente tenemos resueltas las cosas cuando se nos caen por un virus tan pequeño, con un tremendo poder y no lo podemos controlar, nos abrimos a una posibilidad de creer que hay otras dimensiones. Y de que quizá, de alguna forma, tenemos que pedir, rezar y sentirnos acompañados por Dios también en esta situación. Sí, pero tengo la sensación de que en algunas personas puede abrirse a la pregunta, pero que en cuanto volvamos a la normalidad, que puede tardar meses como sabemos y va a ser complicado y va a tener muchos impactos económicos en la vida de mucha gente, aparte de los muertos y cómo están muriendo... igual volvemos a la confianza de que todo está bajo control y no es necesaria la ayuda de nadie que no sea la tecnología y la ciencia.
¿Le preocupa el día después?
El día de ahora es dificilísimo y no puedo dejar de pensar en la gente que fuera de este país está muriendo sin asistencia y sin dignidad. Tengo en la cabeza las imágenes de Ecuador y realmente lo que hay detrás de las imágenes de la tragedia es que hay muchísimas personas que no tienen quien les atienda. Tenemos una responsabilidad grande de sentir con los que están en una situación económica grave y compartir lo que podamos. La mayoría de la gente en este mundo vive al día. Tienen que trabajar para comer el día siguiente. En Ecuador mismo el 70% de la población vive así.