“María, consuelo de los afligidos”, lema de la jornada, con punto fuerte en la Almudena La Vigilia de la Inmaculada se centra en las víctimas de la DANA

Vigilia de la Inmaculada en la catedral de La Almudena
Vigilia de la Inmaculada en la catedral de La Almudena Archimadrid

En primer lugar, "pediremos, por intercesión de María, mediadora de todas las gracias, que el Señor siga moviendo los corazones", es decir, "de aquellos que tienen responsabilidades para que todos los afectados puedan recuperar la normalidad en sus vidas, lo antes posible". En segundo lugar, "para que todos colaboremos para conseguir que sean remediados los males que allí padecen"

El 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, este año coincide con el II domingo de Adviento, aunque por un privilegio especial para las Iglesias de España, la Santa Sede permite celebrar esta festividad. Como es tradicional en muchos lugares de España y también de la archidiócesis de Madrid, este sábado 7 de diciembre, se celebrarán vigilias de la Inmaculada.

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Con el lema «María, consuelo de los afligidos», la catedral de Santa María la Real de la Almudena acogerá una vigilia a las 21:00 horas. «En esta celebración se tendrá muy presente a todas las víctimas de la DANA y de las demás catástrofes naturales que suceden en nuestro mundo», recuerda Carlos Aguilar, delegado episcopal de piedad popular y coordinador de la comisión de evangelización del arzobispado de Madrid.

En primer lugar, «pediremos, por intercesión de María, mediadora de todas las gracias, que el Señor siga moviendo los corazones», es decir, «de aquellos que tienen responsabilidades para que todos los afectados puedan recuperar la normalidad en sus vidas, lo antes posible. En segundo lugar, «para que todos colaboremos para conseguir que sean remediados los males que allí padecen».

En la celebración, también «nos alegraremos con María, que nos prepara como cada Adviento, de una manera muy especial, acoger el nacimiento de su hijo Jesucristo en la próxima Navidad», concluye Carlos Aguilar.

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