Allí donde no llega la Administración ni los Servicios Sociales "Un viaje Por Tantos", la campaña que cambia (o mejora) la opinión que muchos tienen de la Iglesia
Manuel, Almudena, Isco, Jade y otros muchos no marcaban la casilla de la Iglesia en su declaración de la renta. Su mirada cambió cuando vieron con sus propios ojos la labor social y espiritual de la Iglesia al servicio de millones de personas
La experiencia 'Un viaje Por Tantos', en el que han participado 15 personas, ha confirmado que muchos contribuyentes que no marcan la 'X' de la Iglesia cambian de opinión cuando descubren todo lo que se hace gracias a ella
"Entraron muy escépticos, se preguntaban si era posible que la Iglesia estuviera en las cárceles, y pudieron ver que los voluntarios estamos actuando en nombre del Evangelio allí donde hay una persona que sufre"
"En cuanto a los usuarios, se sintieron con mucha dignidad y orgullo de que se contara con ellos para mostrar esta labor de la Iglesia. Cuando se marcharon, el comentario más escuchado fue: ¡Caramba, se preocupan de nosotros!"
"Entraron muy escépticos, se preguntaban si era posible que la Iglesia estuviera en las cárceles, y pudieron ver que los voluntarios estamos actuando en nombre del Evangelio allí donde hay una persona que sufre"
"En cuanto a los usuarios, se sintieron con mucha dignidad y orgullo de que se contara con ellos para mostrar esta labor de la Iglesia. Cuando se marcharon, el comentario más escuchado fue: ¡Caramba, se preocupan de nosotros!"
(Iglesia en Aragón).- Manuel, Almudena, Isco, Jade y otros muchos no marcaban la casilla de la Iglesia en su declaración de la renta. Su mirada cambió cuando vieron con sus propios ojos la labor social y espiritual de la Iglesia al servicio de millones de personas.
La experiencia ‘Un viaje Por Tantos’, en el que han participado 15 personas, ha confirmado que muchos contribuyentes que no marcan la ‘X’ de la Iglesia cambian de opinión cuando descubren todo lo que se hace gracias a ella.
Un viaje Por Tantos comenzó por los últimos, las personas que se han quedado solas en la España Vaciada. En Guadalajara, los protagonistas conocieron a Emilio Vereda, un joven sacerdote de 27 años que tiene a su cargo nueve pueblos de la provincia; y a Gregoria, una mujer de 80 años que vive prácticamente sola en la localidad de Lebrancón. El otro habitante del pueblo es José, el alcalde, pero no pasa allí todos sus días.
El testimonio de Gregoria dejó a los visitantes «tremendamenteimpactados», pues está «completamente abandonada». Se sorprendieron de que, allí donde no llega la Administración ni los Servicios Sociales, fuera la Iglesia la que llevara vida a los pueblos, hiciera compañía a sus escasos habitantes –en su mayoría, personas muy mayores–, se preocupara por ellos y cubriera sus necesidades más básicas.
Como reflexionaba uno de los participantes, el hecho de que Emilio tuviera 27 años y estuviera dedicando su juventud a hacer compañía y charlar con ancianos abandonados fue una de las revelaciones más fuertes de toda la ruta. De primera mano, pudieron escuchar a Gregoria confesarles que vive con miedo y que el cura es el único que le da calidad de vida.
No conoces la repercusión de estas cosas hasta que las ves en los ojos de otros
En segundo lugar, los participantes de la iniciativa pusieron rumbo a Alcalá de Henares, para visitar un proyecto de acogida a personas sin hogar. «Tenemos, por un lado, el centro de día de atención a las personas sin hogar San Diego y, por el otro, la casa de acogida San Juan Pablo II», explica Patricia Agudo, trabajadora social del proyecto.
San Diego es «el centro neurálgico», con dos trabajadores sociales, un pedagogo –que también hace las veces de educador– y los voluntarios. En él, se trabaja con personas que han sido derivadas a la casa de acogida y también «desde la propia situación de calle-calle», en palabras de Agudo. «Hacemos una intervención individual con cada persona para ver qué objetivos quiere y puede conseguir. Del mismo modo, tenemos actividades y talleres sobre búsqueda de empleo, habilidades sociales y cualquier cosa que pueda repercutir positivamente», agrega.
Los voluntarios, por su parte, ofrecen apoyo en las duchas, para las coladas o a la hora de poner el desayuno. «Son superimportantes, especialmente con el apoyo emocional a estas personas a las que acompañan. Cada día vienen con problemáticas diferentes, hacen escucha activa y un acompañamiento que los usuarios agradecen muchísimo, porque en su día a día no tienen a nadie que les escuche, les mire y les consuele. Eso ya es muchísimo», detalla la trabajadora social.
La casa de acogida tiene plazas para 17 personas, que pernoctan, se alimentan y asean en sus dependencias. La gran mayoría de usuarios se sienten «muy agradecidos y así nos lo transmiten, porque han tenido una ruptura vital importante y esto es lo que les permite empezar de nuevo otra vez».
"No hay parroquia sin obra social, ni obra social sin parroquia"
De vuelta a la Comunidad de Madrid, los protagonistas de Un viaje Por Tantos tuvieron la oportunidad de visitar la parroquia Reina de los Ángeles y el Hogar Don Orione, su centro asociado donde viven 114 personas con discapacidad y alta dependencia, «con habilidades diversas», como prefieren decir en el centro. Este proyecto de la Iglesia emplea a 123 trabajadores y once religiosos.
Los viajeros conocieron que la parroquia es lugar de anuncio de la fe, de la Buena Noticia; de celebración, con los sacramentos, y de vivencia de esa fe con obras concretas: «No hay parroquia sin obra social, ni obra social sin parroquia». Así, fruto de esa fe que se anuncia, celebra y vive surgió hace décadas este proyecto de atención a personas con «habilidades diferentes». Y los sacerdotes que atienden la parroquia y la obra «se sostienen gracias al dinero de la X».
Un tercio de los residentes, aproximadamente, no tienen familia o son tutelados, y por eso «se les arropa un poco más», explica la directora, quien destaca a este respecto un proyecto «muy bonito», llamado ‘Uno más en la familia’, que consiste en vincular un residente a una familia voluntaria, que lo acoge como si fuera parte de ella.
Los visitantes pudieron ver e interactuar con los residentes, y salieron «alucinados con la labor que se hace». Se mostraron muy contentos de «ver que la vida de estas personas es digna y disfrutan». «Es un lugar en el que se trata al ser humano con un amor increíble, les ha sorprendido que la Iglesia acoja a todos”, explican desde Xtantos.
El año pasado acogimos a 60 víctimas, y a más de 70 menores
La última parada de Un viaje Por Tantos tuvo lugar en Toledo, donde fueron testigos de cómo la Iglesia se implica a fondo en atajar la violencia contra las mujeres. Virginia Sanz, responsable del proyecto Rompe tu silencio, de Cáritas, fue la encargada de enseñar a los visitantes la casa de acogida para mujeres que huyen de la violencia y para sus hijos menores. «El año pasado acogimos a 60 víctimas, y a más de 70 menores», detalla. La acogida del piso se complementa con la labor diaria en el centro de atención, donde Sanz y su equipo las ayudan a todo: «Desde hacer una matrícula para el colegio de los niños hasta acompañarlas al médico o al juzgado para que no tengan que ir solas». Es un trabajo de 24 horas. El testimonio de dos mujeres que han huido de los malos tratos resultó muy impactante.
«Nos faltan recursos, y muchos. Nos falta personal y con más fondos podríamos hacer un trabajo mejor, sí, pero lo hacemos lo mejor posible», prosigue Sanz, quien destacó ante el grupo que «nuestro proyecto se financia del IRPF, pero con esto no llega. El Arzobispado nos da dinero para continuar, porque con la ‘X’ no es suficiente». La responsable de Rompe tu silencio confiesa que «la reacción de los visitantes ha sido muy buena. Uno de ellos se ha sorprendido de que solo tuviéramos un piso de acogida.
“¿Cómo es posible que todo este trabajo que hacéis sea solo en un piso, en uno solo?”, me han preguntado. La vivienda está dentro de un edificio de Cáritas donde hay familias con otras necesidades, y ellos se creían que todo era para violencia de género. “Es que esto vale mucho dinero. Ojalá tuviéramos medios para acoger a muchas más personas que lo necesitan”, le he respondido», concluye.
Los voluntarios estamos actuando en nombre del Evangelio allí donde hay una persona que sufre
El autobús hizo parada en Getafe para conocer la acción de la Iglesia en la escucha, acompañamiento y ayuda a las personas privadas de libertad. Visitaron una casa de acogidadonde los presos pasan sus días de permiso. «Los jueces sólo conceden permisos a quienes presentan un aval que les merezca confianza. Nosotros ofrecemos estos avales para quien quiera disfrutar de un ambiente distinto al de la cárcel y se comprometa a convivir y desarrollar valores que le permitan estar en libertad», indica Alfonso Vargas, voluntario de la pastoral penitenciaria.
«No se trata de borrar responsabilidades –de hecho, nosotros ni preguntamos por qué están allí–, sino de devolver la dignidad y tratar al ser humano como tal. Les ofrecemos talleres que van desde la utilización de medios tecnológicos –como el uso de aplicaciones de móvil, que muchas, cuando ellos entraron en prisión, ni existían–, hasta manualidades, poesía, literatura y, sobre todo, un taller de reinserción para volver a la realidad de forma distinta a como habían estado, teniendo en cuenta que todo su tejido social y familiar ha quedado destrozado», añade.
La llegada del viaje Por Tantos fue «fructuosa para los usuarios de la casa, y un baño de realidad del alcance de la misión de la Iglesia para los visitantes», prosigue Vargas. «Todos conocemos los comentarios, justos e injustos, que se han hecho vox populi sobre la Iglesia, pero aquí pudieron comprobar que este trabajo es una realidad que rehabilita, que convierte al hombre en persona y le aporta dignidad.
Entraron muy escépticos, se preguntaban si era posible que la Iglesia estuviera en las cárceles, y pudieron ver que los voluntarios estamos actuando en nombre del Evangelio allí donde hay una persona que sufre. En cuanto a los usuarios, se sintieron con mucha dignidad y orgullo de que se contara con ellos para mostrar esta labor de la Iglesia. Cuando se marcharon, el comentario más escuchado fue: “¡Caramba, se preocupan de nosotros!”», concluye.
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