El presidente de los obispos tiende otra vez la mano Omella se resiste a tirarse al monte
Omella desoye los cantos de quienes, desde la Iglesia, igual que hace dos décadas, piden hacer frente a una "agenda cultural" que tiene como objetivo acabar con los valores cristianos de OccidenteEl discurso inaugural de la Plenaria es un canto a la sinodalidad y una petición a implicarse personalmente en este camino eclesial "por el bien común de España"
"Apartemos ideologías y caminemos juntos", pidió Omella en una invitación también al Gobierno y a los agentes sociales para hacer frente a los retos educativos y laborales que sufren los jóvenes
Un canto a la sinodalidad, a implicarse personalmente y a trabajar por ella. Por el bien de la Iglesia, pero no solo. También por el de una sociedad -la española- herida, muy fragmentada y con un ejército de excluidos que necesitan sentirse todavía parte de algo, de una comunidad que acompaña, acoge y escucha.
Hubo algunas otras cosas muy importantes en el discurso inaugural del cardenal presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) a la Asamblea Plenaria que se abre hoy en Madrid y termina el próximo domingo en Compostela, a los pies del Apóstol, como una petición de perdón (aventuro que no será la ultima) por "la corrupción dentro de la Iglesia" o por "la falta de testimonio e incoherencias" de los propios obispos, con las que contribuyen "al escándalo y a la desafección". Pero la fundamental, diría yo, fue nuevamente la mano tendida. A los de fuera. Pero también a los de dentro.
Oídos sordos a los nuevos profetas de calamidades
Juan José Omella desoye con su discurso propositivo, abierto a todos, los cantos que bajan desde el monte, a donde se han subido algunos pastores y organizaciones (este fin de semana bullían en el Congreso Católicos y Vida Pública) para hacer frente, dicen, a una agenda cultural que quiere cancelar el papel del cristianismo en España y poco menos que perseguir a sus fieles. Son los nuevos profetas de calamidades que se ahogan en cuanto se encrespan la aguas del lago.
"Apartemos ideologías y caminemos juntos", pedía Juan José Omella en su alocución, en una invitación sinodal también a los agentes políticos y sociales, a los que claramente indicaba el camino de la colaboración, desechando así el ardor guerrero con el que algunos han adornado, por citar la más cercana, sus reacciones ante la situación en la que el Ministerio de Educación deja finalmente la asignatura de Religión en la escuela pública, bilis que ni siquiera destilaba la nota con la que reaccionó la comisión episcopal afectada...
Una invitación sinodal también a los agentes políticos y sociales, a los que claramente indicaba el camino de la colaboración, desechando así el ardor guerrero con el que algunos han adornado, por citar la más cercana, sus reacciones ante la situación en la que el Ministerio de Educación deja finalmente la asignatura de Religión en la escuela pública, bilis que ni siquiera destilaba la nota con la que reaccionó la comisión episcopal afectada...
Ingenuidad de doble filo
Su pretendida ingenuidad es una de las armas con las que Omella está logrando que en estos "tiempos difíciles", la Iglesia no sea un actor más que tense la cuerda de la polarización, sin por ello dejar de defender los derechos de la comunidad cristiana. Y, hasta el momento, y en medio de un Gobierno de coalición de las izquierdas, la institución no está sufriendo más que durante otros períodos de la Conferencia y otros presidentes, por más que los cantos digan otra cosa.
Parte de la "agenda cultural" destructora de los valores que, según la doctrina de los neocruzados españoles estarían dictando desde la Unión Europea y la propia ONU, y siguiendo a rajatabla en España los socialcomunistas en el poder, afloró ya en décadas pasadas, sin que los Gobiernos a los que jaleaban hayan hecho algo para remediarlo. Salvo estar a la contra. Por eso ahora sus caladeros están a la derecha de la derecha, dejándose seducir por un populismo de misa de doce y vermú.
Milimétrica comunión con Francisco
Y a la contra sigue siendo la consigna, sin tener claro con qué rellenar el espacio de las ideas, salvo el de repetir fórmulas pasadas condenadas por el fracaso. Incluso el mediático. Frente a esto, y en milimétrica línea con el papa Francisco (como dice al final de su discurso), Omella invita a tomarse en serio "la oportunidad única" del camino sinodal, ponerse a la escucha para renovarse, para modernizarse, para saber qué es lo que se necesita en este momento, en la Iglesia y en la sociedad en la que esta debe vivir insertada, no apartada.
Pero este camino sinodal, del que apenas iniciado algunos ya están aburridos en las diócesis por falta de fe en su recorrido, sostiene Omella que no solo es primordial para la Iglesia, sino que "es bueno para España", porque en la medida en que se tome en serio, "ayudaremos a la cohesión, a la humanización y al bien común".
Intentos de desgastar a Omella
Es curioso que sin, manejarse y mucho menos compartir estos términos, desde el actual Gobierno se comprenda la importancia de este momento eclesial auspiciado por el papa Francisco mucho mejor que quienes solo ven una Iglesia acosada, vituperada, humillada, atacada.
A estos solo se les ocurre tocar a rebato y subirse al monte. Donde esperan a que alguien les escuche, aunque no sea Omella. Por eso han intentado enfrentarlo con algunos de sus colaboradores. Desgastar la colegialidad.
A estos solo se les ocurre tocar a rebato y subirse al monte. Donde esperan a que alguien les escuche, aunque no sea Omella. Por eso han intentado enfrentarlo con algunos de sus colaboradores. Desgastar la colegialidad.
Sin entender aún que detrás de la aparente ingenuidad, hay una voluntad muy firme. Al menos, durante dos años más.
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