El anuncio de un nuevo consistorio para la creación de cardenales hecho en la mañana del domingo 29 de mayo 2022 por el papa Francisco, el octavo de su pontificado, hubiese pasado inadvertido para mí, dada la expectativa mediática que lo pronosticaba, si no hubiese sido por la mención de Paulo Cesar Costa de 55 años, arzobispo de Brasilia, mi compañero de estudios de teología a la Gregoriana donde coincidimos entre el 1997 y el 2000. Será el segundo miembro más joven del sacro colegio a partir del 27 de agosto 2022 cuando se realice en Roma el consistorio en el que además de la creación de nuevos cardenales dialogará el papa con los cardenales sobre la constitución apostólica Praedicate Evangelium, para la reforma de la Curia Romana.

Paulo Cezar era sacerdote desde hacía cinco años, había sido ordenado el 5 de diciembre de 1992 para la diócesis de Valença, Rio de Janeiro, Brasil, y vivía en el Colegio Pio Brasiliano, de la Via Aurelia, 527, cerca de la via Boccea. Se caracterizaba por su humildad y sencillez. Era fácil encontrarlo concentrado en la lectura en el segundo piso de la biblioteca de la Universidad Gregoriana. Absorto en la preparación de su tesis doctoral en teología titulada “Salvatoris Disciplina: Dionísio de Roma e a Regula Fidei no debate teológico do III século” tesis que defendió el 25 de mayo de 2001.

Su director de tesis fue el padre Félix Alejandro Pastor (1933-2011), erudito y cercano profesor español de teología que vivía también en el Pío Brasiliano y con quien coincidimos en clases y seminarios. La lógica de lo inefable, de Padre Pastor, no debe faltar en la biblioteca del nuevo cardenal.

Así resume su tesis de teología Paulo Cezar Costa: “En el siglo III, en Pentápolis, dominaba el sabelianismo y Dionisio de Alejandría lo combatió. En este ambiente surge la cuestión de los dos Dionisos. Los fieles de Pentápolis o de Alejandría acusan a Dionisio de Alejandría ante Dionisio de Roma, quien escribe dos cartas, una al obispo de Alejandría y otra a la comunidad. El primero se perdió, el segundo nos llegó a través de Decretis Nicaenae synodi 26 de Atanasio. En esta carta, el obispo de Roma muestra al Alejandrino los peligros que hay que evitar para permanecer fiel a la regula fidei. Esta carta es el centro de la reflexión de Costa”.[1] Su investigación sobre las herejías trinitarias del siglo tercero demuestra su interés por la unidad en la fe que se traduce en unidad en la caridad. Su sencillez se ve reflejada en los agradecimientos iniciales de su tesis doctoral, donde además de sus padres y la mención de su director, recuerda a Juarez Romero Dutra, el bibliotecario, “por su preciosa ayuda y amistad”. Siempre el bibliotecario es el mejor testigo de los desvelos y fatigas de una tesis doctoral.

Los años romanos además de las horas pasadas en biblioteca nos permitieron conocer de cerca el testimonio sacerdotal y humano del papa Juan Pablo II en la parte final de su pontificado; fueron los años de la preparación y celebración del Gran Jubileo del año 2000; años de las Jornadas mundiales de la juventud de Paris (1997) y de Roma (2000). Un Kairós, del que ahora la Iglesia recoge los frutos maduros. Las lecciones compartidas de Ladaria, Becker, Henn, Fisichella, Martinelli, Costacurta, Vanni, Grilli, Padovese, Martinelli, Bonanni, Farrugia, Pietras, Dupuis, Pelland, Giraudo, Wicks, Pastor, Habets, Salman, Gade, Stagliano, Greshake, García, Aparicio, Millás, Antón, O’Collins, Arranz, Vercruysse, Chapin, Taft, Arranz, entre otros indiscutiblimente dejaron en todos nosotros, alumnos de la época en la Gregoriana, además de los rudimentos para hacer ciencia teológica, el amor por el estudio de la teología.

Habían pasado trece años desde mi regreso de Roma y había perdido el contacto con la mayoría de mis compañeros de estudio luego de mi abandono del ministerio. Un día por casualidad, 22 de julio de 2013 vi por televisión el recibimiento de los obispos al papa  para la jornada mundial de la juventud en Río de Janeiro, allí Paulo Cesar vestido de obispo estaba entre los anfitriones, averigüé y me enteré que era el obispo auxiliar de Río de Janeiro desde el 5 de febrero de 2011.

Su rápido ascenso humano en la jerarquía eclesiástica como auxiliar de Río de janeiro, luego obispo de São Carlos, Sao Paulo, Brasil (22 de julio de 2016), recientemente su nombramiento como arzobispo de Brasilia (21 octubre de 2020) y ahora cardenal de la Iglesia católica se debe seguramente a sus calidades como pastor con olor a oveja en la Iglesia de Francisco hospital de campo.

El escudo episcopal del cardenal Costa tiene la inscripción: “OMNIA SUSTINEO PROPTER ELECTOS” tomado de 2 Timoteo 2, 10: “Todo lo soporto por amor de los escogidos”, un versículo que termina así: “para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna”. Seguramente, sin saberlo, el texto completo escogido como su lema episcopal refiere directamente la misión que conlleva la nueva nómina a la púrpura cardenalicia: “Acuérdate de Jesucristo, descendiente de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio, En el cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; pero la palabra de Dios no está presa” (vv. 8-9).

[1] https://books.google.com.co/books?id=rBpKnUpb1xYC&pg=PA259&hl=es&source=gbs_selected_pages&cad=2#v=onepage&q&f=false