“Cuánto quisiera una Iglesia pobre para los pobres” fueron las sorpresivas palabras del recién elegido papa Francisco en la audiencia a los periodistas del mundo entero que hicieron el cubrimiento noticioso del cónclave de 2013. Una frase novedosa pero coherente con sus primeras apariciones públicas, a comenzar por el nombre elegido del santo de Asís, los zapatos negros o la ausencia de la capa roja en la bendición urbi et orbi de primer día. Los frecuentes mensajes sobre los pobres del nuevo papa, encendieron la ilusión en los corazones de creyentes y no creyentes. Algunos lo catalogaron simbólicamente como un superhéroe amigo y defensor de los pobres.

Siete años después de la convulsionada primavera romana de 2013, la cuarentena causada por la pandemia del Covid-19 “obligó” a los cristianos del mundo entero a seguir por streeming las celebraciones de la Semana santa 2020. Gigantes cadenas televisivas lograron en exclusiva la retransmisión de las celebraciones del Vaticano realizadas frente al Altar de la Cátedra bajo la “Gloria del Bernini” que representa al Espíritu Santo rodeado de coros de ángeles mientras la cátedra de Pedro es levantada por padres de la Iglesia de Oriente y Occidente. Celebraciones fuera de concurso para la audiencia universal respecto a las mismas celebraciones presididas en el mundo por un cardenal o el párroco del barrio.

Millones de televidentes confinados en sus casas siguieron la liturgia romana fría, solemne y repetitiva. Alejada de las manifestaciones de tristeza y alegría de la piedad popular de otras latitudes.

En ese espectáculo extraño de la pascua cristiana 2020, un hecho llamó la atención de propios y extraños. Las referencias directas a los pobres o a la pobreza tan frecuentes al inicio del pontificado del papa al que los cardenales fueron a buscar al fin del mundo, y que fueron su cantus firmus o leitmotiv, su marca registrada de los primeros años, casi desaparecieron en sus homilías. ¿Se tratará de una nueva hermenéutica, un nuevo énfasis de su ministerio petrino más universal, menos latinoamericano?

Estadísticamente se observa una disminución progresiva en el uso de los términos pobre, pobres, pobreza en documentos del papa Francisco. Una excepción, al inicio de su pontificado es la encíclica Lumen Fidei sobre la fe que se dice era un documento elaborado por su predecesor y presentado en público por Francisco. En ese documento, sólo hay 4 referencias a los pobres o a la pobreza.

¿Se tratará sólo de un cambio en los asesores que redactan la versión final de los discursos del papa de 83 años quien seguramente, como en el pasado lo hicieran sus predecesores, la mayoría de las veces indica sólo el esquema general de homilías, mensajes y documentos?

La capacidad connatural del papa Francisco de leer la Sagrada Escritura en clave hermenéutica del llamado a la compasión hacia los pobres y desvalidos y desde allí plantear las reformas necesarias para una Iglesia de Cristo “autorreferencial” y para la "Casa común" donde prevalecen los descartados de las periferias existenciales, fue posiblemente una de las razones que motivó a los cardenales para elegirlo como obispo de Roma y por lo tanto, el sucesor número 266 de san Pedro hace siete años.

Pero, ¿Se cansaron los europeos de escuchar el mismo cantus firmus del pontífice? ¿Le habrían recomendado sus asesores utilizar otros términos para decir lo mismo y evitar una lectura ideologizada de sus pronunciamientos?

Papa Francisco ha demostrado su amor natural y sobrenatural (virtud teologal de la caridad) hacia los pobres. Sus apariciones públicas entre los más pobres no son instrumentalizaciones mediáticas. Pero el ambiente romano que llevó a la dimisión del papa Benedicto puede estar pesando gravemente sobre la tranquilidad del papa, quien ya no se siente cómodo, al menos eso indicaría la estadística, mencionando los términos pobres, pobreza en sus últimas apariciones públicas.

En plena pandemia por el coronavirus sorprende ese cambio terminológico. Su denuncia, más urgente que nunca, de la necesaria compasión con los pobres quienes sufren mayormente las consecuencias del confinamiento como el hambre y la falta de atención médica, se ha vuelto más universal. La pobreza, al comienzo de su pontificado, más social y económica, en este momento de su ministerio parece haber dejado el espacio a la pobreza genérica ambiental de un planeta enfermo.

Hace falta volver a leer sus discursos y escritos de los primeros años de pontificado para encontrar el hilo conductor de su pensamiento.

Las palabras del cardenal Hummes en el cónclave “No te olvides de los pobres”, seguirán sonando al oído del pontífice. Deberán volver a sus escritos y homilías para que el rebaño acostumbrado a sus palabras vuelva a sentir más fácilmente el amor del pastor, con olor a oveja, que conoce a sus ovejas.

La referencia genérica a los males que afligen al mundo podría tranquilizar las conciencias de quienes gobiernan el mundo pero sería una más entre las voces de distinta proveniencia. Hace falta la denuncia profética y valiente de la pobreza material causada por el egoísmo del hombre y de las naciones poderosas. Hace falta la denuncia de una Iglesia acomodada que calla para evitar persecución y silenciamiento.

El mayor legado de la teología de la liberación y de la teología del pueblo, la categoría del pobre, debería volver a las descafeinadas homilías del pontífice de los últimos meses. Qué importa si cansa a los teólogos dogmáticos de las Curia Romana o a los jefes de estado. Ese podría ser su mayor legado.