Fernández Díaz y Puente Ojea
Me contó que cuando se despidió de Secretaría de Estado (no fue recibido por el Papa, y creo que tampoco por el secretario de Estado), dijo que no se quejaba del Vaticano, que estaba obrando según sus principios, sino del jefe del gobierno español, Felipe González, porque a pesar de la laicidad de la constitución, había cedido a la exigencia confesional vaticana.
Dijo que se había portado según su conciencia y de acuerdo con la legislación española vigente, y que él podría aportar una lista de los embajadores ante el Vaticano que mantenían a una amante en un piso de Roma, y el representante de Secretaría de Estado le había contestado: “Haga usted lo mismo”.
No me parece verosímil que un alto personaje del Vaticano empleara un lenguaje tan desvergonzado; lo que seguramente le dijo fue que si aquellos embajadores mantenían oculta su relación, la Santa Sede no podía reprochársela, mientras que él, Puente Ojea, lo hacía públicamente.
Me viene a la memoria este incidente ante la reacción masiva contra el rumor, que parece fundado, de que el controvertido ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que tiene sus días contados en el gobierno, después del fracasado intento de elevarlo a presidente del Congreso, sería nombrado embajador ante la Santa Sede.
El Secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, está recibiendo una lluvia de cartas pidiendo que se le niegue el placet, dados sus antecedentes de la política represiva ante los inmigrantes, con la sangrienta valla de Melilla, la antidemocrática “ley mordaza” y las sucias manobras para inculpar e inhabilitar políticos nacionalistas.
Por mucho menos se retiró el placet a Puente Ojea, que había sido admitido a pesar de ser conocido ateo, y más tarde había rehecho su vida familiar divorciándose y contrayendo segundas nupcias pública y legalmente.