El Maximiliano Kolbe vasco
El religioso pasionista vasco Victoriano Gondra, en religión Francisco de la Pasión, popularmente conocido como Aita Patxi, era capellán de un batallón de gudaris (soldados del ejército de Euskadi). Hecho prisionero, en un batallón de trabajadores forzados franquista, en dos ocasiones, como san Maximiliano, pero unos cuantos años antes, se ofreció para reemplazar a otro preso que había sido sorteado como represalia por una fuga.
En ninguno de los dos casos se llegó a ejecutar el fusilamiento, aunque en uno de ellos, para comprobar si era un farol, el comandante del batallón le dijo que se aceptaba la sustitución y se hicieron todos los preparativos, hasta el último momento. Aunque no llegaran a fusilarlo, su sincero ofrecimiento era ya tan acto de caridad perfecta como el de san Maximiliano.
Amaba apasionadamente a su patria Euskadi; en una ocasión en que su batallón, machacado por la artillería franquista, se desbandaba, los detenía diciendo: “¡No huyáis, que es pecado!” Pero en aquellas dos ocasiones, los beneficiados por su ofrecimiento no eran vascos, sino españoles.
Además de estos dos momentos dramáticos, Aita Patxi era recordado por sus compañeros del batallón por su profunda piedad y su caridad universal. De él escribió Mons. Ricardo Blázquez, en 2005, siendo obispo de Bilbao: Fue “un ejemplo luminoso de fe, de amor, de celo apostólico y de paz con todos (…). Su fama de santo era general, la petición de que se iniciara el proceso de canonización fue un clamor popular y el reconocimiento de su santidad por la Iglesia, que esperamos llegue pronto, será una conmoción que despertará en todos una invitación a la santidad”.
Pero su proceso está detenido. Le sobra una cosa y le falta otra. Le sobra haber estado en el ejército de Euskadi. Le falta ser polaco.