Lola Josa y su edición a la luz de la mística hebrea del 'Cántico espiritual' Una hermenéutica estética y creativa del 'Cántico espiritual' de san Juan de la Cruz
Es uno de los comentarios más bellos y lúcidos desde el punto literario y estético, escrito por la doctora Lola Josa, catedrática de Literatura del Siglo de Oro Español en la Universidad de Barcelona y una de las grandes especialistas mundiales en la obra del Carmelita Descalzo
El resultado final de esta edición es una escritura estética, un acercamiento simbólico y una hermenéutica creativa que da nueva vida a tan memorable poema, estudiado hoy desde las diferentes disciplinas con aportaciones siempre nuevas dada su profundidad inagotable
Durante estas semanas he vuelto a leer el Cántico espiritual, de san Juan de la Cruz. Y lo he hecho acompañado de uno de los comentarios más bellos y lúcidos desde el punto literario y estético, escrito por la doctora Lola Josa, catedrática de Literatura del Siglo de Oro Español en la Universidad de Barcelona y una de las grandes especialistas mundiales en la obra del carmelita descalzo. La perspectiva desde donde escribe el comentario es la mística hebrea (Cántico espiritual,de San Juan de la Cruz, nueva edición de Lola Josa a la luz de la mística hebrea, Lumen, Barcelona, 2023, 366 páginas). Ofrezco a continuación las que considero nuevas aportaciones de esta edición de un texto tantas veces estudiado, comentado y pluralmente interpretado.
La noche del 2 al 3 de diciembre de 1577 entraron en la casa de Juan de la Cruz unos carmelitas calzados con el apoyo de voluntarios civiles armados, dirigidos por Hernando Maldonado, prior de Toledo, lo maniataron y lo llevaron al convento abulense del Carmen. Logró escapar, pero pronto cayó en manos de sus enemigos, que lo condujeron a lomos de un mulo al convento de Nuestra Señora del Carmen de Toledo y lo encerraron en una oquedad de seis pies de ancho y unos diez de largo, donde estuvo encarcelado nueve meses. Allí concibió y escribió las primeras estrofas del Cántico espiritual, nacido de la experiencia de abandono, oscuridad, hambre y sufrimiento, de la meditación corporeizada, del exilio exterior e interior, la heterodoxia religiosa y la teología simbólica en un riguroso silencio, sin duda uno de los más creativos estética y poéticamente.
Numerosas han sido las ediciones del Cántico, uno de los poemas mayores de la literatura universal y cumbre de la poesía mística de todos los tiempos. En su edición de la Poesía, de San Juan de la Cruz, Domingo Ynduráin afirma que el misticismo español del Siglo de Oro hay que estudiarlo a partir de un profundo conocimiento de la Cábala. Certera observación que sigue Lola Josa. Ahí radica precisamente la peculiaridad y originalidad de esta nueva edición: en el análisis riguroso y la interpretación creativa del Cántico a través de la mística hebrea, liberada de dogmas tanto religiosos como filológicos, campo poco trabajado en los estudios de San Juan de la Cruz.
El autor del Cántico, subraya Lola Josa, fue un “sagaz conocedor de la Biblia”, sobre todo de la Biblia hebrea, que sabía casi de memoria. En las aulas de la Universidad de Salamanca siguió las enseñanzas de los grandes hebraístas del siglo XVI y de Fray Luis de León, traductor del Cantar de los Cantares, y vivió la influencia del humanismo entonces subversivo basado en los estudios bíblicos y singularizado por el saber hebreo. Es precisamente ese humanismo, basado en la “verdad hebraica”. el que rezuma el Cántico, frente al fanatismo y la intransigencia de la teocracia entonces vigente, que llevó a la cárcel a los cultivadores de dicho humanismo, entre ellos a Fray de León.
Desnudarse y descalzarse para encontrar a Dios
El inspirador del Cántico es el Cantar de los cantares, libro de la Biblia hebrea escrito en términos eróticos profanos que transforma el amor erótico en símbolo divino. De él destaca la profesora Josa su carácter despatriarcalizante, ya que el amado y la amada se buscan, mantienen una relación igualitaria y se encuentran en la desnudez, como despatriarcalizante es también el Cántico. Dos son las razones que aporta para justificar dicha inspiración. La primera, porque el Cantar fue el libro más estudiado por los humanistas hispánicos del siglo XVI. La segunda, porque en él se pone de manifiesto que la mística judía convirtió la desnudez del cuerpo humano en la mejor representación física del vacío. Para encontrar y saborear a Dios hay que desnudarse y descalzarse. Es más, para Juan de la Cruz, la desnudez es el mismo Dios. Ya en la primera estrofa deja implícita la idea de la “nada de Dios” en plena sintonía con el místico medieval Maestro Eckhart: “¿Adónde te escondiste,/ amado, y me dejaste con gemido?/ Como el ciervo huiste/ habiéndome herido,/ salí tras ti clamando, y eras ido”. Estamos ante una de las manifestaciones más lúcidas y coherentes de la teología apofática, que tiene su inicio en el siglo IV con el Pseudo Dionisio, y que el místico abulense lleva hasta sus últimas consecuencias no nombrando a Dios en ninguno de sus grandes poemas.
De esta edición puede decirse lo que afirma Juan de la Cruz del monte o del collado: “do mana el agua pura”
Los comentarios de Lola Josa a cada una de las 39 estrofas identifican la voluntad mística y lírica que se dan en el carmelita descalzo de Fontiveros de manera unitaria e inseparable, al tiempo que, siguiendo a Eckhart, descubren la luminosidad en la noche oscura del poeta y la claridad en las tinieblas. El resultado final de esta edición es una escritura estética, un acercamiento simbólico y una hermenéutica creativa que da nueva vida a tan memorable poema, estudiado hoy desde las diferentes disciplinas con aportaciones siempre nuevas dada su profundidad inagotable. De esta edición puede decirse lo que afirma Juan de la Cruz del monte o del collado: “do mana el agua pura”. Cierto, el agua pura de las fuentes del saber hebreo, que la autora de este comentario conoce a la perfección y prioriza en la vida, la obra y el pensamiento del carmelita descalzo.
Sin que este libro sea una biografía del descalzo abulense, me parece una pieza maestra el perfil que de él traza Lola Josa: “Qué incómodo tuvo que ser el místico para las fuerzas y la vigilancia oficiales, poco menos que un revolucionario que defendía la no necesidad de absolutamente nada de lo que pudiera ofrecer el orden implantado. Él, pobre de nacimiento, que cuidó a enfermos desahuciados, sabía que la bondad y la caridad, atributos de la voluntad del vacío, pueden más que cualquier gobierno” (p. 100).
La revolución de Juan de la Cruz estuvo guiada por el amor, una palabra que recorre toda su obra y da fin a su vida. Estando en el lecho de muerte, mientras el prior estaba haciendo las oraciones de despedida del místico, le pidió las interrumpiera y leyera los versos del Cantar de los cantares, que había inspirado su Cántico espiritual: “El amor es más fuerte que la muerte […]./ Los océanos no podrían apagar el amor,/ ni los ríos anegarlos./ Quien quisiera comprar el amor,/ con todas las riquezas de su casa/sería despreciable” (Cantar de los cantares 8.6-7).
Etiquetas