Gloria a Dios en lo Alto, Paz en la Tierra a los hombres (22-23.2. 2025 CONFER España: Justicia y Misión)

Presento mañana, 23.2.25 la ponencia final de estas jornadas de justicia   y misión

El tema de fondo está tomado del libro El camino de la paz, Khaf, Madrid. Para los que quieran saber de qué se trata y no puedan estar o conectarse  electrónicamente presento aquí el esquema y desarrollo de la ponencia. Buen fin de semana a todos

Libris Liberi: Xabier Pikaza: El camino de la paz. Por Libris Liberi

Esquema

Lc 2, 14: Canto de Navidad. Gloria in excelsis Deo et pax in terra hominibus 

  1. Bienaventurados los pobres de espíritu(Mt 5, 3).
  2. Bienaventurados los que sufren(Mt 5,4), los que saben renunciar
  3. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5, 5).
  4. Bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia (Mt 5, 6).
  5. Bienaventurados los misericordiosos (Mt 5, 7).
  6. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5, 8).
  7.  Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9).
  8. bIenaventurados los perseguidos por la justicia (Mt 5, 10,11). 
  1. UN FUERTE CAMINO, OCHO ESTACIONES
  • 1ª estación. Paz y justicia económica. Una marcha universal de pobres
  • 2ª estación. Paz religiosa, una Palabra transparente. La verdad
  • 3ª estación. Comunicación universal, alianza de religiones
  • 4ª estación. Paz y ecología. Hermano sol, hermana luna
  • 5ª estación. Religiones, experiencia curativa: Los pobres curan a los ricos
  • 6ª estación. Educar en libertad, no para el triunfo
  • 7ª estación. Iglesia en justicia, una marcha de pacificadores
  • 8ª estación. Educar para la paz, para el nuevo corazón, para la ternura

 PONENCIA

Navidad. Lc 2, 14. La gloria de Dios es la Paz entre los hombres

Este es el canto (villancico) principal de Navidad, la teología y experiencia más honda de la Biblia. No hay primero Gloria de Dios y después, además, Paz entre los hombres, como si fueran cosas distintas (separables), sino que según el canto de los ángeles de Navidad (Lc 2,14), la gloria de Dios (Kabod, Doxa) se identifica con la paz entre los hombres (Shalom, Eirênê),

 Debemos empezar traduciendo bien el texto que dice Gloria a Dios en las alturas “y” paz en la tierra a los hombres que ama el Señor (=de la buena voluntad del Señor). La gloria de Dios y la paz entre (en) los hombres no son dos cosas, de manera que una se pueda sumar a la otra, sino que son lo mismo: La gloria de Dios es la paz entre los hombres, pues la partícula “y” tiene aquí un sentido de identificación, como en la frase central de la teología gloria dei / vivens homo, la gloria de Dios es el hombre viviente gloria dei / pax hominibus, es decir, la gloria de Dios en el cielo es la paz (=amor) en la tierra entre los hombres, no porque los hombres sean Dios y construyan por sí mismos la paz, sino porque en ellos se expresa y encarna, por Cristo la buena voluntad, la eudokía de Dios.

Puede ser una imagen de ‎texto que dice "‎por limpios causa los los que los perseguidos trabajan Dichosos los que pobres tienen espiritu, cufridos, hambre de por de Dichosos/ ichosos los los ichosos los que Bienaventuranzas porque saclados cielos era B0 S이 ae อนเอยู Mt5,1-12 -12 ៩ន sono cielos Dios D1OS ο,Hέ ט Selar sa $UO la porque OлB 3p e uejas anbuad อร รอ 3p Ap solty enan anaa อีลนอาตุ9ิ חנוכןץ' porgue corazón paz, justicia, eлewe ం1| นเอ์น פן รอ‎"‎

            Éste es el himno supremo de la Navidad, el himno/canto emocionado de los ángeles que identifica la gloria de Dios con la paz entre los hombres. Una palabra como esa está latente en todo el AT, pero sólo se revela y despliega, se canta y acoge plenamente en la encarnación cristiana.

            Dios no es obligación, imposición, ni miedo; no es amenaza ni castigo… sino gloria divina y principio de paz para cada familia, para todos los hombres y pueblos, que son familia de Dios sobre la tierra. La gloria/culto de Dios consiste en que los hombres se amen, es decir, reciban y desplieguen en su vida la paz de la vida de Dios.

No dijeron más los ángeles en la noche de Belén, ni más se necesitaba; pero tampoco dijeron menos. Sólo acogiendo, viviendo y comunicando la paz del Cristo de Belén podemos celebrar la vida, el verdadero nacimiento de hijos de Dios. Todo lo demás es consecuencias… Por eso, la palabra clave esShalam aleikum, Eirêê hymin, Paz a vosotros, Pakea zuekin

Texto

    Mi exposiciónse divide en dos partes complementarias, cada una en ocho secciones menores. (a) La primera presenta los ocho vagones del tren de la paz, en orden progresivo, del primero al último, según el modelo de las bienaventuranzas de Mt 5, 3-11, (b) La segunda expone las ocho estaciones del tren de la paz, que empieza en la opción por pobreza (y en la ayuda a los pobres) para desembocar en una visioón dl cristianismo como camino sinodal de la paz, en la lína del Papa Francisco[1].

 1. UN TREN DE OCHO VAGONES, OCHO BIENAVENTURANZAS

Las bienaventuranzas son proclamación y presencia de amor que pacifica:ellas expresan la certeza de que irrumpe el fin, de que ha llegado el Reino, como palabra de gracia. No exigen el cambio de los hombres, para así alcanzar a Dios, sino que empiezan hablando de Dios, para hacer así posible el cambio de los hombres

  1. Las bienaventuranzas son palabra per-formativa, re-formativa, creadora: realizan lo que dicen. Ellas expresan el sentido de la obra de Jesús: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios... y a los pobres se les anuncia la buena noticia (Mc 11, 5-6).
  2. Las bienaventuranzas marcan un principio de pacificación divina y humana. Todo es don de Dios, regalo de su vida y amor sobre la historia fuerte de lo hombres en de la tierra. Pero ese don se vuelve exigencia: quien recibe la gracia de Dios ha de convertirse en gracia para los demás.
  3. Las bienaventuranzas son palabra comprometida.El Dios de Jesús no es un Dios neutral , sino un Dios parcial, se pone totalmente al servicio del amor que es fuente y esencia de paz. Como principio de amor, Dios se ha comprometido positivamente en favor de los hombres, ofreciendo vida a todos, abriendo un camino que ellos mismos pueden y deben recorrer: ¡El camino de la paz mesiánica!
  4. 5.Lo contrario a las bienaventuranzas no es la malaventuranza (malditos vosotros.., como podría decir mal entendido el texto de juicio Mt 25, 31-46, sino la lamentación, el dolor de Dios. Dios no puede imponer la paz, pues la paz impuesta sería guerra, opresión, infierno. Dios es paz regalada. Por eso, el llora, cando los hombres no la reciben, como lloró Jesús al acercarse a Jerusalén: Dominus Flevit: Ay de ti Jerusalén, cómo me dueles…(Lc 19, 41-42).

Bienaventurados los pobres de espíritu(Mt 5, 3).Mateo ha puesto “pobres de espíritu” donde Lc 6, 20 decía simplemente “pobres”, no para negar el sentido “material” de la pobreza (cf. Mt 18, 1-14), sino para entenderla desde la visión total del evangelio, ampliando su sentido. Pobres de espíritu no son simplemente aquellos que siendo ricos son “sencillos” de corazón, pero se desentienden de los pobres reales de su entorno, sino aquellos que acogen (eligen) y viven la pobreza como medio de trasformación mesiánica. No son pobres por necesidad, sino por opción, poniéndose al servicio del Reino (es decir, de los más necesitados). Éstos son los que “se hacen” pobres porque quieren vivir según el evangelio, para trasformar de esa manera el mundo desde la pobreza. Para conseguir la paz hay que empezar por la pobreza. Éste es el punto de partida: Sin conversión (meta-noia) económica, personal y social no puede haber paz. El primer enemigo de la paz es laa riqueza hecha mamona. 

  1. Bienaventurados los que sufren(Mt 5,4), los que saben renunciar,los que saben “perder”, para bien de los demás. No pueden ser “pacificadores” los que no saben sufrir, los que quieren vencer, triunfar y gozar a costa de todo. Así lo evoca el canto de Francisco de Asís cuando dice ¡felices los que sufren en paz con el dolor, porque les llega el tiempo de la consolación! Nadie lo ha dicho mejor que yo sepa, nadie lo ha vivido como él. Sin capacidad de renuncia y sufrimiento (al servicio de la vida de todos) no podrá haber paz en la tierra. 
  2. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra (Mt 5, 5).La paz no se consigue con más dinero o más ejército, con la toma de poder y el triunfo de algunos sobre otros, sino allí donde los hombres renuncian a la estrategia de la violencia armada y de la imposición económica, para así ofrecer y compartir la vida en humanidad. Jesús ha sido manso de esa forma y así ha podido decir: «Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde…» (Mt 11, 28-29). Este yugo de Jesús no es sólo de tipo espiritual, sino también económico y social: Es el yugo de los pobres que aceptan el Reino y son capaces de “curar” a los ricos que les acogen.
  3. Bienaventurados los hambrientos y sedientos de justicia (Mt 5, 6).Ciertamente, son bienaventurados los hambrientos sin más, como ponía el texto de Lc 6, 20-22. Pero Mateo sabe que hay "hambrientos" mesiánicos, hambrientos de otro tipo de pan, no sólo para ellos, sino para todos los .En el principio del camino activo de la paz están éstos hambrientos creativos, aquellos que habiendo descubierto la presencia de Dios en los necesitados se empeñan en ponerse a su servicio, buscando así la “justicia de Dios”, que es la redención y salvación de todos, como sabe el Antiguo Testamento, y como ha dicho de un modo ejemplar San Pablo, cuando habla de la “justificación” de los pecadores. No sólo de pan vive el hombre (cf. Mt 4, 4), sino de la palabra de Dios y del despliegue de su justicia liberadora. 
  4. Bienaventurados los misericordiosos (Mt 5, 7).El hambre y sed de justicia se expresa en forma de “misericordia”, en la línea del Dios de Israel a quien la Escritura presenta como "clemente y misericordioso, lento a la ira..." (Ex 34, 6-7). En ese contexto, el camino de la paz se identifica con el despliegue de la misericordia, que va más allá de la violencia y la venganza, de la lucha, la opresión y la condena. En esa línea, el evangelio Mateo ha definido a Jesús como el Mesías misericordioso, Hijo de David que tiene piedad de los perdidos sobre el mundo (cf. Mt 9, 27; 20, 30-31; 25, 22. 31-46).Misericordia quiero y no sacrificio, dice Jesús, en nombre de Dios, definiendo así el sentido de su camino mesiánico de pacificación (Mt 9, 13; 12, 7; cf. Os 6, 6). Hay un tipo de “sacrificio” que se impone desde arriba, en forma de justicia impositiva (e incluso de castigo).   
  5. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5, 8).Frente a la pureza de una Ley puesta al servicio de los fuertes y “justos” según el mundo (piadosos y cumplidores, pero sin corazón), que la utilizan para dominar a los demás, Jesús ha destacado la limpieza del corazón, abierta en forma solidaria a todos, especialmente a los expulsados del “buen orden social”. Así ha querido superar el orden de purezas legles, centradas en la exclusión de los leprosos o en la observancia del sábado (cf. Mc 1, 4-0-45; 2, 23-3, 6), en los tabúes de sangre y de sexo (cf. Mc 5) o las reglas de separación y comida (cf. Mc 7). En contra de una pureza simplemente legal, el ha buscado la limpieza y transparencia mesiánica, hecha de cercanía de corazón y de apertura a los necesitados, desde los más pobres. Los limpios de corazón que “ven a Dios” son aquellos que saben “ver” el corazón de los demás, amándoles así como personas. 
  6. Bienaventurados los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5, 9). Algunos grupos judíos podrían haber proclamado la bienaventuranza de los guerreros de Dios que conquistar el reino del mundo (celotas). Pues bien, para Jesús, la bienaventuranza verdadera culmina allí donde los hombres, en la línea de todo lo anterior, son capaces de extender la paz del reino, regalando la vida por los otros en amor. Ésta es la bienaventuranza séptima, que es en un sentido la definitiva, y desde aquí se deben retomar todas las anteriores, recibiendo su sentido.  No es posible hablar de paz sin asumir un camino de pobreza, y sin optar de un modo intenso por la justicia del Reino (cf. Is 32, 17).En esa línea se sitúa el camino de Cristo, como ha visto la tradición cristiana (él es nuestra paz: Ef 2, 14-15). Jesús es pacificador porque ama sin imponerse, desde los más pobres; es pacificador porque no responde a la violencia con violencia, porque es manso y limpio de corazón….
  7. Bienaventurados los perseguidos por la justicia,bienaventurados seréis cuando os persigan, insulten y calumnien(Mt 5, 10,11).   Quien asume el camino de la paz ha de estar dispuesto que le persigan aquellos que quieren controlar el mundo con sus armas y dinero. Ciertamente, Jesús ofrece bienaventuranza (paz interior) y Reino de Dios (culminación amorosa de la historia), pero no triunfo externo, sino incluso persecución, porque este mundo (el de tiempos de Jesús y el de la actualidad, año 2025), sino estando dominado por principios de violencia establecida. Los violentos luchan entre sí por el control de los bienes de la tierra y de las personas, pero se unen todos en contra de aquellos que asumen un camino de pacificación no violenta, en amor, desde los pobres, como ha hecho Jesús.

 Entendidas así, las bienaventuranzas no son sentencia sobre aquello que se cumplirá al fin de los tiempos, sino anuncio de salvación presente. No piden un cambio del hombre, para llegar hasta Dios, sino que se apoyan en el don de Dios, para promover de esa manera el cambio de los hombres. Por eso, en su raíz se encuentra la certeza de que Dios está viniendo: «¡Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! Porque os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís y no lo oyeron» (Mt 13, 16-17). Sólo porque llega Dios, como principio de Reino, y porque algunos (Jesús y los suyos) lo instauran puede decirse: ¡Dichosos, vosotros, los pobres…!.   

  1. UN FUERTE CAMINO, OCHO ESTACIONES

            Recojo ahora, en otra perspectiva, el camino de las ocho bienaventuranzas, que nos llevan de la pobreza a la paz, para desarrollarlas en una perspectiva más extensa, como en un tren de ocho estaciones, que lleva hacia Asís, la ciudad de la paz. El lector podrá relacionar fácilmente estas ocho estaciones con las ocho bienaventuranzas de Jesús. 

 1ª estación. Paz y justicia económica. Una marcha universal de pobres

  Hay una sentencia latina que dice si vis pacem para bellum: Si quieres la paz prepárate para la guerra. Pues bien, en contra de ella, debemos elevar otra que dice si vis pacem para (=accipe, colle) paupertatemSi quieres la paz escoge y cultiva la pobreza (es decir, la renuncia a la posesión de bienes en contra de los otros).

La madre naturaleza regalaba a todos (buenos y malos) el sol y la lluvia, como sabe Jesús (cf. Mt 5, 46 par). Pero la nueva industria humana y el mercado no regalan nada, sino ofrecen casi todo a muy pocos, mientras que la mayoría queda con cas nada nada. Con su sabiduría natural, la tierra había mantenido hasta hace poco tiempo su oferta de vida, y de esa forma hemos nacido y crecido en ella, a pesar de nuestras violencias. Pero la industria y mercado que nosotros mismos hemos producido ha terminado dividiendo a los hombres, de manera que unos pocos tienen casi todo y los restantes casi nada, en una guerra atroz en la que mueres cada día más de cuarenta mil personas, y seguirán muriendo más, a no ser que cambiemos la forma actual de vida, dominada por la gran “burbuja” financiera (es decir, por un capital que crece y triunfa a costa de la pobreza y muerte de gran parte de la población).

 No se trata de tomar el poder económico/político para cambiarlo, sino de superar el poder económico, en el que todo se compra y se vende, en un amor más alto por el que todo se regala, se goza, se comparte…. Al ciento por uno. Darlo todo y todo  recibirlo: Casas y campos, trabajo y descanso, posesiones compartida, el ciento en madres, hermanos hermanas, amigos amigas e hijo, siendo hermanos  y amigos de Jesús. 

 2ª estación. Paz religiosa, una Palabra transparente y compartida. La verdad

El objetivo anterior (paz económica) sólo puede alcanzarse a través de la palabra que se siembra y comparte, es decir, de una conversión, meta-noia, o cambio de mente, como supone y proclama el evangelio (cf. Mc 1, 14-15). No se tratará de una paz impuesta por algunos, grandes banqueros, militares, guerrilleros… sino de una paz que se centra en la “palabra compartida”, porque la mayor riqueza que tenemos los hombres es la “palabra” (cf. Mt 4, 4).

 También los panes se multiplican cuando se regalan y compare, como sabemos por las multiplicaciones: Sentarnos todos sobre el mundo, compartir los panes y los peces como dice el evangelio de Marcos, capítulo 6, en grupos de cien o de 50, simposía-simposía, en grupos de comida, prasia-prasia, como pétalos de flores en torno al centro que es la vida, como colores de arco iris, los siete, los ocho, en armonía de paz y de belleza, tras el diluvio…

Es esencial caminar juntos, como quiere el Papa Francisco, en sin-odo (caminar unidos, dándose la mano, compartir la palabra…), pero es más importante comer-juntos, compartir toda la vida, dando así gracias a Dios, dándole gloria, Esa es la esencial del evangelio, la eucaristía, la eulogía, como dice San Pablo en Gálatas 2: La esencia del evangelio es sn-esthiein, comer juntos para vivir y caminar.

 Pues bien, esa carencia o rechazo de la comunicación sigue pesando como fondo y clave de todas las violencias, dentro de un mundo duro, donde corremos el riesgo de que se imponga sobre todos los hombres y mujeres la red de un pensamiento único (dominador), que sacralice su propia mentira y nos impida compartir la vida en paz. Corremos el riesgo de que un tipo “pensamiento único” (al servicio de la dictadura de algunos) se extienda y concrete de formas distintas, en cada país.

  Desde ese fondo se entiende un pasaje importante de la Carta de Santiago, un documento clave del Nuevo Testamento, que define la religión (thrêskeia) como experiencia de amor que socorre a los huérfanos y viudas, es decir, a los necesitados: 

  •  «La religión pura e incontaminada delante del Dios y Padre es ésta:
  • visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción,
  • y no contaminarse con la impureza del mundo» (Sant 1, 27).          

             Ésta es la única definición de religión en la Biblia Cristiana. Se trata de religión en un sentido “superior”: Experiencia de Dios Padre. Pero, al mismo tiempo, es compromiso de presencia y solidaridad, a favor de los necesitados, que aquí se concretan, conforme a la visión de todo el Antiguo Testamento, en dos grupos: Las viudas y los huérfanos, que son signo de todos los necesitados.

3ª estaciónComunicación orante, alianza de religiones

             La religión de Jesús no es un pacto de poderes (en la línea política de Th. Hobbes), ni un tratado de intereses comerciales (en la línea económica de Kant), sino una Alianza gratuita de personas que acogen, regalan y gozan la vida, en la línea de las bienaventuranzas, del amor al enemigo y del perdón de las ofensas. Desde ese fondo, el cristianismo puede vincularse con las restantes religiones, que han buscado a Dios también a través del perdón y del amor a los enemigos.

Los cristianos no se contentan con ponerse al servicio de eso que algunos han llamado una Alianza de Civilizaciones (en el sentido político), sino que son (han de ser) en sí mismos una Alianza de Vida, es decir, una comunión de hermanos y hermanas que renuncian a toda “posesión partidista”, como supo Francisco de Asís, para así compartir con todo el camino.

Un arco iris de religiones. Siguiendo un modelo de “arco iris” (cada color es bello estando al lado de los otros), la verdad de una religión no se opone a la verdad de las otras, sino que las “grandes”. Sólo de esa forma, con el arco iris de los siete u ocho colores unidos en armonía de canto y belleza de amor, habrá paz en la  tierra, según la buena voluntad de amor de Dios.   

En esa línea, si los cristianos quisieran cerrarse en su verdad e imponerla a los demás dejarían de “creer” en ella, no serían ya “religiosos” (sino puros fanáticos). Pongamos un ejemplo: los cristianos “creen” que Jesús es “Hijo de Dios”, y así dicen con su testimonio de vida (viviendo como vivía Jesús), pero no pueden obligar a los demás a creer como ellos creen, aunque pueden y deben ofrecerles el testimonio de su fe, como riqueza “mística”, ayudándoles a vivir, como ayudaba Jesús (sin entrar en cuestiones de dogmática partidista). El “dogma” de los cristianos no es una verdad separada que se impone (en forma de concepto o rito), sino una experiencia de vinculación a Jesús, que ellos deben traducir en su vida de amor y servicio a los otros, acogiendo, al mismo tiempo, la experiencia de los creyentes de otras religiones, que buscan y exploran también la hondura del misterio (como pueden hacer los hindúes, budistas, musulmanes…).

En esa línea podemos afirmar que el misterio es único (y así decimos con el Shema judío y con la Sahada musulmana: sólo Dios es Dios)…, pero, siendo único, se manifiesta de formas distintas y complementarias, como los colores del arco-iris, de manera que nadie puede apropiarse de él en exclusiva. Por eso, es importante que las diversas tradiciones religiosas cultiven su “mística”, su forma de entender la hondura de la vida, dialogando con el misterio, pero no para imponer a los demás el resultado “objetivo” de su experiencia, sino para compartir con ellos la misma experiencia, de un modo libre, en diálogo de escucha mutua, de “alianza”.

4ª estación. Paz y ecología. Hermano sol, hermana luna

 Conforme al apartado anterior, la paz ha de entenderse como diálogo de vida entre hombres y pueblos, en la línea de las grandes tradiciones y experiencias religiosas. No se trata de empezar por los pobres… para quedar allí, para que todos sean pobres. No se trata de oponerse a los ricos, en línea de revancha. No se trata de pura negación, para que nadie goce los bienes de la vida, sino todo lo contrario: Las religiones ponen de relieve la gran riqueza de la vida, que Jesús ha simbolizado en el Reino de Dios, que empieza precisamente en este mundo y que se expresa en forma de comunicación de amor entre los hombres y mujeres.  Así rehacemos el camino de la creación, que va de la luz (día 1), po cielo y tierra, por firmamenteo y estrellas,… hasta los animales y los hombres (día 6) hasta el sábado final, que es el descanso, la vida plena, Shalom, Cielo (días 7 y 8). Ésta es la paz de Fancisco: Loado mi Señor, por el cielo, por el sol y por la luna… por loa hombres que personan  y se aman. Esta es la paz de Juan de la Cruz: Mi amado, las montañas, los valles solitarios…. Y la cena que recrea  enamora.

En ese contexto, la Biblia habla de la paz como gozo de ser en el mundo, como ha puesto de relieve, de forma simbólica, el relato de la creación, donde se dice que todas las cosas eran buenas (Gen 1). En esa línea, los grandes testigos religiosos han sido hombres abiertos al gozo de la vida, como muestran las imágenes de Buda, el himno de San Francisco (¡hermano sol, hermana luna!) y el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz.

 Políticos y sabios (constructores de la Bomba económica del sistema monetario actual o de la Bomba militar que puede ya destruir el mundo) tienen en sus manos el destino de la humanidad; pero ellos no están solos (a no ser en casos de absoluta dictadura), ni pueden actuar desde sí mismos, sino que dependen del conjunto de la población. Por eso, importa cambiar la mente y corazón de la humanidad, del conjunto de las poblaciones del mundo.

No podemos dejar que los “constructores y manipuladores” de la Bomba dominen la mente de los hombres y mujeres, sino que debemos cambiar y enriquecer esa mente, no por negación, sino por suma y transformación, por multiplicación de vida. No se trata de cerrar, de prohibir, sino de abrir las puertas de la Realidad, para que la mayoría de los hombres y mujeres descubran el Tesoro superior del Amor que es Dios y de la Fraternidad, que es su presencia en el mundo.

De esa forma, la “pobreza” (renuncia a poseer de un modo egoísta) se convierte en principio de Riqueza más honda. Cuando se experimenta la “perla preciosa”, el tesoro escondido que cada uno de nosotros somos (que llevamos), cuando podemos cultivar el don de la Paz interior y compartirla con los hermanos todo se vuelve distinto. En esa línea, los que creemos en la paz estamos llamados a crear una cultura de convivencia más honda, al servicio de la vida

5ª estación. Religiones, experiencia curativa: Los pobres curan a los ricos

  Jesús se enfrentó con amor eficaz contra unas enfermedades que oprimían y enfrentaban a los hombres y mujeres, siendo así causantes de la guerra más profunda de la tierra. En ese contexto, Buda propuso un camino de liberación interior, expresado a través de la superación personal, individual, de los deseos. Sin oponerse a Buda, Jesús propuso y puso en marcha un camino de liberación integral, dedicando gran parte de su tarea mesiánica a enseñar a los enfermos a curar su enfermedad y a curarse unos a otros.

Vivimos en un mundo roto, amenazado, esclavizado por la fuerza de un “pecado” que puede interpretarse de varias formas: Como impotencia y enfermedad interior, como lucha social, como amenaza militar… En esa línea, muchos han podido afirmar que no estamos ya en manos de Dios (de lo divino, de la gracia), sino en manos de poderes demoníacos. Pues bien, en ese contexto, las religiones han de presentarse como experiencia sanitarias, principios de curación.

 «Les dio autoridad sobre todos los demonios y les dijo: Curad los enfermos, expulsad demonios... y decid: Se acerca el Reino de Dios… No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias... En la casa donde entréis, decid: Paz a esta casa... Quedad allí, comed y bebed lo que tengan...» (Lc 10, 1-8; cf. Mc 6, 7-11; Mt 10, 5-13).

              Un proyecto militar o económico “cuesta” miles de millones de dólares o de euros. Por el contrario, el proyecto de paz de Jesús (lo mismo que el de Buda, o el Francisco de Asís) no necesita “contar” con ninguna cantidad de dinero, pues tiene un “capital” superior, que es la fuerza de la vida de Dios, que puede expresarse y se expresa a partir de lo pobres, es decir, de aquellos que renuncian a un tipo de riqueza opresora, para ofrecer a los demás la riqueza de la vida, y para compartirla con ellos. La riqueza de la paz son las personas, que no se compran ni venden. Por eso, en el principio de la paz del Reino de Dios pueden estar los pobres, capaces de curar a los ricos y de crear formas de solidaridad no impositiva sobre el mundo, en la línea del proyecto de Francisco de Asís, que no fue otro que el de Cristo.

 Estos “pobres de Jesús” podían curar a los ricos de la “enfermedad” de su riqueza y de otras enfermedades vinculadas con ella. Ésta es la novedad de las religiones, y en especial de la cristiana: Ellas creen que se puede “sanar” a los ricos de su riqueza, es decir, que se puede cambiar el rumbo de esta sociedad que, por sí misma, tiende a la posesión egoísta de los bienes.   

6ª estación. Educar en libertad, no para el triunfo

                           Pues bien, las religiones no buscan la paz a través del ejército, de la policía y de la cárcel, sino por la transformación de las personas, es decir, en clave de iluminación y de perdón. En ese sentido son básicas las palabras de Jesús: “El Espíritu del Señor me ha ungido para evangelizare a los pobres, liberar a los encarcelados…anunciar el año de la paz, el gran Jubileo” (Lc 4, 18).

  En este momento (2025) nos hallamos en una situación de guerra sin precedentes. Podríamos haber ordenado la cultura al servicio de la vida compartida, en línea de evangelio; pero la hemos puesto, en general, al servicio de un sistema que se defiende (defiende a sus privilegiados), valiéndose para ello de la cárcel. Ciertamente, muchos asociales, guerrilleros y encarcelados pueden ser y son culpables en línea de sistema, e incluso en línea humana, pues son un peligro para el orden social.Pero, en general, ellos son hombres no-insertados, seres que están fuera del tejido social, a veces por su “culpa” (se han separado ellos), pero también a causa de la sociedad (que les expulsa o no logra integrarles). En ese sentido, sin una educación superior, al servicio de la humanidad, en la línea de las religiones, parece imposible la paz social.

Ciertamente, es necesaria la justicia social, representada por los poderes del César (del Estado), y hay que pedir a Dios por la “salud” humana del Estado y de sus instituciones, al servicio de la justicia. Pero, al menos en su forma actual, ningún tipo de Estado (al servicio de un tipo de economía) puede curar al conjunto de la sociedad. Por eso, ni Jesús, ni Buda han creado un “Estado”, sino un movimiento religioso, al servicio de la paz superior. 

7ª estación. Iglesia en justicia, una marcha de pacificadores

Al tren de la paz de Jesús, que es la Iglesia, han de subir ante todo los pobres y excluidos de la sociedad actual. En esa línea, la Iglesia como tal (¡no la sociedad civil!) debe renunciar no solo a las armas, sino a toda forma de defensa armada y de pacto de imposición con los poderes militares y coactivos.

El tren de la paz (que en este caso nos lleva hasta Asís, la ciudad de Francisco) no necesita soldados, ni policías, ni cárceles. No se trata de condenar a los soldados en cuando personas, ni a los policías, ni a los miembros de los aparatos de seguridad del Estado, con los funcionarios de las cárceles… En un plano civil pueden y deben seguir existiendo y realizando una labor que ha de ser mejorada cada día, en línea de humanidad. Pero la Iglesia en cuanto tal (con creyentes de otras religiones) puede y debe iniciar una marcha de paz, retomando el movimiento de Jesús.

  Jesús propuso un mesianismo des-armado, que le llevó a Jerusalén, donde le mataron. Lloró porque llegaba la guerra, Ay de ti, Jerusalén, ay de ti, mundo entero si conocieras lo que significa la paz…. Pero no quieres, por eso, si buscas la guerra llegarán los soldados, te rodearán, te destruirán, no quedará piedra sobre pidra…

  Sin duda, la Iglesia no puede imponer su actitud no-militar, pero puede y debe proclamar y testimoniar su camino supra-militar, no sólo con sus escritos, sino con el ejemplo de sus ministros y de sus creyentes. Ciertamente, la Iglesia no puede imponer su ideal de paz evangélica, pero ella puede dar ejemplo de paz, de una paz más alta, fundada en la experiencia de Dios y en la comunión entre todos los creyentes. En esa línea, ella debe recomendar la paz a todos los grupos sociales, incluso a los estados, para que renuncien no sólo a la agresión, sino a un tipo de defensa militar violenta, de manera que todos los hombres vincularse de forma pacífica y dialogal (desmilitarizada), en estrategia de diálogo (y al servicio de la paz), como está ponendo de relieve el Papa Fancisco.

            De un modo consecuente, como partidarios de una no-violencia activa, en general, los cristianos deben declararse insumisos, pero no en el sentido negativo (de rechazar simplemente las instituciones militares), sino en sentido positivo más hondo: Partidarios del surgimiento de un nuevo orden social que se funde en la experiencia superior de un Dios de Vida y se exprese en la comunión entre todos los hombres y mujeres “trasformados”.

No se trata de abandonar las tareas de la guerra en manos de soldados profesionales (¡que lucharían en lugar de los demás!), sino de crear un camino de paz, renunciar no solo a la guerra ofensiva, sino a la misma defensa armada (con sus tácticas y medios de violencia), recuperando así el ideal de los grandes profetas de Israel (especialmente de Isaías) que, desde el siglo VIII a. de C., exigieron la ruptura de los pactos militares con las grandes potencias y el abandono de la defensa armada de Jerusalén, poniéndose en manos de Dios, para elaborar así una experiencia de comunión más alta, en línea de paz: Irán a Jerusalén para aprender la paz, irán a la Iglesia para aprender la paz: Para convertir las armas en abrazos de paz, las lanzas en podaderas para arrancar las ramas malas de la guerra, para  producir el vino buen y el pan bueno de la paz para todos en la tierra.  

Ese es un camino difícil y largo, pero debe iniciarse ya, al menos desde las iglesias cristianas, en pacto con las grandes religiones. Durante siglos y siglos, los cristianos hemos estado vinculados al ejército, dentro de una iglesia cuya política se ha inscrito en el contexto de unos pactos políticos y militares, de manera que ella misma ha sancionado y bendecido de algún modo la guerra al servicio de la evangelización (como en América Latina). Hemos aplicado el evangelio a “las almas”, es decir, a la vida interior, pero, en lo exterior, nos hemos adaptado a la sociedad establecida, aceptando sus medios violentos.

Pues bien, en contra de eso, ahora debemos superar las tácticas y los medios empleados por el “ejercicio de poder militar” de los estados y de los mismos poderes políticos, no para luchar contra ellos (ni para condenarlos sin más), sino para ofrecer un testimonio y ejemplo más alto de humanidad, como ha dicho el Vaticano II que defiende, aunque con miedo, la objeción de conciencia (Gaudium et Spes 78-79). En esa línea, el cristianismo y las demás religiones, siguiendo el Espíritu de Asís, han de buscar una alternativa de paz más alta que supere el orden militar de los estados actuales.

8ª estación. Educar para la paz, para el nuevo corazón, para la ternura

 En el momento actual (2025), la pedagogía para la paz se encuentra en fuerte crisis, en una situación que para muchos resulta esquizofrénica: En general, los hombres de nuestra sociedad, de origen cristiano, decimos que se debe educar en la paz a los que nacen, pero, al mismo tiempo, el conjunto de la sociedad les prepara más bien para la guerra, es decir, para un tipo de violencia.

Pues bien, en ese contexto, en diálogo con las religiones, es hora de que recuperemos desde Jesús la mejor tradición israelita de la paz: “No se adiestrarán para la guerra” (Is 2, 2-4). Ciertamente, la paz es una experiencia de gracia, pero ella está inseparablemente vinculada a la educación, es decir, al nuevo nacimiento para la paz. En esa línea, las diversas religiones, en especial la cristiana, han de ser escuelas de paz.

Son muchos los que hablan de paz, pero lo hacen desde una especie de Tren de Primera, vinculado al Gran Poder, de la ONU o en la sede de las Corporaciones Multinacionales (que luchan por “su paz”), mientras el tren de la paz de los pobres encuentra grandes dificultades mediáticas y administrativas. Ciertamente, debemos desear la buena marcha del Tren de la Paz de la ONU (o transatlántico de lujo) donde van los dignatarios de la tierra discutiendo sobre aquello que sería mejor para el sistema y redactando hermosos discursos sobre la Paz Posible. Pero la verdadera paz no se consigue desde arriba, sino en eso que podemos llamar “el tren de segunda de los voluntarios de la paz”, es decir, de aquellos que como Francisco de Asís quieren recorrer a pie el camino de la paz, o en trenes en los que va todo el pueblo, empezando por los pobres.

Éste es el tren de la “gente de a pie”, que quiere iniciar una alternativa de paz, desde fuera de las redes del Gran Sistema (dirigido por el dinero), situ así en las bases de la humanidad. Sin duda, entre esa “gente de paz” hay personas de muy diverso tipo, incluso algunos que se suman por pura conveniencia, siendo de hecho enemigos de la paz. Pero hay también muchísimos buscadores sinceros, en la línea de aquellos que escuchaban y seguían a Jesús, con los insumisos a los que se dirige el autor del Apocalipsis. En esa línea se encuentran actualmente muchos creyentes de las grandes religiones, dispuestos a iniciar la marcha del tren de la paz de Asís.

            En esta línea, siguiendo el ejemplo de Jesús, la Iglesia no debe educar para la paz desde arriba, formando buenos dirigentes de sistema (que son necesarios en un plano), sino que ha de ofrecer el testimonio de paz de su gente, de un modo gratuito, desde abajo (desde los niños) invitando a todos a que vengan al tren/escuela de la paz, con su proyecto y camino de alianza universal.

            En un momento dado, muchos israelitas habían pedido a Dios que les ayudara a ganar la Guerra Santa y así luchaban, confiando en la victoria. Pero los grandes profetas descubrieron que sólo Dios (gratuidad amorosa) puede salvar a los hombres, de manera que las guerras acaban siendo inútiles, contraproducentes y dañinas (pues siguen dejando a los hombres en manos de su violencia). Por eso, en vez de crear buenas escuelas de guerra (academias militares, campos de entrenamiento de marines, legionarios o soldados de élite), Isaías 2, 4-5 afirma que Dios creará en Jerusalén una escuela universal de paz, para instruirnos según sus caminos, de manera que los hombres y mujeres no se adiestrarán para la guerra, sino que cambiarán las academias militares en escuela de abundancia y paz: de las espadas forjarán arados...). Eso fue precisamente lo que quiso hacer Jesús cuando subió a Jerusalén.

             En este contexto no podemos ser “realistas” en el sentido normal de la palabra, buscando un pacto con los poderes fácticos (capital, ejército, medios de comunicación…), como se ha venido haciendo, con resultados siempre negativos (en la línea de eso que hemos llamado el Tren Primero, de la ONU/Mercado), sino que debemos pasar de la política de pactos de interés (propios de los grandes poderes del mundo) a una alianza universal de las personas y de los grupos religiosos que están al servicio de la comunión universal.

Esta propuesta de paz es muy sencilla, pues aparece del Sermón de la Montaña (Mt 5-7; Lc 6, 21-48), con las bienaventuranzas, donde se incluye la exigencia del perdón y el amor a los enemigos, y se exige, al mismo tiempo, una ruptura intensa respecto al orden de violencia que impera en el mundo actual. Como vengo diciendo, esta propuesta de paz implica un tipo de “insumisión” respecto a los grandes poderes del mundo, una ruptura como la de Jesús, y opción como la de Francisco de Asís.

  Sólo así, desde ese tren de la paz, comprenderemos la pequeñez de otros problemas de la Iglesia, como pueden ser ciertas disputas clericales, que sólo se superan subiendo de nivel, dando un salto hacia la paz. Lo que importa no es teorizar discutiendo si la paz es posible, en largas jornadas de estudio, sino ponerse en marcha y subirse al tren de la paz, como hizo Jesús, cuando para entrar desarmado a la Ciudad donde le esperaban entonces (como ahora) todas las disputas políticas y religiosas. Jesús subió a Jerusalén sin armas, y sin armas deben subir los cristianos, empezando por los más pequeños, anunciando y preparando la llegada del Reino de Dios, en gesto fuerte de “insumisión militar”, sin privilegios ni honores especiales.

Ésta es la raíz de la fe cristiana, ésta la ortodoxia: Creer que llega el Reino de Dios y comprometerse a recibirlo, aquí, en el centro del mundo, iniciando de manera fuerte y amorosa unos caminos de paz. No se trata de una actitud puramente testimonial y ciega, un gesto voluntarista sin ningún apoyo en la realidad. Al contrario, éste ha de ser ya, en la actualidad, un gesto muy realista al servicio de la vida, avanzando en el camino de la Paz, ante los ojos de todos.

 Según eso, la Iglesia entera debe convertirse de verdad (de un modo social) al Dios de la paz de Jesús y al Jesús del Reino, subiendo sin armas a Jerusalén, en una marcha de paz que sigue definiendo la historia de los hombres y mujeres que le aman, llamándose cristianos. A Jesús le mataron en aquel intento, pero la Iglesia está comprometida a seguirle, retomando su marcha de evangelio, presentando su Tren de Paz (un camino de alianza) ante los lugares donde se decide la guerra del mundo. Lógicamente, la Iglesia debe renunciar a la protección especial que le han concedido ciertos estados, en plano económico, social y militar, renunciando incluso (y sobre todo) al paraguas protector que pueden ofrecerle los ejércitos. De esa forma, el Dios de los ejércitos armados, sino el de las estrellas de la paz, que eso significa el término hebreo. Yahvé Sebaot.

Libris Liberi: Xabier Pikaza: El camino de la paz. Por Libris Liberi

[1] Retomo en este itinerario algunos elementos de mi libro programático  El camino de la paz,con argumentos tomados también de otros libros que he venido dedicando al tema: El Señor de los ejércitos. Historia y teología de la guerra, PPC, Madrid 1997; Violencia y religión en la historia de occidente, Tirant lo Blanch, Valencia 2005; La palabra se hizo carne, Teología bíblica, VB, Estella 2021; Ecología, Clie, Viladecavals 32023. 

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