¡Queridas Ovejas! Yo y la Oveja somos Uno

Dom 4 Pascua, ciclo C. Jn 10, 27-30. El breve evangelio de este domingo, continuación del anterior (Jn 21), plantea una serie de cuestiones fascinantes, que en las postales de de años anteriores (2007 y 2010) había preferido evitar, exponiendo otros temas conexos: El texto del Apocalipsis o las palabras finales de Jn 10, 30, entendidas en clave trinitaria (Yo y el Padre somos Uno):
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2007/04/28/p90713#more90713
http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2010/04/23/p269528#more269528

Hoy me animo a presentar y comentar brevemente el texto, a la luz de lo que he venido diciendo a lo largo de la semana anterior. Éstos son algunos de los temas pendientes:

a. La unión de la tarea pastoral (Pedro) y del amor (Juan), entendidas como las dos “manos” del ministerio de la Iglesia: Una pastoral sin amor es pura ley de mando; una amistad si “dirección pastoral” puede volverse sentimentalismo.

b. Superación de una “pastoral de mando”, propia de un tipo de Iglesia Católica, donde los ministros (papa, obispos, presbíteros) se han hecho pastores-regentes de ovejas sin autonomía, a las que dicen “queridas”, para imponerse sobre ellas. En esa línea debería suprimirse la misma palabra “pastoral”, que ha perdido su carácter simbólico-paradójico (en la línea de compartir la vida), para entenderse en forma de dominio sobre el “rebaño”.

c. Superación de una “pastoral pastoril”, de pura amistad romántica, de vuelta a la naturaleza (dejando el mundanal ruido…), como en las bucólicas helenistas de Teócrito o en las novelas pastoriles del renacimiento, donde las ovejas son pura excusa para los amores idílicos de bellos pastores y pastoras, fuera de este duro mundo. El texto de Jesús nos sitúa, en cambio, en un fuerte contexto de lucha.

d. Cristo aparece veladamente como el Buen Pastor, que se une en amor (conocimiento) con las ovejas… Pero, al final (en la línea de todo Jn 10), ni Cristo es Pastor ni las ovejas son animales, sino personas que se unen en amor que atrae y vence las discordias y los enfrentamientos.

e. En esa línea, Jesús terminará diciendo “Yo y el Padre somos Uno”, recreando en línea cristiana la confesión del Shema Israelita (Dt 6, 5), donde sólo Dios es Uno. En esa línea puede afirmar y afirma yo y la oveja somos Uno. La vinculación del Hombre y Dios en Cristo (cf. Jn 17), la identificación de Cristo con el hombre (ovjea) es la clave y centro del cristianismo.


Desde ese fondo quiero evocar y comentar de un modo inicial este pasaje que la liturgia del domingo ha puesto a la luz del Evangelio de la Resurrección (Jn 21). Evidentemente, el que habla y describe su unidad con el Padre y con la Oveja es el Cristo de la Pascua. Buen domingo a todos.

Texto: Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre.
Yo y el Padre somos uno."


Temas evocados, un triángulo complejo: Jesús, Pedro, Amado(Jn 21)

La liturgia ha situado este breve pasaje con el texto del domingo pasado (Jn 21), lo que nos exige evocar los temas ya tratados, que van a culminar en el nuevo pasaje

1. El Discípulo Amado ha dicho a Pedro: ¡Es el Señor! Se ha montado en su barca y le acompaña en la faena. No quiere que su Amante sea sólo para él, sino que lo dice a Pedro (Jn 21, 7). El Amor entre Jesús y su Amado no se cierra como en un armario, tras un velo, sino que se comparte.

2. Pedro se ha vestido y se ha lanzado al agua para estar con Jesús, y el amado no se lo impide, sino que permanece como en un segundo plano; lo mismo sucede cuando Pedro vuelve y dirige la faena de la recogida de la pesca (Jn 21, 11). Sigue estando en un segundo plano, no necesita mostrar su protagonismo.

3. Jesús pregunta a Pedro por tres veces ¿me amas? Utilizando dos palabras clave Agape y Philia… (Jn 21, 15-17). Quiere ser amado, atrayendo con su amor el amor de Pedro, en gesto que implica “conversión” o transformación para el servicio, pues amar a Jesús a dar la vida por los hermanos de Jesús, quienes ahora aparecen como ovejas.

4. Jesús pide a Pedro “más amor” (¿me quieres más que estos…?) pues quiere confiarle una tarea mayor, de amor “activo” de amor pastoral y cuidado. Amar a Jesús significa, según eso, “cuidar” de sus ovejas, en la línea de Mt 25, 31-46, donde Jesús pide a los hombres y mujeres que le amen, amando a los hambrientos, sedientos, exilados, desnudos, enfermos y encarcelados…

5. Ésta es la “dialéctica” clave del evangelio: El Amado debe convertirse en Amante… El mismo Pedro Amado ha de descubrir a Jesús como aquel que está “sediento de amor”, de manea que él aparece así “amante”: El que puede amar a Jesús, comprometerse por su obra, en una línea que parece casi “contemplativa”, como sabía en otro contexto San Pablo: Quien no ame al Señor se pierde, es “anatema” (1 Cor 16, 22).

6. El amor a Jesús se convierte en amor a los demás: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas…”. Amar a Jesús es servir (apacentar) a los demás, no por imposición de poder, sino por entrega de la vida, en amor… Pedro tiene que descubrir de pronto que su vida no es suya, sino de las “ovejas” (por utilizar esta imagen pastoral, que se supone que Pedro ha utilizado). Da la impresión de que Pedro se ha querido presentar como pastor dominante en la Iglesia. Pues bien, el evangelio de Juan le pide que “ame” a las ovejas (es decir, a los demás) como tiene que amar a Jesús. Jesús pide el amor de Pedro… pidiéndole que ame a sus ovejas. De esa forma une Jn 21 los dos mandamientos de Mc 12: Amar a Dios y amar al prójimo.

7. Este evangelio dice, en otro contexto, lo mismo que Mt 25, 31-46, donde amar a Jesús era amar y acoger y cuidar a los pobres. El Jesús “Amado” (Dios amado) se convierte en signo de los hombres y mujeres a los que Pedro ha de amar (apacentar) de un modo especial, pero no exclusivo (al lado de Pedro seguirá el Discípulo amado a lo libre…, como seguiremos viendo en Jn 21, 20-23). En el fondo, este pasaje, donde Jesús pide a Pedro que le ame, se identifica con el gran “juicio” de Mt 25, 31-46, donde Jesús pide a los hombres y mujeres que le amen, amando a los hambrientos, sedientos, exilados, desnudos, enfermos y encarcelados…

8. Desde ese fondo, Jn 21 se acepte, pero supera, el tipo de “pastoral dominadora” que parece estar en el fondo del signo de Pedro que el evangelio de Juan acepta y supera. Ciertamente, los de Juan aceptan el liderazgo de Pedro y de los suyos, pero lo transforman en amor, de tal manera que la pastoral (cuidar a las ovejas) se transforma en experiencia de comunión y servicio…



9. Pedro va con Jesús, el Discípulo amado se queda (Jn 21, 20-24). Eso significa que Pedro tiene una tarea importante y debe realizarla por amor, pero no puede fiscalizar a los compañeros que aman a Jesús (o son amados de él) como el Discípulo Amado. La tarea pastoral no es ocupa todo el espacio de la Iglesia, ella no puede imponerse sobre el amor (sobre el Amado).

La imagen del pastor en el Nuevo Testamento

Jesús pide a Pedro que “apaciente-pastoree” a su ovejas, es decir, que cuide de los creyentes, como hace un pastor con sus ovejas. Esa imagen viene de viejos tiempos, tienen sus valores y sus limitaciones:

1. Pastores en la Biblia. Desde Abel, que es el primer pastor (Gen 4, 2) y desde Yabal, hijo de Lamec, que fue padre de todos los que crían ganado y viven en tiendas (cf. Gen 4, 20), y desde los patriarcas, pastores de ganados (cf. Gen 13, 7; 26, 20; 46, 32), la Biblia está llena de pastores, aunque la cultura israelita dominante acaba siendo agrícola y urbana. De todas formas, el recuerdo de David, pastor de ovejas en los campos de Belén (1 Sam 16, 13; 17, 20), se ha mantenido vivo en la tradición mesiánica.

2. Pastores gobernantes. Un salmo dice que Dios tomó a David de los rediles de ovejas, para hacerle rey de Israel, de manera que su oficio y tarea de pastor de ovejas sirve de base simbólica para entender su trabajo de pastor del pueblo (cf. Sal 78, 70). Por otra parte, Dios aparece como un pastor que cuida el rebajo de los hombres, especialmente de su pueblo Israel (Is 40, 11; 63, 11; Jer 30, 10 etc). El Antiguo Testamento sabe que Dios es pastor de Israel: «El Señor es mi pastor, nada me falta, por lugares tranquilos me hace reposar...» (Sal 23, 1; cf. Gen 49, 24; Jer 31, 10; 43, 12; Ez 34, 5.12, etc.). También los jefes de Israel reciben rasgos de pastor (cf. 2 Sam 7, 7; Jer 3, 23; Sal 78, 72), aunque parece que nunca se les atribuye di-rectamente ese título, que será propio del Mesías: «Les daré un pastor único que los pastoree: mi siervo David; él les apacentará, él será su pastor. Yo, el Señor, seré su Dios y mi siervo David será príncipe en medio de ellos» (Ez 34, 23-24; cf. 37, 22.24; Jer 3, 15; 23, 4).

3. Mt 25, 31-46. Jesús, pastor mesiánico, se identifica con las ovejas más necesitadas. La tradición del rey-pastor forma parte de la ideología política de Israel (cf. Ez 34, 23-24), donde Dios mismo aparece como pastor supremo del pueblo (cf. Sal 23, 1; 80, 1), conforme a una visión más propia de los reinos de oriente que de la democracia griega, donde los miembros del pueblo no aparecen ya como rebaño de un pastor, sino como grupo de hombres libres. Pues bien, Jesús-Pastor se identifica con las ovejas más necesitadas: Tuve hambre, tuve sed… Lo que se haga a sus ovejas se le hace a él. Por eso, el pastor no puede imponerse sobre el rebaño, sino ofrecerle toda su ayuda.

4. Jn 10. Pastor misericordioso, buen pastor (Jn 10). En la línea anterior se sitúa este pasaje: «Yo soy el buen pastor; el buen pastor entrega su vida por sus ovejas. El mercenario, el que no es pastor ni tiene a las ovejas como propias, ve venir al lobo y abandona, huyendo, a las ovejas; y así viene el lobo y las destroza y las dispersa. Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre…» (Jn 10, 11-16). De ea forma, el pastor se ha convertido de alguna forma en padre y amigo del rebaño. Esta alegoría del Jesús pastor tiene tres rasgos o elementos principales.

5. Pastor y obispo de nuestras almas. Esa tradición culmina en la Carta de Pedro: «Andabais errantes como ovejas, pero habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas» (1 Ped 2, 18-25). Cristo aparece como Pastor y Obispo (poimêna kai episkopon) de los cristianos porque ha sido rechazado por su pueblo y ha sufrido sin vengarse, como el Siervo de Isaías. Cristo es Pastor y Obispo de los fieles, más que como Kyrios supremo (Flp 2, 11) o Sumo Sacerdote en la línea de Melquisedec (Heb 9, 11), en gesto de servicio y compañía.


3. El nuevo texto: Jn 10, 27-30. Una tarea de Dios

Desde ese fondo podemos leer y entender algo mejor el nuevo pasaje. Estos son sus rasgos principales:

1. Éste es un texto pascual. El que habla aquí no es el Jesús histórico, sino el Señor Resucitado, que ofrece a la Iglesia su palabra (su presencia) en forma de evangelio. Es un Jesús que habla desde el centro de una iglesia amenazada, dividida.

2. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna. Son ovejas de Jesús los que escuchan su voz, los que la acogen y le siguen. Cuatro son los rasgos que definen a las ovejas de Jesús:
a. Escuchan: oyen la palabra, la voz que les llega desde Dios, por Jesús
b. Jesús “las conoce”, en el sentido de amar y dialogar: Los de Jesús dialogan con él
c. Siguen a Jesús: Seguir es acompañar, haciendo junto el camino de la vida
d. Tienen “vida eterna”. No “comen” un pasto del campo, sino la vida de Dios.


3. No perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Estas ovejas de Jesús en un mundo de riesgo doble:
a. Pueden “perderse”, perder su propia vida, fracasar
b. Pueden ser “arrabatadas”…
Pues bien, Jesús les promete que no se perderán, que nadie podrá arrebatarlas, en un mundo poblado de riesgos y enemigos. La mano de Jesús es la más fuerte, nadie podrá vencerle, nadie ni nada podrá destruir a sus ovejas (es decir, a sus amigos).

4. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Las “ovejas” son un regalo de Dios Padre, regalo para Jesús. El camino de Jesús es el mismo “camino del Padre”, su tarea es la de Dios, una tarea de amor, es decir, de vida:
a. Mi Padre me las ha dado… La vida es un regalo. Las ovejas son el mayor tesoro de Jesús, son su “capital”, entendido como presencia gozosa de vida compartida.
b. Mi Padre supera a todos… Literalmente “es el mayor de todos”. Este pasaje nos sitúa así ante la supremacía absoluta de Dios, que es supremacía de amor, de vida compartida.
c. Nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre… Sigue estando en el fondo el tema del riesgo de la vida. Pero nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios.


5. Yo y el Padre somos uno. Esta es la Palabra final, la clave del texto, que Juan vuelve a retomar y comentar en Jn 17, en la gran oración. Ésta es la experiencia distintiva del cristianismo. Jesús puede afirmar “Yo y el Padre somos Uno” (Hen). La unidad suprema no es la de Dios por aislado, no la del hombre por aislado, sino la del “hombre y Dios”. Éstos son los planos de esa unidad, que no puede entenderse en plano ontológico (de naturalezas) sino de amor de personas:
a. Jesús y el Padre…Esta es la unidad pascual que han descubierto los cristianos, la Unidad de Comunión… Éste es el Uno verdadero, el Uno que es “dos” (yo y el padre).
b. Jesús y sus ovejas…, Jesús y los hombres. También Jesús y los hombres forman unidad, como la de Jesús con Dios. Ovejas y pastores son “uno” en (con) Jesús, tanto Pedro como Juan… Ya no hay pastores y ovejas, en relación de sumisión, sino encuentro de amor que vincula, unifica, a Jesús con los hombres.
c. Ovejas y pastores son Uno… Ésta es la unidad del Discípulo amado con el resto de los discípulos (con todos los hombres). Ésta es la unidad de Pedro con aquellos a quienes tiene que servir por amor.


Un tema abierto

Ésta no es una unidad cerrada, sino abierta, dinámica… Ser Uno es hacerse Uno, pero no en identidad de naturalezas, sino en camino de amor compartido.

Ésta es una Unidad que define el sentido de la Iglesia y que podría (debería) precisarse desde diversas perspectivas sociales y sacrales, económicas y familiar, en apertura a todo el mundo. El tema queda abierto, quizá podamos tratarlo otro día.

Ésta es el fondo la experiencia clave de la Unidad de la Trinidad, de la que podría seguir tratando.
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