Era Trump. Como en tiempos de Amós y Oseas,  pero al  revés

He dedicado cierto tiempo a estos profetas del siglo VIII a.C.. Pensaba que sabía algunas cosas   que entonces sucedieron en tiempos de Nínive y más tarde de Babel. Pero no había imaginado que   volverían y serían defendidas por  economistas y políticos actuales.

Y sin embargo es lo que   puede pasar, pero sin profetas como Amós y Oseas, con “magnates” que parecen dispuestos a   justificar planes y políticas como las   condenadas por los primeros profetas de la Biblia

Pensando en estas cosas he buscado y encontrado cuatro páginas de un seminario que dirigí hace un el año 2000 en la Pontificia de Salamanca. Quizá algún alumno de entonces las tenga.  Quiero publicarlas aquí, porque pueden ayudarnos a entender algunos planes que andan por ahí puestos en boca de Trump y Netanyahu,  dispuestos a utilizar métodos de destierro como los utilizados en su tiempo por Asiria, pero al revés.

Asiria: heroe - Mapa y Ubicación Geográfica

Amós,   justicia

En un momento dado unos hombres quisieron ser a costa de los otros, imponiendo sobre ellos su poder, aprovechándose de lo que eran, de lo que hacían, de lo que tenían. Pues bien, el profeta descubre y proclama que, al actuar así, destruyendo a los otros, esos hombres (asirios del alto Nínive) se destruyen ellos mismos, de forma que no pueden descubrir ni venerar al Dios de la vida.

Recorriendo un camino de injusticia los hombres y los pueblos se destruyen a sí mismos, quedando así en manos no sólo de su propio poder de destrucción, sino del poder más extendido del poder de destrucción de los imperios, que imponen sobre el mundo, para servicio propio, una lógica de esclavitud y muerte de los otros.

Ésta es la experiencia clave, éste es el  mensaje profético de Amós… Quien se impone sobre los demás con métodos de fuerza (quien quiere ser a costa de los otros) no sólo destruye a los otros, sino que se destruye a sí mismo, conforme a la lógica del talión boomerang o de auto-destrucción . No se puede edificar nuestra propia vida con (poderes) armas del mal. Si queremos fundar nuestra vida en y con armas del mal habrá siempre un mal mayor que nos terminara venciendo:

 Venden al justo por dinero, al pobre por un par de sandalias. Aplastan contra el polvo la cabeza de los indigentes, tuercen el derecho del humilde (2, 6-7). Oprimen a los pobres, maltratan a los indigentes; disminuyen la medida, aumentan el precio, sentencian de manera injusta en los tribunales (cf. Amós 4,1; 8,5; 5, 12).

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 Éstas y otras acusaciones no son revanchismo de pobres, sino expresión de la ley (=identidad) de Dios que ha dado la tierra a las familias de los hombres, a fin de que ellas puedan compartir el fruto de los campos (Am 2,9-10), dentro de una comunidad entendida como fraternidad de hombres libres. Pues bien, en contra de ese derecho de los pobres, en tiempos de Jeroboam II, rey de Israel  (783-743 a.C.), en un contexto de prosperidad material, la riqueza de algunos se elevaba sobre la opresión de los otros, pues la tierra de todos se había convertido en posesión de los ricos, mientras los pobres quedaba sin nada (cf. Dt 26, 3.13-15).

 En ese contexto ha proclamado Amós el juicio de Dios (cf. 4, 12; 5, 1b-20), que se expresa a través en la nueva situación político‒económica marcada por el surgimiento de los imperios, y en concreto por Asiria. Durante un tiempo (siglo X‒IX a.C.), los pueblos y familias de Palestina habían gozado de cierto equilibrio social y económico. Pero ahora, mientras avanzaba el siglo VIII a.C., Amós descubrió con aguda clarividencia la relación más honda entre dos fenómenos que podían parecer independientes:

‒ Por un lado crecía y se elevaba la injusticia económica de Israel, donde unos ricos oprimían a los pobres, convirtiendo su riqueza en medio de dominio político‒social, y su poder en fuente de enriquecimiento, rompiendo (negando) así la justicia de Yahvé. Extendida y aplicada de un modo universal esa injusticia llevaba a la negación (destrucción) de todo Israel.

‒ En esa línea de la misma lógica de los israelitas ricos, se elevarían los imperios, empleando el dinero para incrementar su poder, y su poder para imponer su economía y conquistar a las naciones menores. Según eso, actuando con la lógica de los israelitas ricos, los asirios más poderosos, tomarían las tierras de Israel, oprimiendo y llevando cautivos a sus habitantes.

 Con ojo certero, Amós ha descubierto la “lógica” interna que vincula el comportamiento de los “ricos” de Israel y el de los más ricos de Asiria, en el momento crucial en que los grandes imperios de oriente empezaban a extenderse por el mundo conocido, a fin de dominar a todas las naciones, apelando al poder y al dinero, con el mismo “derecho” al que apelaban los israelitas ricos para esclavizar a los pobres, trazando así una inmensa red (sistema) de autodestrucción de la humanidad.

 ‒ Injusticia que destruye. Amós formuló de esa manera la la lógica opresora de los nuevos pueblos imperiales (asirios, babilonios…) que se apoderaban de las tierras y riquezas de Oriente, afirmando que su Dios triunfador (conquistador) les concedía derecho para ello. De esa forma descubre y expone con toda claridad la conexión entre la injusticia intra‒israelita (ricos sobre pobres en el pueblo de Dios) y la injusticia mundial de los pueblos que se enriquecían esclavizando y vendiendo a los pobres (Am 1‒2), para culminar en Asiria que se creía divinamenteautorizada para conquistar (oprimir, deportar, colonizar) a todos los pueblos de Oriente, para gloria de su imperio.

Superar el talión. Amós amenaza a los israelitas con una lógica de Talión: A la injusticia de los ricos de Israel (que oprimían a los pobres de su pueblo) responderá la de los asirios, que se estaban preparando para actuar contra Israel, como enviados del Dios de la injusticia (del gran poder imperial) para destrozar las fortalezas de los injustos poderosos de Israel (3, 11), derribando las casas de lujo y placer que ricos levantaban a costa del hambre de los pobres (3,15; 4, 3; 6,4-7).

  Esta es su intuición central: La misma injusticia de fondo destruye a quienes la ejercen: A la opresión de los ricos israelitas responderá como “talión” la más poderosa de los asirios, de forma que “Jeroboám, el rey israelita, morirá por la espada, y los ricos de Israel serán conducidos al destierro” (cf. 7, 11), conforme a la práctica usual de los asirios, que trans-terraban en masa a los vencidos, llevándolos a otros países, a fin de que no pudieran rebelarse. Amós descubre así y proclama que los israelitas ricos (injustos) se destruyen a sí mismos, pues viviendo como viven, ellos quedan en manos de unos ricos injustos mayores, los asirios. El mismo Dios que liberó a los hebreos de Egipto les “apresará” en Asiria.

 Aunque se oculten de mis ojos en lo profundo del mar, allí enviaré la serpiente que los muerda; aunque vayan al exilio, delante de sus enemigos, allí enviaré la espada que los mate (9, 3-4)[1].

 Humanamente, en línea de injusticia, no hay salida para el pueblo de Dios, que terminará cautivo de los poderes de Mamón (imperio/dinero, como dirá Jesús: Mt 6, 24). Conforme a esa lógica, la humanidad (representada por Israel) acabará destruyéndose a sí misma, sin salida… Pero Dios no es puro talión, sino trascendencia de gracia, por encima del castigo), de forma que Amós (o un redactor posterior que recoge y transmite sus palabras) puede añadir, en nombre de Dios: “Buscadme y viviréis... Rechazad el mal, haced lo bueno, juzgad con rectitud, y quizá el Dios de los ejércitos se apiadará de los restos de José” (5, 14-15).

De esa forma eleva su voz de amenaza, apelando al talión político, representado por la emergencia del imperio destructor (=Asiria). Pero, superando esa amenaza, el mismo profeta (o un redactor posterior) intuye y anuncia el despliegue de un principio superior de gracia, en la línea de aquello que dirá Jesús, cuando descubra y proclame el poder de la misericordia sobre la pura justicia, desde los pobres.

  Oseas,  Amor

   En la línea de Amós avanza Oseas, describiendo la injusticia como amor prostituido, esto es, comprado y vendido por dinero, amor que identifica a Dios con el pan de unos que es hambre de otros, el vino y el aceite, que no se entienden ya como dones para compartir en amor (como dones de Yahvé), sino como propiedades para enriquecerse y dominar a los demás.

Oseas sabe que el hombre ha surgido por amor, para el amor, pero al fin ha terminado vendiendo el amor y acabará matándose a sí mismo sin remedio, pues los imperios no suelen caer destruidos por ejércitos de fuera, sino por injusticias y ambiciones interiores.

. Allí donde no admiten más dioses que el poder, riqueza y sexo, los hombres quedan en manos de la naturaleza divinizada y de los imperios que se elevan sobre otros pueblos. Al abandonar al Dios de la gracia, los israelitas quedan en manos de losios dioses de la fuerza militar y la riqueza, representada por los imperios emergentes (los asirios). El Dios verdadero protege en gratuidad de amor a sus devotos. Pero allí donde le niegan, hombres y pueblos caen bajo el poder de unos imperios que no tienen más Dios que la riqueza material y la violencia.

‒ El talión de los poderes de muerte. Oseas indica así que aquellos que divinizan las riquezas inmediatas (pan, vino y aceite), centrándose en ellas, se destruyen a sí mismos, quedando así en manos de la violencia de la vida, pues sólo un Dios más alto, en gratuidad de amor, puede salvarles. Al formular de esta manera su propuesta, Oseas aparece como el primer gran testigo de la “trascendencia personal y amorosa de Dios”, que, por un lado, se expresa en los dones de este mundo (pan, vino y aceite), mientras que, por otro, los desborda, superando, al mismo tiempo, el poder de los imperios.

‒ Dios, amor en gratuidad, por encima de los amores que se compran y venden. Más que la “posesión material” de los que fundan su vida en el dinero, Oseas ha condenado el mal amor que se expresa en el mal amor de los que compran y venden su vida por un tipo bienes divinizados.  Por eso anuncia la llegada del auténtico Dios‒Amor, que vendrá a mostrar su celo fuerte:

 “Yo seré como león para Efraím, como cachorro para Judá. Yo mismo agarraré mi presa y la llevaré. La apresaré sin que nadie la salve” (5,14-15).

Oseas ofrece  el descubrimiento de la trascendencia poderosa del amor como única verdad y vida. Sólo cuando el hombre renuncia a definirse por aquello que tiene puede tener de verdad; por el contrario, quien funda su vida en lo que tiene se destruye a sí mismo… En esa línea, él ha sido de los primeros que ha descubierto la importancia del amor gratuito como esencia de la vida de los hombres

 Este descubrimiento de la “trascendencia” del Dios celoso, que existe en sí mismo y que, sin embargo, ama a los hombres como “esposo” enamorado   transforma y define la identidad israelita. Ciertamente, este Dios de Oseas (igual que el de Amós) se expresa en la vida, en el pan-vino-aceite de una buena cosecha, en la libertad social del pueblo, pero él es ante todo una persona, alguien que vincula a los hombres en amor (sobre la imposición económico‒militar de los imperios, como Asiria). Ante ese verdadero Dios, que eleva a los hombre de nivel (=sobre la violencia de asirios y egipcios), Israel responde como paloma tonta, que busca refugio donde no hay refugio alguno.

No se trata, pues, de buscar un imperio mejor (Asiria o Egipto) para defenderse así de otro peor (cf. 7, 11-12; 12, 2), sino de superar el nivel de los imperios y de los sacrificios religiosos, expresados en forma de “dinero” (animales ofrecidos a Dios sobre el fuego), fundando la vida en bases de fidelidad y misericordia, en gesto de amor mutuo (Os 6, 6‒7). Israel había confiado en los imperios, que son amantes falsos (cf. 2, 8-9), y había interpretado a Dios como toro (¡becerro!) de oro, en la línea de los toros imperiales del entorno, que son signo de la fuerza física, el poder genital y el dinero (Egipto, Asiria), buscando su salvación en ellos, en unos frente a otros (pues los imperios son varios y cambiantes).

Pues bien, Oseas descubre y proclama que en ese plano no existe salvación para los israelitas, pues el Yahvé‒Toro de Betel o Samaría no puede resistir ante los toros de Egipto o Asiria (8, 6; 10,5-6); y aunque lo hiciera y tomara el poder sería un dios falso, pues el Dios verdadero no es simple poder imperial, genital y económico, sino Vida gratuita y compartida en amor. Por eso, conforme a la lógica de talión que estoy desarrollando, Oseas tiene que  decir y dice, carente de amor verdadero, Israel se destruye a sí mismo.

Los que buscan salvación en los toros menores del templo de Dan o de Betel  caerán en manos de los toros/dioses “mayores” de los imperios (10,2-6), y así morirán por la espada los varones, serán estrellados los niños en las peñas y abiertas por el vientre las preñadas (14, 1), conforme a la lógica de la guerra total de aquel, que era guerra de aniquilación gonocida. Triunfe quien triunfe en ese plano (Egipto o Asiria), Israel quedará vencido y destruido. Abandonando al Dios del amor misericordioso y profundo (personal, gratuito), el pueblo de Israel cae presa de los imperios de violencia destructora, que aparecen como amantes (dioses) falsos. En esa línea añade Oseas: «Por eso no quedarás en la tierra de Yahvé, sino que volverás a Egipto y en Asiria comerás lo que está contaminado» (cf. 9, 3).

Como en Amós, la lógica misma del pecado, entendido de manera radical como lucha e imposición económica, genera destrucción, en un mundo donde, en ese plano, no existe más verdad que la violencia. Pues bien, a pesar ello, de una forma parecida a la de Amós, entre dos imperios enfrentados (Egipto y Asiria), Oseas abre para Israel una puerta de esperanza, que se expresa en el doble milagro de la gracia de Dios y de la conversión humana:

 − Gracia. Humanamente hablando no se puede hablar de salvación, pero Oseas oye la voz de Dios que exclama: «¿Cómo podré entregarte, Efraín, abandonarte, Israel? ¿Cómo podré volverte como Adamá, destruirte como a Seboín? Se me ha revuelto el corazón, la piedad abrasa mis entrañas. No se cumplirá mi cólera, no destruiré más a Efraín. Pues soy Dios y no hombre, santo soy en medio de ti» (11,8-10). Dios mismo se “convierte”, se vuelve en amor a los hombres, haciéndoles capaces de dejarse amar por él y de responder amando.

Conversión. En esa línea, el profeta, heraldo del Dios amante, llama al pueblo y dice: «Conviértete a tu Dios... y espera en el Señor» (12, 7). Convertirse significa volver hacia Dios, “subir de plano”, para descubrir así, en él y con él, la vida verdadera, como despliegue de amor personal y de misericordia, como en un matrimonio donde el marido perdona y ama (enamora de nuevo) a su mujer infiel. Éste es el nivel en que se expresa la verdadera vida humana, como amor, por encima del poder y la violencia de los imperios.

  Humanamente, en línea de injusticia, no hay salida para el pueblo de Dios, que terminará cautivo de los poderes de Mamón (imperio/dinero, como dirá Jesús: Mt 6, 24).

Conforme a esa lógica, la humanidad (representada por Israel) acabará destruyéndose a sí misma, sin salida… Pero Dios no es puro talión, sino trascendencia de gracia, por encima del castigo), de forma que Amós (o un redactor posterior que recoge y transmite sus palabras) puede añadir, en nombre de Dios:

“Buscadme y viviréis... Rechazad el mal, haced lo bueno, juzgad con rectitud, y quizá el Dios de los ejércitos se apiadará de los restos de José” (5, 14-15). De esa forma eleva su voz de amenaza, apelando al talión político, representado por la emergencia del imperio destructor (=Asiria).

Pero, superando esa amenaza, el mismo profeta (o un redactor posterior) intuye y anuncia el despliegue de un principio superior de gracia, en la línea de aquello que dirá Jesús, cuando descubra y proclame el poder de la misericordia sobre la pura justicia, desde los pobres.

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